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En 2008, un ataque contra migrantes irregulares africanos en Johannesburgo (Sudáfrica) dejó más de 60 muertos y 50.000 personas expulsadas de sus hogares. Se convirtió en el peor ataque contra extranjeros en el país. Aunque las lecciones de esta tragedia parecían aprendidas, siete años después un brote de xenofobia ataca de nuevo a la nación.
La semana pasada, una nueva ola de violencia contra comerciantes extranjeros dejó diez muertos y 423 detenidos. Durante tres noches, decenas de locales fueron atacados y quemados por grupos de furiosos sudafricanos. “Sabemos que al menos diez personas han muerto en esta violencia, dos de las cuales eran extranjeras. No hay ira, frustración y agravio que puedan justificar esos actos de destrucción gratuita y de criminalidad”, señaló el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, en un mensaje a la nación. “No hay excusa para los ataques a los hogares y negocios de los extranjeros, así como no hay excusa de ningún tipo para la xenofobia o cualquier forma de intolerancia”, agregó. Vea también: El aumento de ataques xenófobos en Sudáfrica genera migración de nigerianos
Las condenas desde otros países africanos no se hicieron esperar. Para los líderes de la región, Sudáfrica, el país que vivió durante años el apartheid, el régimen de segregación racial impuesto por la minoría blanca, no puede traicionar la lucha de Nelson Mandela, quien murió en 2013 convencido de que los ciudadanos de su país habían abrazado su sueño: una Sudáfrica igualitaria, no racial y no sexista. Hoy los migrantes son vistos como una competencia por la escasez de empleo y los servicios gubernamentales.
Pese al pobre desempeño de la economía sudafricana en los últimos años y el alto desempleo (29 %), Johannesburgo es un gran foco de atracción de inmigrantes de la región que buscan un futuro mejor en el corazón financiero de la nación más desarrollada de África. Al país llegan ciudadanos de Nigeria, principalmente, pero también de Pakistán, Bangladés, República Democrática del Congo (RDC), Malaui, Zimbabue, Zambia y Kenia.
La razón de los ataques, según expertos, parece estar en la desigualdad social, la pobreza y la falta de oportunidades. “Aunque se han producido algunos avances, siguen existiendo muchas fallas en el desarrollo social y económico de los sudafricanos. Ellos se siguen identificando por razas y clasifican a los ciudadanos por grupos raciales”, explicaba Lucy Holborn, investigadora del Instituto de Relaciones Raciales de Johannesburgo.
Sudáfrica tiene una tasa de desempleo extremadamente alta, alrededor del 30 %, y el nivel de desigualdad es uno de los peores del mundo. “En este contexto, los inmigrantes africanos son chivos expiatorios fáciles y los culpan de muchos de estos problemas”, explica Dustin Kramer, politólogo sudafricano con maestría de la Universidad de Oxford.
Los graves problemas sociales provocan tensiones que estallan periódicamente y ponen en el blanco a las comunidades de migrantes, a quienes se acusa de ser responsables de la alta criminalidad y otros problemas del país. Además, el caos es aprovechado por bandas del crimen organizado para actuar con impunidad.
Kramer, quien también es becario de Social Change Initiative, una fundación con sede en Irlanda del Norte, señala que la xenofobia ha sido un problema de mucho tiempo en su país, particularmente hacia inmigrantes de otros países africanos: “A menudo, la violencia es precedida por una retórica xenófoba de los políticos y esto ha empeorado durante años recientes. Proviene de los políticos de todos los partidos políticos, incluso del propio alcalde de Johannesburgo, por ejemplo, que atacó a los migrantes como una estrategia para justificar los fracasos en asuntos claves para la sociedad”.
El alcalde de Johanesburgo, Herman Mashaba, quien hace frecuentes ataques contra los indocumentados, es miembro de la oposición Alianza Democrática. Pero desde el Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela, también han salido comentarios antiinmigrantes.
Sudáfrica no es el único país en donde los inmigrantes son blancos de ataques. “Son un objetivo fácil de culpar de los problemas de una sociedad, y en este caso la sudafricana. Esto sucede a pesar de que las investigaciones siempre muestran que el nivel de inmigración a Sudáfrica es mucho más bajo de lo que se piensa generalmente, y que los migrantes suelen crear empleos y aumentar la economía”, agrega Kramer.
En Sudáfrica, el racismo y la segregación siguen siendo problemas graves, al igual que la pobreza, el crimen y la violencia.
“Debido a la historia de Sudáfrica, mucha gente ve al país como separado del resto del continente, como si no fuera parte de él. En este sentido, los inmigrantes de otros países africanos son vistos por algunos sudafricanos como si no merecieran estar en el país. Esto es también parte de la razón por la cual los políticos pueden promover y utilizar la xenofobia para sus propios propósitos”, concluye Kramer.
Sudáfrica es considerado hoy uno de los países más violentos del mundo. De acuerdo con cifras oficiales, las mujeres suelen ser víctimas de violaciones y agresiones. “Dejen de invertir su dinero en un país que deja a los violadores en libertad”, “Dejen de asesinarnos”, “Señor presidente, los hombres nos violan, los hombres nos matan, ¿qué hace usted?”, protestaron la semana pasada varias mujeres.
Ciudad del Cabo ha sido escenario durante los últimos días de asesinatos. Según la ministra de la Mujer, Maite Nkoana-Mashabane, más de 30 mujeres fueron asesinadas por sus parejas solo en el mes de agosto.
Por su parte, el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, prometió que actuaría. “La violencia contra las mujeres se ha convertido en más que una crisis nacional, es un crimen contra nuestra humanidad”, señaló el mandatario en un mensaje dirigido a la nación desde Ciudad del Cabo (suroeste de Sudáfrica), donde asistía a la edición africana del Foro Económico Mundial.
“La violencia contra las mujeres no es un problema de las mujeres, de lo que dicen o hacen, de lo que una mujer viste o por dónde camina. La violencia contra las mujeres es un problema de los hombres (...) Es, por tanto, obligación de los hombres actuar para acabar con tales comportamientos y crímenes”, destacó.
Ramaphosa reconoció que los casos de muertes o abusos contra mujeres y niños, como los que en los últimos días dejaron “traumatizada” a Sudáfrica, constituyen un grave problema para el país, donde se estima que al menos ocho mujeres mueren cada día, según datos recopilados por la Policía entre 2017 y 2018, los últimos disponibles.
Estas estadísticas policiales no distinguen los sucesos de violencia machista y de violencia relacionada con la criminalidad en general, también muy extendida en el país. En Sudáfrica, no solo el asesinato es una lacra, sino que las violaciones y otros delitos sexuales tienen gran presencia y, de acuerdo con datos de la Policía, se denuncian de media unas 110 violaciones al día.