El conflicto Israel-Hamás, una oportunidad para la violencia del Estado Islámico
Mientras los bombardeos israelíes continúan en Gaza, donde más de 22.000 personas han muerto, y se recrudece la violencia en Cisjordania, crecen los temores de un enfrentamiento regional: a la ecuación de las complejas relaciones en Oriente Medio se acaba de sumar el Estado Islámico. Para algunos, esto es reflejo de la guerra híbrida entre Irán e Israel, con varios “proxies” de por medio.
Israel confirmó el jueves que, tras perpetrar un ataque aéreo en el norte de Gaza, falleció Mamdouh Lolo, una figura central en la Yihad Islámica Palestina. Además, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos llevaron a cabo en Bagdad un ataque en contra de un líder de la milicia Harakat Hezbolá al-Nujaba, cercana a Irán, a quien culpaban de agredir a soldados estadounidenses en Irak, donde hay cerca de 2.500 de sus combatientes. Por otro lado, un barco hutí, cargado con explosivos, detonó en el mar Rojo. Todo esto ocurrió días después de que Sayyed Razi Mousavi, considerado uno de los comandantes de los Pasdaran iraníes en Siria, muriera luego de un ataque aéreo atribuido a Israel en un suburbio de Damasco, ocurrido la semana pasada, así como después de que Saleh al Aruri, segundo de Hamás, falleciera el martes tras un bombardeo en Beirut y de que el miércoles explotaran dos bombas en la ciudad iraní de Kermán, cuya responsabilidad se la atribuyó el Estado Islámico, durante la ceremonia de los cuatro años de fallecimiento del comandante Qassem Suleimani.
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Israel confirmó el jueves que, tras perpetrar un ataque aéreo en el norte de Gaza, falleció Mamdouh Lolo, una figura central en la Yihad Islámica Palestina. Además, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos llevaron a cabo en Bagdad un ataque en contra de un líder de la milicia Harakat Hezbolá al-Nujaba, cercana a Irán, a quien culpaban de agredir a soldados estadounidenses en Irak, donde hay cerca de 2.500 de sus combatientes. Por otro lado, un barco hutí, cargado con explosivos, detonó en el mar Rojo. Todo esto ocurrió días después de que Sayyed Razi Mousavi, considerado uno de los comandantes de los Pasdaran iraníes en Siria, muriera luego de un ataque aéreo atribuido a Israel en un suburbio de Damasco, ocurrido la semana pasada, así como después de que Saleh al Aruri, segundo de Hamás, falleciera el martes tras un bombardeo en Beirut y de que el miércoles explotaran dos bombas en la ciudad iraní de Kermán, cuya responsabilidad se la atribuyó el Estado Islámico, durante la ceremonia de los cuatro años de fallecimiento del comandante Qassem Suleimani.
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Desde la semana pasada el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, advirtió que, además de la Franja de Gaza, donde han muerto más de 22.000 personas en medio de la represalia del Estado judío contra Hamás, y de Cisjordania, donde han fallecido más de 300 palestinos a manos de los soldados israelíes y de los colonos, las hostilidades también se han esparcido por Irán, Yemen, Siria, Líbano e Irak. De hecho, tras la muerte de Mousavi, condenada por Teherán, cuyo presidente advirtió que es “una muestra de la frustración y la debilidad del régimen sionista, por las cuales con toda seguridad pagará un precio”, el jefe del ejército israelí, Herzi Halevi, agregó: “Estamos trabajando con otras organizaciones de seguridad en todo Oriente Próximo, dentro de las fronteras del Estado y alrededor de ellas”. Afirmó, asimismo, que Israel actuaría siempre que fuera necesario, “para dejar muy claro que estamos comprometidos a defender nuestro país y dispuestos a llegar lejos”.
Estos sucesos, al menos para Manuel Camilo González, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Javeriana, se pueden leer a la luz del reciente capítulo del conflicto palestino-israelí: si bien el Estado judío tuvo en un principio un relativo consenso de los gobiernos frente a la agresión de Hamás y a su derecho a la defensa, poco a poco ha perdido esa imagen, sobre todo por las acusaciones de violaciones al derecho internacional humanitario. “Lo que vemos ahora”, según él, “es un nuevo reto: ¿cómo cumplir la promesa de eliminar a esta organización del tablero político en la región? Mediante operaciones de ataques limitados a objetivos de alto valor en países vecinos, Israel trata de neutralizar al grupo palestino. Sin embargo, esto está abriendo la posibilidad de que los actores que apoyan a Hamás en lo diplomático y lo político empiecen a reconsiderar nuevas formas de oponérsele, debido a la violación por parte de Tel Aviv de sus fronteras”.
Aquello, al menos para Janiel Melamed, Ph.D. en seguridad internacional e investigador de la Universidad del Norte, reitera lo que desde el principio se ha planteado como un posible escenario de escalonamiento hacia un teatro de conflictividad regional amplio. “Quizás estos frentes de disputa multiactoral son mucho más visibles a partir de los ataques terroristas del 7 de octubre, pero son parte de un ciclo de acción y reacción agendado con mucha más antelación, que se manifiesta en la forma de una guerra híbrida entre Israel e Irán”. Reconoce que eso puede parecer un contrasentido, pues entre Teherán y Tel Aviv hay más de 1.000 kilómetros de distancia, además de que no comparten fronteras ni disputas territoriales directas. No obstante, ahí es donde el uso de actores delegados, o proxies, como Hamás o Hezbolá, adquieren importancia a través de un repertorio de acciones armadas, guerras y actos de terrorismo o sabotaje, entre otros.
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En medio de ello se suma el reconocimiento del Estado Islámico de los atentados en Irán, algo que para González resulta inesperado dentro de las complejas relaciones en Oriente Medio. Además de que las explosiones demuestran que en este tipo de grupos la muerte de sus cuadros no garantiza su eliminación completa, cree, además, que dentro del caos del conflicto palestino hay una suerte de oportunismo: “El Estado Islámico, surgido alrededor de la población suní excluida y de la insurgencia en el Irak pos-Saddam Hussein, está reactivando el clivaje violento de las relaciones en el interior de las confesiones islámicas”.
Algo de eso también advirtió Melamed: “El Estado Islámico y Al-Qaeda son organizaciones extremistas sunitas, cuyo accionar y potencial de violencia en la zona siguen palpables, aunque hayan venido a menos en sus capacidades operativas”. Más aún, la atribución de la responsabilidad de los atentados en Irán, que es un país mayoritariamente chiíta, para él, subraya matices de odio étnico-religioso, en especial a la memoria del propio Suleimani, a quien se le considera el artífice de la estrategia de expansión y consolidación iraní en la región. “Él es la mente maestra detrás de la meta de proyectar capacidades en varios escenarios, incluyendo, especialmente, Líbano con Hezbolá, en Siria con el despliegue de fuerzas de asesoramiento, en Yemen con los hutíes y en Irak con las milicias proiraníes. De hecho, el Estado Islámico lo consideraba un enemigo, porque este grupo tenía presencia, capacidad operativa y control territorial en Irak y Siria; sus intereses chocaban con los iraníes, eran contrapuestos, tanto en lo geopolítico y geoestratégico, pero también en lo étnico-religioso”.
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