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“Son los talibanes, pero en peor”. Un día después del sangriento ataque contra un hospital de Kabul reivindicado por el Estado Islámico, sus lugareños temen este nuevo enemigo invisible que usa ahora los antiguos métodos talibanes en su contra.
“Los talibanes nos llamaban infieles. Ahora, son ellos quienes mueren porque son considerados infieles” por el EI, analiza en caliente un comerciante en el barrio del hospital militar atacado, todavía en estado de sitio.
“Y en esta guerra, no tienen ninguna opción de ganar”, profetiza.
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En la calle del hospital donde al menos 19 personas murieron en la víspera, según un balance todavía incierto, un operario de limpieza echa un cubo de agua sobre las manchas de sangre.
Un guardia talibán le muestra con su fusil el alambre de la valla donde todavía quedan restos humanos.
“Les habíamos dicho que no dejaran circular vehículos en esta calle. El hospital ya había sido atacado, pero no nos escucharon”, dice a AFP un médico de ese centro, bajo condición de anonimato.
El hospital fue objeto de un ataque en marzo de 2017 por asaltantes vestidos como personal médico, también reivindicado por el EI.
Durante seis horas masacraron a las personas dentro del edificio, causando un balance de decenas de víctimas que, algunas fuentes de seguridad, elevaron al centenar.
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Atentado después del atentado
Para el médico del hospital militar, “Daesh (el acrónimo árabe del EI, ndlr) y los talibanes son las dos orejas de una misma cabeza de asno”.
“Yo no distingo la diferencia. Tienen las mismas barbas, la misma indumentaria. Para mi, son religiosos que la toman contra quienes son diferentes a ellos, contra quienes no han sido educados en la religión como ellos”.
Pero respecto a sus métodos, “Daesh son los talibanes, pero en peor. Sus ataques son todavía más complicados y peligrosos”, añade.
Esta vez, una moto bomba se acercó a la puerta principal del hospital y su conductor la hizo detonar. Detrás, hombres armados dispararon y consiguieron penetrar en el recinto.
Una veintena de minutos después, cuando llegaron las fuerzas especiales de los talibanes, apareció otro vehículo bomba, con aspecto de taxi, indicaron testigos.
Esta táctica de lanzar un segundo ataque aprovechando la confusión del primero, empleada por los talibanes cuando eran insurrectos al gobierno respaldado por Occidente, es la pesadilla de los habitantes de Kabul.
“Después de la primera explosión, veía a la gente afuera herida, pero no podía ir a socorrerlos porque sabía que había rápidamente una segunda explosión y es lo que ocurrió”, relata el doctor.
Talibanes inquietos
Ya fuertemente desplegadas en el resto de la ciudad, las patrullas de talibanes armados hasta los dientes son especialmente omnipresentes en el lugar del ataque. Detienen vehículos, verifican la documentación de sus ocupantes, inspeccionan los maleteros...
Hazrat Noor, un granjero de la región de Yauzyán (norte) que lleva varias semanas atendido en el hospital de Kabul, asegura que “no haberse sentido tan seguro desde hace 40 años”.
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“El Daesh no osará volver a atacar. Era su último intento, los talibanes son fuertes, tienen el control en todos lados. Daesh no es nada”, asegura este hombre mayor, con una indumentaria típicamente talibán.
Pero los vigilantes talibanes transmitían inquietud un día después del ataque. Los guardias pedían a la prensa no aglomerarse “porque la zona no estaba limpia” y dirigían miradas suspicaces a cualquier persona que llegara al perímetro.
Encargado de la seguridad del lugar, Mohamad Torbi, presente en el momento del atentado, asegura que puede reconocer a los miembros del EI “porque son diferentes en su acento y su comportamiento”.
“Sabemos en seguida que no son de los nuestros”, afirma este talibán llegado de Vardak (centro), con un uniforme de estética occidental coronado con un gorro de esquí en la cabeza.
“Pero ayer, llevaban nuestros uniformes”, explica.