La diplomacia, ¿la única salida para evitar una guerra por Ucrania?
Las tensiones entre Kiev y Moscú no se solucionarán en un par de días, y aunque el diálogo parece difícil, una escalada militar traería consecuencias irreversibles.
María José Noriega Ramírez
María Paula Ardila
Parece que las incontables llamadas y los viajes de último minuto a Moscú para evitar una invasión rusa a Ucrania lograron su cometido: el Kremlin confirmó la retirada de algunas de sus tropas, luego de tener a más de 100.000 soldados desplegados en el límite con Ucrania. Pero ¿la diplomacia logrará frenar del todo los ánimos?
En los últimos días, Joe Biden habló con Vladimir Putin y Volodímir Zelenski, presidentes de Rusia y Ucrania, respectivamente, encuentros que no dejaron una sensación distinta a la que ha reinado últimamente: que los diálogos no serían suficientes para calmar las tensiones con Putin. De acuerdo con la información divulgada por la Casa Blanca, el mandatario estadounidense le dijo a su homólogo ruso que “si Rusia emprende una nueva invasión, Estados Unidos impondrá costos rápidos y severos”, algo no muy distinto a lo que Biden conversó con el presidente ucraniano: “Responderemos de forma rápida y decisiva, junto con nuestros aliados y socios, a una agresión rusa”.
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Entretanto, Olaf Scholz, canciller alemán, visitó Kiev, antes de llegar a Moscú. Desde la capital ucraniana invitó a Rusia a apostar por la vía del diálogo, argumentando que “las actividades militares de Rusia en la frontera no son comprensibles”. Además, el presidente Biden y Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, coincidieron en que todavía hay una “ventana crucial para la diplomacia”. Y es que no todo parece perdido: el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, aseguró que “hay una posibilidad de resolver los problemas. La vía del diálogo no se ha agotado, pero tampoco puede durar indefinidamente. Rusia está dispuesta a escuchar contrapropuestas serias”.
Para el internacionalista Jesús Agreda Rudenko, la diplomacia no ha fracasado. Es más, según él, el diálogo sigue siendo la única salida posible a la crisis. “Si se desata una guerra, los costos serían muy altos. Por un lado, Rusia no cumpliría con sus objetivos: aunque podría ganar algo de territorio, la OTAN terminaría por reforzarse. Por el otro, si se da un enfrentamiento bélico, Ucrania quedaría sola en su defensa. Además, es muy fácil hablar de una ‘invasión en cualquier momento’ desde EE. UU., pues desde allí es más sencillo tener una postura dura”, agrega.
Por su parte, Vladimir Rouvinski, experto en relaciones internacionales, sostuvo que “el Ejército ucraniano está mucho más preparado para un combate; hay armas y entrenamiento. Además, la guerra ya existe y es una pelea con los separatistas en Donbás, que ha dejado más de 14.000 muertos. Esa sería una de las razones por las cuales no atacarían a Ucrania, porque saben que no va a ser una guerra ganada fácilmente”.
Sin mencionar los costos que esto traería para Rusia. “El riesgo de las sanciones económicas que EE. UU. anunció desde un principio, podría acabar con el nivel de prosperidad que tienen muchos rusos en este momento, y en el caso de una invasión, este nivel de vida no lo va a poder mantener Vladimir Putin y eso le quitaría el poder”, agregó Rouvinski. De ahí que el diálogo parezca ser la salida, y esto se ve reflejado en la intención de Francia, por ejemplo, de remitirse al Acuerdo de Minsk, con el que se quiso poner fin a la guerra en la región de Donbás, en el este de Ucrania, entre las fuerzas oficiales y los separatistas de habla rusa, en Donetsk y Lugansk.
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El problema, según afirma Agreda Rudenko, es que las visiones rusas y ucranianas sobre dicho pacto son excluyentes. “Por un lado, Ucrania dice que puede haber una negociación, siempre y cuando el país recupere el control territorial. Es decir, el diálogo es posible, pero la condición es que el Estado ucraniano retome el control sobre sus fronteras, sobre todo en la parte oriental. Por el lado ruso y de los rusoparlantes, aunque el diálogo es una posibilidad, el primer paso es garantizar la autonomía de las regiones prorrusas, pensando incluso en una organización federal”, puntualiza el internacionalista.
El conflicto ucraniano, que existe desde hace más de tres décadas, no se solucionará en un par de días, y si bien el diálogo parece difícil, una demostración física de la fuerza puede llevar a un caos peor. Por eso, y por la reciente voluntad que mostró Rusia por dialogar, es que Agreda Rudenko opina que reposicionar las tropas y los armamentos de la OTAN puede ser un elemento de negociación entre las partes, dado que es un realidad que la membresía de Ucrania a la alianza militar parece ser un punto sobre el cual ninguna de ellas quiere ceder.
