Cuba se hace visible
La asistencia de Ban Ki-moon y José Miguel Insulza será histórica e implica una victoria diplomática para el gobierno cubano, que busca reactivar su presencia en la región y el mundo.
Mauricio Jaramillo Jassir *
Parece no haber habido mejor momento para la política exterior de Cuba desde los noventa, luego de la crisis precipitada por la caída de la Unión Soviética. Contra todo pronóstico, y en contraste con los regímenes de Europa central y oriental, la isla mantuvo el sistema combinando la defensa de los activos del socialismo con una adaptación al nuevo panorama. El aislamiento, así como la integración de Cuba, dependen directamente del continente latinoamericano, a pesar de que las relaciones de La Habana con otras regiones del mundo hayan sido dinámicas.
Fueron los estados de las Américas en el seno de la OEA quienes tomaron la decisión polémica de suspender a Cuba del sistema interamericano en 1962. La medida todavía despierta controversia, porque mientras la OEA sancionaba a Cuba, su inacción frente a las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, entre otros países, dejaba al descubierto la complacencia con el discurso sobre la contención del comunismo que proclamaban esos regímenes militares.
En medio de esa crisis del multilateralismo hemisférico, las iniciativas para dotar a la región de un escenario de concertación, ajeno a las ambiciones geopolíticas de Washington, han sido numerosas, a pesar de que no todas hayan trascendido. En 2011 se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). A comienzos del año pasado se realizó en Santiago de Chile la Cumbre Celac-Unión Europea, traduciendo el intento de ambas regiones por tener un vínculo estable y afirmando que América Latina ha dejado de ser la zona de influencia natural de Estados Unidos.
El protagonismo de Cuba en la II Cumbre de la Celac, que comienza mañana en La Habana con la asistencia de muchos presidentes de la región, implica romper con la ausencia institucional de La Habana en el continente. Desde que Hugo Chávez aumentó la virulencia en su discurso contra la OEA y Estados Unidos, las presiones por reintegrar a Cuba al sistema no habían cesado. Así, en 2009, la OEA intentó que Cuba volviera a esa institución, pero la respuesta del régimen fue contundente: hace mucho tiempo que La Habana perdió interés en una “anquilosada institución”. Tremenda paradoja. Hace décadas Cuba necesitaba de la OEA para combatir el aislamiento, y de forma arrogante esa institución insistía en el cambio de régimen como requisito. Ahora la OEA necesita de ese Estado para legitimarse, pero es tal el desprestigio que el sistema castrista puede darse el lujo de rechazarla.
Con esta cumbre el gobierno cubano aprovecha una oportunidad inmejorable para reactivar su visibilidad en la región y en el mundo. La presencia de Ban Ki-moon y de José Miguel Insulza será histórica, e implica una victoria diplomática para el castrismo. Confirma un pragmatismo que le ha valido réditos interna e internacionalmente. Desde los noventa, cuando Fidel Castro recibió a Juan Pablo II, La Habana entendió la necesidad de abandonar la retórica de beligerancia frente a algunos actores claves del sistema internacional y la diplomacia cubana ha sido hábil para aprovechar escenarios de concertación. El conflicto colombiano y otras tensiones regionales le han devuelto protagonismo.
Finalmente, el acercamiento de Barack Obama a Hasan Rohani, presidente iraní, demuestra las posibilidades de cambio en la agenda exterior de Estados Unidos. El tema del embargo a Cuba es costoso para Washington, y con esta reinserción del castrismo al sistema se puede dar el primer paso para la normalización de relaciones. Se trata de un momento histórico para el continente y la cumbre de la Celac así lo testimonia.
* Profesor Universidad del Rosario.
Parece no haber habido mejor momento para la política exterior de Cuba desde los noventa, luego de la crisis precipitada por la caída de la Unión Soviética. Contra todo pronóstico, y en contraste con los regímenes de Europa central y oriental, la isla mantuvo el sistema combinando la defensa de los activos del socialismo con una adaptación al nuevo panorama. El aislamiento, así como la integración de Cuba, dependen directamente del continente latinoamericano, a pesar de que las relaciones de La Habana con otras regiones del mundo hayan sido dinámicas.
Fueron los estados de las Américas en el seno de la OEA quienes tomaron la decisión polémica de suspender a Cuba del sistema interamericano en 1962. La medida todavía despierta controversia, porque mientras la OEA sancionaba a Cuba, su inacción frente a las dictaduras de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, entre otros países, dejaba al descubierto la complacencia con el discurso sobre la contención del comunismo que proclamaban esos regímenes militares.
En medio de esa crisis del multilateralismo hemisférico, las iniciativas para dotar a la región de un escenario de concertación, ajeno a las ambiciones geopolíticas de Washington, han sido numerosas, a pesar de que no todas hayan trascendido. En 2011 se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). A comienzos del año pasado se realizó en Santiago de Chile la Cumbre Celac-Unión Europea, traduciendo el intento de ambas regiones por tener un vínculo estable y afirmando que América Latina ha dejado de ser la zona de influencia natural de Estados Unidos.
El protagonismo de Cuba en la II Cumbre de la Celac, que comienza mañana en La Habana con la asistencia de muchos presidentes de la región, implica romper con la ausencia institucional de La Habana en el continente. Desde que Hugo Chávez aumentó la virulencia en su discurso contra la OEA y Estados Unidos, las presiones por reintegrar a Cuba al sistema no habían cesado. Así, en 2009, la OEA intentó que Cuba volviera a esa institución, pero la respuesta del régimen fue contundente: hace mucho tiempo que La Habana perdió interés en una “anquilosada institución”. Tremenda paradoja. Hace décadas Cuba necesitaba de la OEA para combatir el aislamiento, y de forma arrogante esa institución insistía en el cambio de régimen como requisito. Ahora la OEA necesita de ese Estado para legitimarse, pero es tal el desprestigio que el sistema castrista puede darse el lujo de rechazarla.
Con esta cumbre el gobierno cubano aprovecha una oportunidad inmejorable para reactivar su visibilidad en la región y en el mundo. La presencia de Ban Ki-moon y de José Miguel Insulza será histórica, e implica una victoria diplomática para el castrismo. Confirma un pragmatismo que le ha valido réditos interna e internacionalmente. Desde los noventa, cuando Fidel Castro recibió a Juan Pablo II, La Habana entendió la necesidad de abandonar la retórica de beligerancia frente a algunos actores claves del sistema internacional y la diplomacia cubana ha sido hábil para aprovechar escenarios de concertación. El conflicto colombiano y otras tensiones regionales le han devuelto protagonismo.
Finalmente, el acercamiento de Barack Obama a Hasan Rohani, presidente iraní, demuestra las posibilidades de cambio en la agenda exterior de Estados Unidos. El tema del embargo a Cuba es costoso para Washington, y con esta reinserción del castrismo al sistema se puede dar el primer paso para la normalización de relaciones. Se trata de un momento histórico para el continente y la cumbre de la Celac así lo testimonia.
* Profesor Universidad del Rosario.