EE le explica: ¿por qué la miel se convirtió en el nuevo pasaporte en Yemen?
La guerra dejó a Yemen dividida en tres. Con el conflicto surgieron controles militares que han hecho que para la mayoría de ciudadanos sea imposible movilizarse. Pero los apicultores gozan de cierta inmunidad y privilegio, ¿por qué?
Han pasado casi seis años desde que estalló la guerra civil en Yemen y el final no parece cerca. Según Amnistía Internacional, el conflicto no muestra indicios reales de finalizar. El pueblo continúa sufriendo como consecuencia de las hostilidades militares. Hay hambre, pobreza, enfermedad, migración al exterior y, además, un problema de circulación interna.
Con la guerra aparecieron barricadas y controles militares que han hecho que la ciudadanía no pueda movilizarse por su propio país. Sin embargo, hay un grupo que parece contar con un ‘salvoconducto’: el de los apicultores. ¿Por qué? El Espectador le explica.
Primero, ¿por qué hay una guerra en Yemen?
En 2011, la Primavera Árabe llegó a Yemen causando un levantamiento social contra el gobierno autoritario de Ali Abdullah Saleh. Ante la presión de la ciudadanía, Saleh le encomendó al poder a su vicepresidente, Abdrabbuh Mansour Hadi, esperando que esa transición estabilizara al país. Pero no pasó así.
Hadi se enfrentó, además de los problemas preexistentes como la corrupción y la inseguridad alimentaria, a ataques del grupo terrorista Al Qaeda y al surgimiento de un movimiento separatista en el sur del país, liderado por los hutíes, quienes pertenecen a una rama del chiismo (una rama del islam) que se sintieron marginados de todo el proceso de reestructuración luego de la revolución.
Desde entonces, el país quedó fracturado en tres partes: el norte, donde los hutíes, que lucharon contra Saleh durante años tomaron el control; y el sur, donde los ciudadanos también se dividieron entre el apoyo a Emiratos Árabes Unidos (EAU) y al presidente Hadi, que fue forzado al exilio en EAU.
¿Entonces cuáles son los bandos?
El de los hutíes, que según Arabia Saudita están recibiendo apoyo de Irán y que se apoderaron de Saná, capital de Yemen, en 2015. Y el de las fuerzas gubernamentales de Hadi, que reciben apoyo de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Estos bandos, además se han visto asediados por las luchas internas. Y todo esto sin considerar que los grupos yihadistas como de la organización terrorista Al Qaeda en la Península Arábiga reforzaron su poder en el sur al igual que el Estado Islámico. En conclusión, Yemen se volvió un hervidero de problemas y conflictos, y la población se ha visto rodeada por toda esa guerra.
Con el conflicto en Yemen surgieron comandos militares y puestos de control que obstaculizan a la ciudadanía para moverse de norte a sur y viceversa. Pero en medio de todo, los apicultores han podido esquivar esos controles, lo que nos lleva a nuestra siguiente gran pregunta.
¿Por qué los apicultores tienen un ‘salvoconducto’ para atravesar las fronteras?
La miel se ha convertido en una especie de pasaporte para atravesar los controles militares, incluso en tiempos de los devastadores bombardeos de las fuerzas gubernamentales y sus aliados. Por su trabajo, los apicultores tienen que movilizarse en búsqueda de las mejores flores para sus abejas.
“Ni los soldados del Ejército yemení ni los hutíes nos cobran nunca tasas cuando nos paran en los controles militares”, aseguró Alí Hussein Jaled, apicultor de 35 años, al diario El País de España.
Los apicultores cargan sus colmenas en sus camionetas y se dirigen a trabajar. Como no entran en el debate de qué región es la que debe ostentar el poder, estos cuidadores de abejas no son molestados por los soldados en los retenes.
“De cualquier manera, tienen miedo de nuestras abejas. Pasamos la mayor parte del tiempo sin control “, le dijo con tono burlón Saïd Al-Aulaqi, de 40 años, apicultor en Chabwa, en el sur del país al diario Le Monde.
A pesar de la guerra, en todos los frentes la gente hace lo posible por mantener algo de normalidad.
¿Podrá el país regresar a un periodo de estabilidad?
Los diálogos que auspició la Organización de Naciones Unidas y que terminaron en 2018 llevaron a una serie de treguas irregulares en 2019. En 2020, las partes acordaron un plan de canjes de prisioneros, algo que no había ocurrido antes. Sin embargo, para Amnistía Internacional el conflicto es cada vez más intenso y la paz está lejos de conseguirse. Todos los bandos están implicados en ataques indiscriminados, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, violaciones y otros malos tratos en los últimos años.
¿Cuál ha sido el costo de la guerra?
Según Naciones Unidas, la situación en Yemen es “el peor desastre humanitario causado por el hombre”. Más de 16 millones de personas despiertan a diario con hambre, cerca de 4 millones de personas han sido obligadas a huir de sus hogares desde 2015 y más de 20.000 civiles han muerto.
