Cartas de Colombia para Israel y Gaza
Hace dos meses Hamás atacó a Israel, provocando la muerte de cerca de 1.200 personas y el secuestro de 240 más. Gaza vive un asedio total que ha causado el fallecimiento de más de 17.000 individuos y el desplazamiento de más de un millón y medio de habitantes. Desde Colombia, judíos y herederos de la sangre palestina les dedican unos mensajes.
María José Noriega Ramírez
Para Gaza desde Colombia
Me pregunto cómo podremos seguir viviendo
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Para Gaza desde Colombia
Me pregunto cómo podremos seguir viviendo
Sobre esta tierra hay algo que merece vivir:
sobre esta tierra está la señora de la tierra,
la madre de los comienzos,
la madre de los finales.
Se llamaba Palestina.
Se sigue llamando Palestina.
Mahmud Darwish
Fragmento de la poesía “Sobre esta tierra”
A Palestina, tierra de profetas y poetas
Querida Gaza:
En mis momentos de introspección, son muchas las preguntas que rondan mi cabeza, como si ella fuese un imparable carrusel:
¿Cómo será el desasosiego de una noche iluminada por las explosiones?
¿Cómo sanarte, madre tierra, si las bombas te han herido de muerte?
¿Cómo será el eco de aquellas voces que al unísono gritan de terror y dolor?
¿Cómo se consuela a una madre que ha visto el martirio de sus pequeños hijos?
¿Cómo turbarán la razón los escombros teñidos por la sangre de un padre?
¿Cómo se le dice a un niño que su familia y amigos han sido diezmados?
¿Cómo se siente esperar juntos el fin después de saberse todos condenados a morir?
¿Cómo se sostienen los muros arañados por hombres y mujeres al caer?
¿De qué misteriosa envoltura está hecha esa piel sobre la cual se escribe el nombre de un niño antes de que deje de existir?
¡Pero, sobre todo, me pregunto cómo podremos seguir viviendo después de presenciar algo así!
Karen A. David Daccarett, descendiente de padres palestinos de Belén
Barranquilla, Colombia
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En la sangre está la lucha
Hermanos palestinos: les escribo esta humilde carta desde Colombia, que, pese a estar tan lejos de ustedes en distancia, estamos cerca en corazón y alma. Mi ser se llena profundamente de tristeza al conocer y escuchar los sufrimientos, dolores, injusticias y pérdidas que están atravesando.
Mi bisabuelo nació en Beit Lahem y, por las guerras, se vio obligado a viajar a una tierra completamente desconocida, con un idioma que no entendía, dejando atrás a sus familiares, su hogar, todo lo que tenía. Estando en un país extraño, añoraba cada día, con cada respiro, su tierra, y ese anhelo y amor a la patria se lo heredó a mi abuelo, luego a mi mamá y después a mí. Por ende, y a pesar de ser más colombiana que palestina, mi sangre clama por esa tierra, que siento lejana y mía a la vez.
Por eso, me atrevo a decir que ustedes no están solos. Por favor, sepan que tienen una familia internacional que ora, grita, marcha y levanta la voz por ustedes, con el fin de que los gobiernos del mundo entero reconozcan la tragedia que ustedes están viviendo y les consigan la justicia y la libertad merecida. Ustedes, mis hermanos, son la prueba viva de que en la sangre palestina está el espíritu de lucha: por el bien, la verdad, la justicia y la libertad. Les pido que no pierdan la esperanza ni la fe en Dios o en su auxilio divino, pues al final la paz vencerá. ¡Nunca dejen de luchar, que nosotros tampoco lo haremos!
Con amor,
Shadia Fadul Zarur
Barranquilla, Colombia
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Mi corazón, la tierra de Palestina
Queridos habitantes de Gaza: escribo esta carta desde Barranquilla, una ciudad al norte de Colombia, para expresarles mi apoyo y solidaridad. Siento una gran congoja al ver las imágenes de destrucción y muerte que llegan de su tierra. Mi pensamiento y mi corazón los acompañan allí donde se esconden de la brutal ofensiva, donde lloran a sus muertos, donde oran para que pare la guerra, donde luchan por salvar vidas, donde esperan un momento de calma y anhelan un cielo en el que brille la paz en lugar de la muerte.