Una de las exigencias de Putin a la OTAN, precisamente, es la de retirar la infraestructura militar instalada en los Estados de Europa del este después de 1997. “Difícilmente, la organización militar acepta esto, sobre todo por la fuerza rusa, pero en esto las partes podrían encontrar un punto medio”, dice Agreda Rudenko.
¿Hasta qué punto la amenaza de una guerra logrará disuadir a Rusia?
La cuestión de Ucrania va más allá y se puede leer desde una postura más amplia: la intención de Putin de posicionar a Rusia como un actor internacional central, desafiando el orden mundial que se consolidó después de la Guerra Fría. “Rusia, desde lo político, y China, más desde lo económico, buscan entrar a un sistema internacional que los penaliza por no seguir el modelo político y económico de Estados Unidos y Occidente. Entretanto, ellos abogan por una visión multipolar y heterogénea del sistema internacional”, dice Agreda Rudenko.
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De ahí que el Kremlin, según sostiene Rouvinski, busque obligar a EE. UU. y a Europa a negociar y reconocer que existen problemas de convivencia en la arena internacional. Lo que nos llevaría a pensar que, pese a la retirada de este martes de algunas tropas, Putin seguirá presionando a Ucrania. “Kiev va a tener muchas dificultades porque Putin seguirá insistiendo con ataques cibernéticos y presión económica, sobre todo en este segundo punto porque Ucrania depende en gran medida de Rusia y tal es el caso del gasoducto Nord Stream 2: si llega a ponerse en funcionamiento, Kiev se quedará sin los ingresos que ellos tenían por el tránsito de gas sobre su territorio”, comentó Rouvinski.
Con esto sobre la mesa, ¿las sanciones serían una opción? El 6 de febrero, Gilles Bertrand, embajador de la Unión Europea en Colombia, le dijo a este diario que, con todo lo que está pasando en Ucrania, “hemos dicho muy claramente que la solución está vinculada al diálogo entre Rusia, EE. UU. y Europa. Esto es importante porque se trata de la seguridad europea”.
Sin embargo, algunos expertos alegaron que, para evitar una escalda, “Putin debe temer la primera descarga de sanciones, no las que podrían venir después de que ya haya comenzado una invasión”, comentaron los analistas Edward Fishman y Chris Miller a Politico.
Con todo y eso, Bertrand insiste en que ese podría no ser el mejor camino: “La idea de que las sanciones serían más eficaces antes de cualquier cosa es una manera de verlo, pero también hay un argumento y es que nosotros no creemos necesariamente que hay que hacer cosas para que la situación empeore, pero sí estamos listos para reaccionar a cualquier otro elemento”.
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Parece que las incontables llamadas y los viajes de último minuto a Moscú para evitar una invasión rusa a Ucrania lograron su cometido: el Kremlin confirmó la retirada de algunas de sus tropas, luego de tener a más de 100.000 soldados desplegados en el límite con Ucrania. Pero ¿la diplomacia logrará frenar del todo los ánimos?
En los últimos días, Joe Biden habló con Vladimir Putin y Volodímir Zelenski, presidentes de Rusia y Ucrania, respectivamente, encuentros que no dejaron una sensación distinta a la que ha reinado últimamente: que los diálogos no serían suficientes para calmar las tensiones con Putin. De acuerdo con la información divulgada por la Casa Blanca, el mandatario estadounidense le dijo a su homólogo ruso que “si Rusia emprende una nueva invasión, Estados Unidos impondrá costos rápidos y severos”, algo no muy distinto a lo que Biden conversó con el presidente ucraniano: “Responderemos de forma rápida y decisiva, junto con nuestros aliados y socios, a una agresión rusa”.
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Entretanto, Olaf Scholz, canciller alemán, visitó Kiev, antes de llegar a Moscú. Desde la capital ucraniana invitó a Rusia a apostar por la vía del diálogo, argumentando que “las actividades militares de Rusia en la frontera no son comprensibles”. Además, el presidente Biden y Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, coincidieron en que todavía hay una “ventana crucial para la diplomacia”. Y es que no todo parece perdido: el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, aseguró que “hay una posibilidad de resolver los problemas. La vía del diálogo no se ha agotado, pero tampoco puede durar indefinidamente. Rusia está dispuesta a escuchar contrapropuestas serias”.
Para el internacionalista Jesús Agreda Rudenko, la diplomacia no ha fracasado. Es más, según él, el diálogo sigue siendo la única salida posible a la crisis. “Si se desata una guerra, los costos serían muy altos. Por un lado, Rusia no cumpliría con sus objetivos: aunque podría ganar algo de territorio, la OTAN terminaría por reforzarse. Por el otro, si se da un enfrentamiento bélico, Ucrania quedaría sola en su defensa. Además, es muy fácil hablar de una ‘invasión en cualquier momento’ desde EE. UU., pues desde allí es más sencillo tener una postura dura”, agrega.