Le recomendamos: La corta distancia entre Yemen y Colombia
Han pasado casi seis años desde que estalló la guerra civil en Yemen y el final no parece cerca. Según Amnistía Internacional, el conflicto no muestra indicios reales de finalizar. El pueblo continúa sufriendo como consecuencia de las hostilidades militares. Hay hambre, pobreza, enfermedad, migración al exterior y, además, un problema de circulación interna.
Con la guerra aparecieron barricadas y controles militares que han hecho que la ciudadanía no pueda movilizarse por su propio país. Sin embargo, hay un grupo que parece contar con un ‘salvoconducto’: el de los apicultores. ¿Por qué? El Espectador le explica.
Primero, ¿por qué hay una guerra en Yemen?
En 2011, la Primavera Árabe llegó a Yemen causando un levantamiento social contra el gobierno autoritario de Ali Abdullah Saleh. Ante la presión de la ciudadanía, Saleh le encomendó al poder a su vicepresidente, Abdrabbuh Mansour Hadi, esperando que esa transición estabilizara al país. Pero no pasó así.
Hadi se enfrentó, además de los problemas preexistentes como la corrupción y la inseguridad alimentaria, a ataques del grupo terrorista Al Qaeda y al surgimiento de un movimiento separatista en el sur del país, liderado por los hutíes, quienes pertenecen a una rama del chiismo (una rama del islam) que se sintieron marginados de todo el proceso de reestructuración luego de la revolución.
Desde entonces, el país quedó fracturado en tres partes: el norte, donde los hutíes, que lucharon contra Saleh durante años tomaron el control; y el sur, donde los ciudadanos también se dividieron entre el apoyo a Emiratos Árabes Unidos (EAU) y al presidente Hadi, que fue forzado al exilio en EAU.
¿Entonces cuáles son los bandos?
El de los hutíes, que según Arabia Saudita están recibiendo apoyo de Irán y que se apoderaron de Saná, capital de Yemen, en 2015. Y el de las fuerzas gubernamentales de Hadi, que reciben apoyo de Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Estos bandos, además se han visto asediados por las luchas internas. Y todo esto sin considerar que los grupos yihadistas como de la organización terrorista Al Qaeda en la Península Arábiga reforzaron su poder en el sur al igual que el Estado Islámico. En conclusión, Yemen se volvió un hervidero de problemas y conflictos, y la población se ha visto rodeada por toda esa guerra.
Con el conflicto en Yemen surgieron comandos militares y puestos de control que obstaculizan a la ciudadanía para moverse de norte a sur y viceversa. Pero en medio de todo, los apicultores han podido esquivar esos controles, lo que nos lleva a nuestra siguiente gran pregunta.
¿Por qué los apicultores tienen un ‘salvoconducto’ para atravesar las fronteras?
La miel se ha convertido en una especie de pasaporte para atravesar los controles militares, incluso en tiempos de los devastadores bombardeos de las fuerzas gubernamentales y sus aliados. Por su trabajo, los apicultores tienen que movilizarse en búsqueda de las mejores flores para sus abejas.
“Ni los soldados del Ejército yemení ni los hutíes nos cobran nunca tasas cuando nos paran en los controles militares”, aseguró Alí Hussein Jaled, apicultor de 35 años, al diario El País de España.
Los apicultores cargan sus colmenas en sus camionetas y se dirigen a trabajar. Como no entran en el debate de qué región es la que debe ostentar el poder, estos cuidadores de abejas no son molestados por los soldados en los retenes.
“De cualquier manera, tienen miedo de nuestras abejas. Pasamos la mayor parte del tiempo sin control “, le dijo con tono burlón Saïd Al-Aulaqi, de 40 años, apicultor en Chabwa, en el sur del país al diario Le Monde.
A pesar de la guerra, en todos los frentes la gente hace lo posible por mantener algo de normalidad.
¿Podrá el país regresar a un periodo de estabilidad?
Los diálogos que auspició la Organización de Naciones Unidas y que terminaron en 2018 llevaron a una serie de treguas irregulares en 2019. En 2020, las partes acordaron un plan de canjes de prisioneros, algo que no había ocurrido antes. Sin embargo, para Amnistía Internacional el conflicto es cada vez más intenso y la paz está lejos de conseguirse. Todos los bandos están implicados en ataques indiscriminados, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, violaciones y otros malos tratos en los últimos años.
¿Cuál ha sido el costo de la guerra?
Según Naciones Unidas, la situación en Yemen es “el peor desastre humanitario causado por el hombre”. Más de 16 millones de personas despiertan a diario con hambre, cerca de 4 millones de personas han sido obligadas a huir de sus hogares desde 2015 y más de 20.000 civiles han muerto.
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