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Pocas horas antes de que las últimas tropas de Estados Unidos subieran al avión militar que los devolvió a su país, tras 20 años de una guerra larga, inútil y costosa, varios cohetes chocaron contra el aeropuerto de Kabul, capital de Afganistán, presagiando lo que seguirá para un país sumido en la pobreza, la guerra y el terror.
“El último avión C-17 despegó del aeropuerto de Kabul el 30 de agosto a las 11:59 pm” declaró el general Kenneth McKenzie en una rueda de prensa. “Aunque se completó la evacuación militar, continúa la misión diplomática para asegurar más ciudadanos estadounidenses y afganos elegibles que quieran irse”, agregó el jefe del Comando Central de EE. U. a cargo de Afganistán.
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“Solo existía la dura realidad de cumplir con el acuerdo para retirar nuestras fuerzas o intensificar el conflicto y enviar a miles de soldados estadounidenses más al combate en Afganistán, entrando en la tercera década del conflicto”, dijo Biden mientras los talibanes tomaban el control de Kabul el pasado 15 de agosto. Dado que el expresidente Donald Trump llegó a un acuerdo con los talibanes el año pasado para retirarse, Biden ha insistido en que no tuvo más remedio que cumplir el trato que heredó o enviar a decenas de miles de soldados estadounidenses de regreso a Afganistán para arriesgar sus vidas en una “guerra eterna”.
Biden fue el tercer presidente consecutivo que estaba decidido a terminar la guerra en Afganistán de una vez por todas, la cual ha costado la vida a más de 4.000 soldados estadounidenses y a unos 240.000 afganos, con un gasto de hasta US$2 billones, recuerda Peter Baker en el periódico The New York Times.
El debate político apenas comienza en Washington, mientras que en Afganistán lo único que se vislumbra en el horizonte es un futuro oscuro. Con la salida del último avión con 250 uniformados estadounidenses, concluye la guerra más larga y costosa de Estados Unidos.
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Los talibanes habían informado que solo esperaban este anuncio para ponerse al frente del destrozado país, pero lo cierto es que deberán enfrentar primero las muchas divisiones que tienen. El líder talibán informó, a través de sus voceros, que solo espera la retirada definitiva de los estadounidenses para mostrarse públicamente. Laurel Miller, que dirige el programa Asia, del International Crisis Group, recuerda que Hibatullah Akhundzada no se deja ver desde hace muchos años, por cuestión de seguridad. Pero ahora tendrá que aparecer, pues antes de comenzar a gobernar ya enfrenta una terrible amenaza: el Estado Islámico de Khorasan (EI-K), que cometió una masacre el pasado viernes en el aeropuerto de Kabul.
El Estado Islámico y los talibanes son enemigos. Aunque los dos se disputan el protagonismo de la yihad, difieren en el plano teológico y estratégico. La enemistad creció cuando el régimen talibán le impidió al Estado Islámico controlar terreno en Afganistán, enviando presos a varios de sus miembros; sin embargo, en el avance hacia Kabul los talibanes abrieron las prisiones, liberando sin el menor control tanto a sus combatientes como a los militantes del EI, una decisión que adquiere cada vez más la categoría de error.
El talibán asegura que con la salida de EE. UU. los ataques del EI deben terminar, que abordarán la corrupción y que su gobierno será más abierto que el primero (1996-2001), en el que sometieron a los afganos a una represión salvaje. Pero los analistas anticipan que los peores días están por venir, pues Afganistán se enfrenta a amenazas adicionales, como el aislamiento internacional y el cambio climático.
Afganistán encarna una nueva clase de crisis internacional, en la que los peligros de la guerra chocan con los del cambio climático, lo que crea un círculo vicioso que castiga a algunas de las personas más vulnerables del mundo y destruye la capacidad de sus países para hacerle frente, señala el Times. “Y aunque sería fácil atribuir el conflicto de Afganistán al cambio climático, los efectos del calentamiento actúan como lo que los analistas militares denominan multiplicadores de la amenaza, al amplificar los conflictos por el agua y dejar sin trabajo a la gente en una nación cuya población vive en gran medida de la agricultura, mientras el conflicto mismo consume atención y recursos”, resalta el diario.
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“La guerra ha exacerbado los efectos del cambio climático. Durante 10 años, más del 50 % del presupuesto nacional se ha destinado a la guerra”, comentó a The New Yok Times Noor Ahmad Akhundzadah, profesor de hidrología de la Universidad de Kabul. “Ahora no hay gobierno y el futuro es incierto. Nuestra situación actual es totalmente desesperada”. La alta comisionada adjunta del Acnur, Kelly Clements, advirtió que, en el peor de los escenarios, hasta 515.000 refugiados podrían huir de Afganistán en el presente año.