El “mea culpa” de las universidades en EE. UU.
Muchas de las instituciones más prestigiosas del país vendieron esclavos negros para financiarse. Los estudiantes buscan ahora reparar a las víctimas.
Camilo Gómez / @camilogomez8
En septiembre de 2014, Matthew Quallen, un joven estudiante de la Universidad de Georgetown, desenterró el oscuro pasado de esa institución en una columna del periódico estudiantil: “Georgetown, financiada por el comercio de esclavos”, escribió. La prestigiosa universidad estadounidense había vendido 272 esclavos negros en 1838 por un valor que hoy asciende a US$500.000. Esos fondos fueron usados para financiar la escuela en su momento y pagar sus deudas de sostenimiento. Por ello, el jueves 11 de abril los estudiantes de la Georgetown votaron a favor de crear un fondo de compensación para darles salud y educación a los descendientes de aquellos esclavos vendido. Esta sería la primera gran política de reparación para esclavos en el país.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
En septiembre de 2014, Matthew Quallen, un joven estudiante de la Universidad de Georgetown, desenterró el oscuro pasado de esa institución en una columna del periódico estudiantil: “Georgetown, financiada por el comercio de esclavos”, escribió. La prestigiosa universidad estadounidense había vendido 272 esclavos negros en 1838 por un valor que hoy asciende a US$500.000. Esos fondos fueron usados para financiar la escuela en su momento y pagar sus deudas de sostenimiento. Por ello, el jueves 11 de abril los estudiantes de la Georgetown votaron a favor de crear un fondo de compensación para darles salud y educación a los descendientes de aquellos esclavos vendido. Esta sería la primera gran política de reparación para esclavos en el país.
Según la medida que propone el grupo estudiantil, que fue aprobada por un margen de 2 a 1, todos los estudiantes de Georgetown deben dar una cuota mensual de US$27,20 para un fondo de reconciliación, supervisado por una junta de estudiantes, para reparar a los descendientes de los 272 esclavos vendidos. En total, el fondo generaría más de US$400.000 anuales, pero la política todavía tiene que ser aprobada ante la junta directiva. La controversia por la medida gira en torno a quiénes deben pagar por las actitudes racistas y esclavistas de la institución, pues los estudiantes de Georgetown, aunque están de acuerdo con crear el fondo, consideran que quien debe asumir los costos es la misma institución y no el cuerpo estudiantil, pues es esta la que está en deuda con las víctimas de la esclavitud.
Desde que salió a la luz la columna de Quallen, la Universidad de Georgetown ha tomado algunas medidas para resarcir sus acciones del pasado: se eliminó de un edificio el nombre de Thomas Mulledy —expresidente de la institución encargado de vender los esclavos—, se dio preferencia en la admisión a estudiantes descendientes de los 272 esclavos vendidos y los funcionarios jesuitas celebraron una misa de arrepentimiento. Pero para los estudiantes actuales de la universidad esas medidas no son suficientes y sienten que el proceso de reivindicación de la institución ha sido muy lento. “Sí, es importante cambiar el nombre de los edificios, pero ¿cuál es el legado si los negros no pueden ir a la escuela secundaria? ¿Qué estás prometiendo al final del día?”, dice Shepard Thomas, estudiante de Psicología en Georgetown. “Los vestigios de la esclavitud son todavía evidentes y muchos de los afroamericanos cuyos ancestros fueron esclavizados están marginados. No es suficiente decir que lo siento. Georgetown tiene que poner su dinero donde está e invertir en la comunidad descendiente”, complementó la estudiante Eliza Dunni Phillips tras la votación.
No solo es el grupo estudiantil el que está acelerando los procesos de reparación, sino la esfera política del Partido Demócrata, que busca convertir las políticas antirraciales en un tema central de discusión de cara a las elecciones presidenciales de 2020. Esta semana, el senador Cory Booker presentó un proyecto de ley en el Congreso para estudiar reparaciones raciales para los afroamericanos.
“Lo que está sucediendo ahora mismo en el campus de Georgetown es un reflejo de un clima político más amplio, en el que, creo, la gente está tomando en serio cómo se ve la acción antirracista. No es solo ser amable con los demás o decir que el racismo es algo malo; se trata de tomar en cuenta y responsabilizarse de las formas en que estas decisiones y procesos en el pasado moldean la vida contemporánea”, dice Marcia Chatelain, profesora de Historia y Estudios Afroamericanos consultada por Político.
Georgetown no es la única institución que esconde un oscuro pasado esclavista. Otras universidades de primera categoría en el país, como Harvard, Brown, Princeton, la estatal de Virginia, Alabama, Mississippi y Yale también negociaron con eslavos para sostener sus finanzas, y, en algunos casos, la opresión contra los negros continuó después de la Guerra Civil. A finales de 2001, se acusó a la Universidad de Yale de esconder su historia esclavista, pues un informe publicado por el centro de estudios de la misma institución reveló que las primeras becas de la institución y su biblioteca fueron financiadas con donaciones de traficantes esclavos y que esos personajes resultaron elegidos para bautizar edificios del campus universitario. También se encontró que las autoridades de Yale lideraron el grupo que impidió la construcción de lo que habría sido el “primer colegio universitario norteamericano para negros”, porque, según ellos “sería incompatible con la prosperidad o la existencia de Yale”. La institución cambió el nombre de edificios que llevaban el apellido de defensores de la esclavitud, tal como lo hizo Georgetown.
A pesar del escándalo que generaron estas denuncias contra Yale, la universidad no tomó más medidas en profundidad. La polémica por el pasado esclavista de las instituciones se suma a la controversia creada por el negocio de las admisiones a la educación superior, del que se beneficiaban familias adineradas. Según datos de The Atlantic y The New York Times, la presencia de estudiantes negros en universidades de primera categoría ha disminuido desde 1994.