Mis padres, palestinos de Belén, llegaron hace más de cincuenta años a esta ciudad. Aquí nací y he vivido la mayor parte de mi vida. Crecí escuchándolos hablar con amor y añoranza de la tierra que tuvieron que dejar en busca de una mejor vida. Crecí añorando la tierra que abandonaron, a la familia que dejaron atrás, a mis abuelos y abuelas, tíos, tías, primos y primas... Mi infancia fue muy solitaria, marcada por el desarraigo. Quisiera tener recuerdos propios, pero solo tengo los de mis padres. Sin embargo, eso no me ha impedido sentirme parte de ustedes. Mi corazón está ligado a la tierra de Palestina.
Sé que prevalecerán, a pesar de que cada día se ha convertido en una batalla por la supervivencia, la dignidad y la esperanza. Sé que son un pueblo valiente, que no se rinde ni se resigna ante la injusticia. Tengan la seguridad de que no están solos: somos millones los que estamos con ustedes, reclamando una paz justa y duradera.
Sin importar cuán fuerte sea el opresor, vencerán, al no permitir que en sus corazones arraiguen la desesperanza, el odio, la ira y el deseo de venganza. Con todo mi amor y oraciones,
Claudia Lama Andonie
Barranquilla, Colombia
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Para Israel desde Colombia
No te conozco, pero eres mi hermana
Querida Naama, no te conozco, pero eres mi hermana. Te vi (aunque traté de no verte) amarrada, ensangrentada y aterrorizada. Vi cómo te sacaban del baúl de una camioneta y hombres (monstruos) te forzaban al interior de un vehículo. Estabas descalza. Te vi por unos segundos y, desde que vi ese video el 7 de octubre (que no quería, que traté de no ver), no he dejado de verte cada vez que cierro los ojos.
No sabía tu nombre. Lloré y pedí por ti sin saber que eres Naama. Sin saber que tienes solo 19 años, que acababas de iniciar tu servicio militar, que eres bisnieta de un sobreviviente del Holocausto, que participaste en un proyecto de paz con jóvenes palestinos, que te gusta el fútbol, que tu mamá te dice Naamoni y que el último mensaje que le mandaste antes de que te raptaran fue “nunca he escuchado algo así”.
No sabía que eres Naama Levy, que la foto de aquella chica sonriente que acompañaba las imágenes de los otros 240 secuestrados eras tú. Pero ya lo sé, ya puedo decir tu nombre cuando rezo cada día para que regreses a casa, para que estés en los brazos de tu familia, para que tengas la oportunidad de estudiar, viajar, trabajar, enamorarte, crecer, luchar, errar, reír.
No te conozco, pero eres mi hermana, somos parte del mismo pueblo. Mientras en lo profundo del corazón palpite un alma judía, desde Colombia y desde la diáspora, dirigiremos todos los ojos al oriente y pediremos, hasta quedarnos sin voz, por tu pronto regreso.
Por ti, Naama, y por mis otros 138 hermanos todavía secuestrados.
Vivianne Tesone
Bogotá, Colombia
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Ojalá pudiera, Israel
Ojalá pudiera decirte que el 7 de octubre no ocurrió, que tus niños no murieron y su risa volverá.
Ojalá pudiera asegurarte que todo volverá a ser como antes. Borrar de tu memoria las imágenes que desangraron el “nunca jamás” y devolverte la alegría de un pueblo libre en su tierra.
Ojalá pudiera decirte que al mundo le duelen tus muertos. Regalarte el espacio para llorarlos sin tener que demostrar con pruebas la crueldad inscrita en su adiós.
Ojalá pudiera decirte que hoy tus hijos dormirán en casa. Devolverte las 138 voces que hace dos meses te torturan con su silencio.
Ojalá pudiera decirte que el mundo se unió para gritar me too! por tus mujeres y niñas. Que su dolor no pasó desapercibido, ni mucho menos fue justificado.
Ojalá pudiera regalarte un momento de paz. Silenciar las alarmas diarias que han traído consigo más de 10.500 amenazas de muerte.
Ojalá pudiera decirte que el mundo está de tu lado y no de tu verdugo. Que nadie clama por tu aniquilación y que cada vez somos más en la lucha por la verdad.
Ojalá pudiera borrar de tu historia una guerra más. Arrancar de tu pecho la angustia de no saber quién le ganará a la muerte hoy.
Ojalá pudiera, Israel. Ojalá.
Solo espero que sepas que todo tu pueblo está contigo y que, como siempre, sobreviviremos y cargaremos con nosotros la promesa de no olvidar. Cada día más judíos, más unidos y orgullosos de saber que existes.
