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De niño, Yaakov Weissmann vivió escondido en Francia durante el genocidio perpetrado por los nazis y sus colaboradores contra los judíos europeos. A sus 83 años ha vuelto a escapar de la muerte, esta vez de manos de los milicianos palestinos de Hamás.
Diez días después del ataque del movimiento islamista en territorio israelí, lanzado el 7 de octubre, este agricultor jubilado habla de la “tristeza” y la “ira” que siente al pensar en los 20 muertos de Netiv Haassara. A muchos los conocía personalmente.
“¿Cómo pudo verse sorprendido nuestro famoso ejército?”, se pregunta.
El sábado 7 de octubre, coincidiendo con el final de la fiesta judía de Sucot, cientos de combatientes de Hamás se infiltraron en Israel por tierra y aire desde la Franja de Gaza.
Más de 1.400 personas murieron en este asalto, que conmocionó al país, mientras que los bombardeos israelíes efectuados en represalia en Gaza han dejado por el momento más de 2.750 muertos, según las autoridades de Hamás, que gobierna este enclave palestino.
Yaakov Weissmann, nacido en Francia en 1940, dice que el ataque le refrescó los recuerdos de su infancia durante la Segunda Guerra Mundial.
Sus padres polacos huyeron de los pogromos en su tierra natal para instalarse en Francia en 1933, si bien su padre fue luego detenido en 1944 y deportado al campo de exterminio de Auschwitz, donde fueron asesinadas 1,1 millones de personas, en su gran mayoría judíos.
Yaakov vivió escondido con su hermana en un pueblo cerca de Lyon, acogidos por una familia no judía, que fingió que eran sus sobrinos.
A menos de 500 metros de Gaza
En 1959, Yaakov Weissmann se instaló en Israel, en un kibutz cerca de la frontera jordana, con la voluntad de “hacer revivir la tierra”. Luego partió al Sinaí egipcio, ocupado por Israel tras la guerra de 1967, donde fue más adelante uno de los fundadores de un asentamiento agrícola llamado Netiv Haassara.
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Evacuados en 1982 por Israel en el marco de los acuerdos de paz con Egipto, Weissmann se instaló con su familia a menos de 500 metros de la Franja de Gaza, y reconstruyeron su pueblo, del que conservaron el nombre.
Desde 2005, y tras la retirada unilateral israelí de Gaza después de 38 años de ocupación, su pueblo de 800 habitantes se ha acostumbrado a los disparos de cohetes de grupos armados palestinos y a las sirenas de alarma.
El 7 de octubre por la mañana, ante el asalto de los milicianos de Hamás, se metió con su mujer en su refugio armado con un revólver. Poco después escuchó el ruido de las metralletas.
En otras localidades, los civiles no pudieron escapar a los comandos de Hamás, que los mataron o secuestraron, a pesar de los refugios.
Al salir de su refugio, Yaakov Weissmann descubrió aliviado que sus hijos, sus nietos y sus dos bisnietas, 23 descendientes que viven todos en el pueblo, estaban sanos y salvos.
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“Eliminar del mapa a Hamás”
Yaakov Weissman, realojado en una casa de jubilados en Modiin, en el centro de Israel, cuenta que para “vengarse” de los nazis decidió “fundar una familia y seguir viviendo”.
Se niega a comparar a Hamás con el régimen nazi, como hacen algunos israelíes, pero tiene claro que los responsables de la masacre en suelo israelí deben “pagar”.
“Hay que hacer lo que se anunció, eliminar del mapa a Hamás”, afirma Weissmann, después de que las autoridades israelíes prometieran aplastar al movimiento palestino, y mientras se espera una intervención terrestre en la Franja de Gaza.
¿Y cómo ve el futuro?
Weissmann quiere “volver a Netiv Haassara, eso seguro, aunque entendería que mis hijas no quieran”.
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