El hombre fuerte de Egipto
Abdel Fatah Al Sisi, jefe del ejército egipcio, quien lideró el golpe contra el presidente Mohamed Mursi advierte que la violencia “no doblegará al Estado”.
Redacción Internacional
El general Abdel Fatah al Sisi es hoy el hombre más temido en Egipto. Y la figura más poderosa del país. Se convirtió en ministro de Defensa y jefe del Ejército de la mano de Mohamed Mursi, quien les pidió la renuncia a los octogenarios comandantes de las Fuerzas Armadas para demostrar que era la hora de una nueva generación de uniformados, unas filas que se subordinaban a su poder. Un año después, ese joven general (59 años), de verbo fácil y voz suave, no dudó en sacar del poder al primer presidente elegido democráticamente en la historia egipcia.
Del Ejército han salido los autócratas que han gobernado Egipto durante 60 años cuando derrocaron la monarquía. Cuatro de los últimos cinco mandatarios egipcios: Gammal Abdel Nasser, Anwar Sadat, Hosni Mubarak y Mohammed Hussein Tantawi, han sido miembros de las Fuerzas Armadas. Por eso no sorprende hoy que quien lleve las riendas del país sea Al Sisi. Porque aunque se haya jurado como presidente interno Adli Mansur, es este uniformado quien lleva las riendas del poder. En un discurso tras la masacre contra los campamentos de partidarios del derrocado mandatario, el jefe del Ejército aseguró que no iba a doblegar su mano de hierro. Que “Egipto no cederá ante la violencia de los islamistas”. Fue contundente: “Quien imagine que la violencia doblegará al Estado y a los egipcios debe revisar su postura, no permaneceremos nunca silenciosos ante la destrucción del país”, aseguró.
Al Sisi es un militar de carrera. No es un héroe de guerra como Mubarak, pero a pesar de eso, goza de un gran respeto entre los uniformados. Se preparó para asumir una posición de liderazgo tras ocupar altos cargos en inteligencia y diplomacia de las fuerzas armadas. Fue el responsable de inteligencia y seguridad en el Ministerio de Defensa y el agregado militar en Arabia Saudí. Entró al cerrado círculo de poder militar en 2012, cuando fue nombrado miembro de la Junta Militar que llevó a cabo la transición, luego de la caída de Mubarak. Un detalle muy importante: estuvo un año en la Escuela de Guerra del Ejército estadounidense en Pensilvania, por lo que tiene excelentes relaciones con Washington, que financia al Ejército de Egipto con US$1.300 millones al año.
En la plaza pública logra conmover hasta las lágrimas. Se recuerda por estos días un acto celebrado en abril en donde emocionó a miles de asistentes, incluso a algunos jóvenes revolucionarios que gritaban consignas en su contra en la emblemática plaza Tahrir. Desde entonces su popularidad ha crecido. Así lo señalan las encuestas.
“La lealtad de las fuerzas armadas está con el pueblo y el país”, dijo Sisi en noviembre, cuando partidarios y opositores de Mursi se enfrentaron en las calles por los planes para introducir una nueva Constitución. Pero pronto cambió de opinión y le dijo a Mursi que en 48 horas debía lograr un acuerdo para compartir el poder con sus rivales. Cuando Mursi no cumplió el ultimátum no le tembló la mano y lo derrocó. Hoy advierte que no admitirá más manifestaciones pues “el honor de proteger la voluntad del pueblo es más importante que gobernar Egipto”. Algunas protestas ya fueron canceladas. Todo puede pasar en el país.
El general Abdel Fatah al Sisi es hoy el hombre más temido en Egipto. Y la figura más poderosa del país. Se convirtió en ministro de Defensa y jefe del Ejército de la mano de Mohamed Mursi, quien les pidió la renuncia a los octogenarios comandantes de las Fuerzas Armadas para demostrar que era la hora de una nueva generación de uniformados, unas filas que se subordinaban a su poder. Un año después, ese joven general (59 años), de verbo fácil y voz suave, no dudó en sacar del poder al primer presidente elegido democráticamente en la historia egipcia.
Del Ejército han salido los autócratas que han gobernado Egipto durante 60 años cuando derrocaron la monarquía. Cuatro de los últimos cinco mandatarios egipcios: Gammal Abdel Nasser, Anwar Sadat, Hosni Mubarak y Mohammed Hussein Tantawi, han sido miembros de las Fuerzas Armadas. Por eso no sorprende hoy que quien lleve las riendas del país sea Al Sisi. Porque aunque se haya jurado como presidente interno Adli Mansur, es este uniformado quien lleva las riendas del poder. En un discurso tras la masacre contra los campamentos de partidarios del derrocado mandatario, el jefe del Ejército aseguró que no iba a doblegar su mano de hierro. Que “Egipto no cederá ante la violencia de los islamistas”. Fue contundente: “Quien imagine que la violencia doblegará al Estado y a los egipcios debe revisar su postura, no permaneceremos nunca silenciosos ante la destrucción del país”, aseguró.
Al Sisi es un militar de carrera. No es un héroe de guerra como Mubarak, pero a pesar de eso, goza de un gran respeto entre los uniformados. Se preparó para asumir una posición de liderazgo tras ocupar altos cargos en inteligencia y diplomacia de las fuerzas armadas. Fue el responsable de inteligencia y seguridad en el Ministerio de Defensa y el agregado militar en Arabia Saudí. Entró al cerrado círculo de poder militar en 2012, cuando fue nombrado miembro de la Junta Militar que llevó a cabo la transición, luego de la caída de Mubarak. Un detalle muy importante: estuvo un año en la Escuela de Guerra del Ejército estadounidense en Pensilvania, por lo que tiene excelentes relaciones con Washington, que financia al Ejército de Egipto con US$1.300 millones al año.
En la plaza pública logra conmover hasta las lágrimas. Se recuerda por estos días un acto celebrado en abril en donde emocionó a miles de asistentes, incluso a algunos jóvenes revolucionarios que gritaban consignas en su contra en la emblemática plaza Tahrir. Desde entonces su popularidad ha crecido. Así lo señalan las encuestas.
“La lealtad de las fuerzas armadas está con el pueblo y el país”, dijo Sisi en noviembre, cuando partidarios y opositores de Mursi se enfrentaron en las calles por los planes para introducir una nueva Constitución. Pero pronto cambió de opinión y le dijo a Mursi que en 48 horas debía lograr un acuerdo para compartir el poder con sus rivales. Cuando Mursi no cumplió el ultimátum no le tembló la mano y lo derrocó. Hoy advierte que no admitirá más manifestaciones pues “el honor de proteger la voluntad del pueblo es más importante que gobernar Egipto”. Algunas protestas ya fueron canceladas. Todo puede pasar en el país.