“El adiós más difícil de mi vida”: colombiana sobreviviente en la guerra de Israel
Las personas que han superado los bombardeos y tomas de rehenes en Gaza e Israel se han convertido en sobrevivientes de un conflicto que ha cobrado la vida de más de 3.000 personas. Presentamos el relato de dos habitantes de la región que han sobrevivido a los primeros tres días de guerra.
Hugo Santiago Caro
Del lado que se ubiquen entre Israel y Palestina, independientemente de su posición en el conflicto histórico entre ambos Estados, lo cierto es que son los civiles quienes están siendo asesinados.
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Del lado que se ubiquen entre Israel y Palestina, independientemente de su posición en el conflicto histórico entre ambos Estados, lo cierto es que son los civiles quienes están siendo asesinados.
No basta con decir que están acostumbrados a ataques esporádicos en ambos lados del enclave, a que ocasionalmente caigan misiles o que suenen las alarmas para buscar los refugios antibombas con los que cuentan los hogares que los tienen.
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Efectivamente que la suma de personas asesinadas entre contraofensiva y ofensiva ya vaya llegando a los 3.000 muertos habla de un conflicto sin precedentes en la historia de esta región.
Fue un ataque completamente sorpresa, a la madrugada del sábado. La comunidad judía celebraba el Sucot, o la fiesta de los tabernáculos, por la que se encontraban de solemnidad religiosa, con la guardia baja, entre comillas, y la agresiva incursión de Hamás fue imposible de ser detectada.
Andrea (nombre cambiado para proteger su identidad), una colombiana residente en el centro de Israel, se encontraba durmiendo con su esposo, un israelí miembro de la reserva del Ejército del país, cuando las alarmas antibombas irrumpieron el silencio matutino.
“No sabíamos que iba a empezar tan fuerte, porque siempre empiezan tirando misiles y el misil es el que dispara las alarmas según en el área en la que vaya a caer, pero acá jamás”, cuenta.
Cabe resaltar que su residencia no está cerca de la Franja de Gaza, por donde se produjo la primera incursión de Hamás. Andrea asegura que la sorpresa fue total, pues de lo bien planeado que estuvo el ataque, lograron distraerles con los primeros misiles, hasta que comenzaron a caer paracaidistas.
De allí vino la angustia de saber qué estaba pasando, seguir las noticias minuto a minuto para saber qué tan grande era el riesgo de que la ofensiva penetrara por tierra hasta su residencia. Cabe resaltar que el Ejército israelí alcanzó a combatir a los militantes de Hamás hasta en 22 puntos diferentes del país.
Como Andrea vive en una zona de conflicto, su familia siempre está avisada por ella cuando ocurre algún ataque desde el bando islámico. Sin embargo, fue mucho más difícil calmar a su familia en Colombia con el inicio de una guerra.
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“Ahora es por todas partes que están atacando, entonces no, ellos están exageradamente preocupados, pero yo encontré mi mecanismo de defensa y cada día, todas las mañanas los estoy actualizando, los llamo constantemente a decirles que estoy bien, pero sí, les pido que recen, que es lo único que hay que hacer ahora para que esto acabe pronto”, cuenta.
Entonces vino la despedida. Al ser reservista, el esposo de Andrea fue reclutado para la contraofensiva israelí contra Gaza. En palabras del ministro de Defensa de Israel: “Estamos imponiendo un asedio total a Gaza (...) ni electricidad, ni comida, ni agua, ni gas, todo cerrado”, dijo Yoav Gallant en un video, refiriéndose a la población de este enclave palestino, habitado por 2,3 millones de personas. “Estamos combatiendo contra animales y actuamos en consecuencia”, agregó Gallant.
Sin embargo, lejos de la crueldad que imponen los que toman las decisiones en ambos bandos, para Andrea fue el adiós más duro de su vida. “Es decir adiós, de los más difíciles que he tenido que ver en mi vida. Siempre. Cada año se iba dos semanas a entrenarse al ejército y era difícil, pero esta vez no fue por opción, sino por obligación”, cuenta entre lágrimas.
Ahora hablan cada mañana, y él la actualiza de la situación que viven en la línea de ataque. Dice que la tranquiliza y le permite estar al tanto de lo que está ocurriendo. Asegura que, desde su conversión al judaísmo, sabe que él está allí, de vuelta en el pelotón y es consciente que “este también es mi país y que él me está protegiendo”.
Para este martes, Andrea está cumpliendo un plazo de 72 horas dentro de un refugio sin acceso a Internet, sin saber qué pasa de puertas para afuera. Una de las últimas acciones que realizó antes de que la alarma avisara en la ciudad que debían resguardarse, fue buscar la forma de salir a la calle y entregar donaciones para el ejército. Dice que es la forma de apoyar a su esposo desde su lugar.
Una guerra con cara y apellido
Así como Andrea, David y su familia estaban durmiendo en su casa, en Jerusalén, cuando se enteraron por redes sociales de lo que estaba sucediendo al sur del país. La noche anterior habían estado celebrando el cumpleaños de su hijo hasta tarde, por lo que despertar con esta noticia parecía algo difícil de asimilar.
“Es como una disonancia cognitiva, porque tú no sabes qué está pasando la frontera y qué es lo que ellos vienen a hacer. Entonces comienza la impotencia, la incertidumbre. Fue terrible, han sido tres días terribles”, cuenta después de salir del refugio que queda cerca de su edificio, pues la alarma hizo que tuviera que salir corriendo a resguardarse.
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Cuenta que sirvió para el ejército en la primera guerra de Israel contra Líbano en 1982, por lo que sabe manejar la presión de estar en medio de una guerra. A diferencia del esposo de Andrea, no fue llamado como reservista.
“Yo tengo una perrita en la casa, entonces hay que agarrarla y bajar. En la época que estuve en el Líbano estuve bajo bombardeos muchas veces, no pierdo la calma y sé cómo controlar la situación a mi nivel. Sin embargo, la gente alrededor tuyo está muy asustada. Tienes que tratar de transmitir un poco de tranquilidad y seguridad, llegas al refugio donde están los vecinos y donde hay niños, allí tratamos de hablar y tranquilizar a la gente, pero esto ya ha pasado seis veces en dos días”, continúa.
Ahora, mientras la escalada sin precedentes continúa en ambos bandos, lo que le queda a David y su familia es prepararse, conseguir suministros y resguardarse para no correr riesgos innecesarios en la calle, como caer como rehenes de las milicias de Hamás o la Yihad Islámica.
“Yo tomo leche de lactosa, por ejemplo, y no había esta mañana en el supermercado. La gente está callada, las calles vacías, sientes la tensión en el ambiente. Hay preocupación de verdad. Estoy bien, al igual que mi familia, mis hijos y mis familiares cercanos, todos estamos bien, pero lentamente empiezan a filtrarse los nombres de gente que murió en la fiesta, allá en el bosque, o alguna persona de las fuerzas militares, y empiezas a tener conocidos ahí. Entonces ahora la guerra tiene una cara y un apellido”, concluye.
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