Am Israel Jai.
Karen Gritz
Bogotá, Colombia
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Todos en el pueblo de Israel somos una gran familia
Desde la frontera leemos sus nombres con altavoces.
Enviamos mensajes a los soldados que los buscan con ímpetu.
Oramos por su bienestar.
Lloramos a aquellos que ya no están.
Desde el 7 de octubre el pueblo judío habla en plural.
Quiero que sepas que el manto que camuflaba el odio que hemos sufrido los judíos a lo largo de la historia, y que muchos de los hebreos de mi generación creíamos agotado, ha caído, develando que hoy, al igual que en 1492 o 1939, la sociedad señala al judío como chivo expiatorio. Sin embargo, el pueblo elegido se ha unido desde los más recónditos confines del mundo para ayudar al Estado de Israel y a ustedes, sus ciudadanos, para exigir su regreso y el de todos los secuestrados, y para tomar las medidas de seguridad que garanticen que nunca pasará una tragedia igual a ningún otro judío en ningún lugar del mundo.
Cómo explicar que Morán, Maya o Shoshana, mujeres que al igual que tú están en cautiverio en Gaza, a quienes jamás había visto y de las que no sabía nada antes del 7 de octubre, son, junto contigo, a las que dedico un puesto que permanecerá vacío en mi mesa de sabbat hasta el día de su regreso. Cómo explicar que me preocupa sobremanera que Kfir, de tan solo 10 meses, no aprenda el idioma hebreo y que al regresar no sepa ni siquiera quién es. Cómo justifico que durante las semanas subsecuentes al ataque del 7 de octubre no pude salir de mi casa, pues me embargaba un miedo agudo, un sentimiento de persecución, vulnerabilidad y duelo, que jamás había experimentado; ni siquiera el día que despedí a mis padres de esta tierra me sentí tan sin rumbo.
Pienso en Liri, que tiene la edad de mi hija mayor. ¿Qué atrocidades tendrá que sobrevivir en manos de los salvajes de Hamás? Pienso en mi hija, que no me dejó rezar con ella el Shemá Israel por teléfono porque estaba en un corredor de su universidad y no quería que nadie la escuchara evidenciando su judaísmo. Invoco la memoria de mi abuela, sobreviviente del Holocausto, quien en su juventud presenció cómo los nazis fusilaron a sus seres queridos, quien vio la vida de sus amigos extinguirse por inanición y enfermedad o evaporarse en las cámaras de gas, y doy gracias al cielo que no tuvo que ver las imágenes del acto terrorista del 7 de octubre.
En el judaísmo existe un concepto que es ajeno a otras religiones o culturas. Un concepto arraigado en la hebra más interna de cada judío: kol Israel arevim ze le ze (todos en Israel somos responsables los unos de los otros). Se nos enseña desde temprana edad que cada uno de nosotros es embajador del pueblo hebreo, que no somos una isla y que todo lo que hacemos tiene un efecto dominó para nuestro pueblo.
Quizá sea esta la razón por la cual estoy contando cada segundo para que regresen del cautiverio tú y todos los rehenes del 7 de octubre, porque ustedes son mi familia, mi sangre. Quizá por esto lloro las muertes de los judíos asesinados, aunque nunca los conocí, porque son mis hermanos que cayeron de la manera más brutal. Y quizá también sea esta la razón por la cual, al igual que miles de judíos alrededor del mundo, empaqué maletas llenas de primeras necesidades para los evacuados y los soldados, por la cual doné dinero para reconstruir los kibutzim destruidos por Hamás; por la cual Sofía, estudiante en Tel Aviv, reparte bandejas de comida a los soldados en Israel; por la cual Evelyn, psicóloga en Estados Unidos, recibe y da albergue a una familia de israelíes que salieron del país por razones médicas; por la cual Aarón, empresario en Colombia, piensa irse por un mes a recolectar naranjas en un kibutz para que no se pierda la cosecha, y por la cual Ariel, hijo de un peruano y una colombiana, nieto de lituanos, polacos y rumanos, está protegiendo la frontera con el Líbano.
Todos en el pueblo de Israel nos cuidamos los unos a los otros porque somos una gran familia, y esto es lo que nos hace sentir, ayer, hoy y siempre, que no estamos solos, a pesar del odio, los insultos y la barbarie. El pueblo de Israel vive, Am Israel Jai.
Martha Birmaher
Cali, Colombia
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