Por su parte, Vladimir Rouvinski, experto en relaciones internacionales, sostuvo que “el Ejército ucraniano está mucho más preparado para un combate; hay armas y entrenamiento. Además, la guerra ya existe y es una pelea con los separatistas en Donbás, que ha dejado más de 14.000 muertos. Esa sería una de las razones por las cuales no atacarían a Ucrania, porque saben que no va a ser una guerra ganada fácilmente”.
Sin mencionar los costos que esto traería para Rusia. “El riesgo de las sanciones económicas que EE. UU. anunció desde un principio, podría acabar con el nivel de prosperidad que tienen muchos rusos en este momento, y en el caso de una invasión, este nivel de vida no lo va a poder mantener Vladimir Putin y eso le quitaría el poder”, agregó Rouvinski. De ahí que el diálogo parezca ser la salida, y esto se ve reflejado en la intención de Francia, por ejemplo, de remitirse al Acuerdo de Minsk, con el que se quiso poner fin a la guerra en la región de Donbás, en el este de Ucrania, entre las fuerzas oficiales y los separatistas de habla rusa, en Donetsk y Lugansk.
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El problema, según afirma Agreda Rudenko, es que las visiones rusas y ucranianas sobre dicho pacto son excluyentes. “Por un lado, Ucrania dice que puede haber una negociación, siempre y cuando el país recupere el control territorial. Es decir, el diálogo es posible, pero la condición es que el Estado ucraniano retome el control sobre sus fronteras, sobre todo en la parte oriental. Por el lado ruso y de los rusoparlantes, aunque el diálogo es una posibilidad, el primer paso es garantizar la autonomía de las regiones prorrusas, pensando incluso en una organización federal”, puntualiza el internacionalista.
El conflicto ucraniano, que existe desde hace más de tres décadas, no se solucionará en un par de días, y si bien el diálogo parece difícil, una demostración física de la fuerza puede llevar a un caos peor. Por eso, y por la reciente voluntad que mostró Rusia por dialogar, es que Agreda Rudenko opina que reposicionar las tropas y los armamentos de la OTAN puede ser un elemento de negociación entre las partes, dado que es un realidad que la membresía de Ucrania a la alianza militar parece ser un punto sobre el cual ninguna de ellas quiere ceder.
Una de las exigencias de Putin a la OTAN, precisamente, es la de retirar la infraestructura militar instalada en los Estados de Europa del este después de 1997. “Difícilmente, la organización militar acepta esto, sobre todo por la fuerza rusa, pero en esto las partes podrían encontrar un punto medio”, dice Agreda Rudenko.
¿Hasta qué punto la amenaza de una guerra logrará disuadir a Rusia?
La cuestión de Ucrania va más allá y se puede leer desde una postura más amplia: la intención de Putin de posicionar a Rusia como un actor internacional central, desafiando el orden mundial que se consolidó después de la Guerra Fría. “Rusia, desde lo político, y China, más desde lo económico, buscan entrar a un sistema internacional que los penaliza por no seguir el modelo político y económico de Estados Unidos y Occidente. Entretanto, ellos abogan por una visión multipolar y heterogénea del sistema internacional”, dice Agreda Rudenko.
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De ahí que el Kremlin, según sostiene Rouvinski, busque obligar a EE. UU. y a Europa a negociar y reconocer que existen problemas de convivencia en la arena internacional. Lo que nos llevaría a pensar que, pese a la retirada de este martes de algunas tropas, Putin seguirá presionando a Ucrania. “Kiev va a tener muchas dificultades porque Putin seguirá insistiendo con ataques cibernéticos y presión económica, sobre todo en este segundo punto porque Ucrania depende en gran medida de Rusia y tal es el caso del gasoducto Nord Stream 2: si llega a ponerse en funcionamiento, Kiev se quedará sin los ingresos que ellos tenían por el tránsito de gas sobre su territorio”, comentó Rouvinski.
Con esto sobre la mesa, ¿las sanciones serían una opción? El 6 de febrero, Gilles Bertrand, embajador de la Unión Europea en Colombia, le dijo a este diario que, con todo lo que está pasando en Ucrania, “hemos dicho muy claramente que la solución está vinculada al diálogo entre Rusia, EE. UU. y Europa. Esto es importante porque se trata de la seguridad europea”.
Sin embargo, algunos expertos alegaron que, para evitar una escalda, “Putin debe temer la primera descarga de sanciones, no las que podrían venir después de que ya haya comenzado una invasión”, comentaron los analistas Edward Fishman y Chris Miller a Politico.
Con todo y eso, Bertrand insiste en que ese podría no ser el mejor camino: “La idea de que las sanciones serían más eficaces antes de cualquier cosa es una manera de verlo, pero también hay un argumento y es que nosotros no creemos necesariamente que hay que hacer cosas para que la situación empeore, pero sí estamos listos para reaccionar a cualquier otro elemento”.
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