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El mundo permitió que el talibán completara un año en el poder

El 15 de agosto de 2021, el régimen que ya había gobernado en Afganistán de 1996 a 2001 se tomó la capital. Doce meses después, ante la inacción de la comunidad internacional, la mitad de la población pasa hambre y las libertades individuales conquistadas se perdieron, siendo las mujeres las más afectadas.

15 de agosto de 2022 - 02:00 a. m.
Se perdieron las libertades individuales que se habían conquistado en las dos primeras décadas del siglo, tras la salida del talibán.
Se perdieron las libertades individuales que se habían conquistado en las dos primeras décadas del siglo, tras la salida del talibán.
Foto: AP - Hussein Malla
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Hace un año, el 15 de agosto de 2021, tras una campaña de varios días por todo el país, Kabul cayó en manos del talibán, que aprovechaba la inestabilidad dejada por la retirada estadounidense para treparse de nuevo en el poder. El presidente Ashraf Ghani salió del territorio, donde viven 38 millones de habitantes, y admitió la victoria del grupo opresor que ya había gobernado entre 1996 y 2001.

Un año después de la caída de Kabul, esta sigue siendo una fecha gris para la población. Como se esperaba, la situación es desoladora: unos veinte millones de personas, la mitad de la población, sufren de hambre aguda, con un incremento del 65 % en comparación con el año pasado, según alertó en días recientes la ONG Mercy Corps.

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La sequía y la inflación, agudizada por la guerra en Ucrania, uno de los principales proveedores globales de cereales como el maíz, han empeorado la realidad. “Ni siquiera podemos encontrar pan seco”, dijo la madre de una paciente atendida en un hospital de Lashkar Gah, capital de la provincia de Helmand, citada por la AFP. “No tenemos nada para comer desde hace tres o cuatro días”.

Las libertades individuales que se habían conquistado en las dos primeras décadas del siglo, años posteriores a la salida del talibán, se perdieron. Las jóvenes no han podido regresar a la escuela secundaria, mientras que las mujeres adultas apenas participan del sistema laboral. Son presionadas para quedarse en casa y salir solo cuando sea estrictamente necesario, con el cuerpo cubierto de pies a cabeza.

Ni qué decir de la libertad de expresión y de prensa. Las manifestaciones callejeras son fuertemente reprimidas y dispersadas, en tanto que se calcula que el 60 % de los periodistas han dejado de ejercer, según datos de la organización Reporteros sin Fronteras. Las más afectadas: las mujeres periodistas, que casi en un 80 % han perdido su puesto.

¿Y la comunidad internacional?

Pese a la crisis, el talibán ha logrado durar todo un año en el poder. “Lo que atestiguó el mundo fue que no hubo ninguna respuesta internacional en el escenario afgano. En ese sentido, la relación [con la crisis] es directa”, señala Felipe Medina, docente de Estudios de Medio Oriente de la Universidad Javeriana y de Civilización Islámica de la Universidad del Rosario.

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“La potencia más importante, Estados Unidos, abandonó a la población de Afganistán, especialmente a las mujeres, dejándolas a merced de un grupo violento y opresor como lo es el talibán. Esto se dio gracias a los acuerdos de Doha, firmados en la administración de Donald Trump”, agrega el profesor.

Se refiere al acuerdo entre Washington y el talibán, que se presentó como un pacto de paz, firmado en la capital de Catar en febrero de 2020. Se estableció el cronograma para la retirada de las tropas estadounidenses a cambio de que el talibán no permitiera la presencia en el país de actores terroristas que pudieran amenazar la seguridad del país occidental.

“Aquello no fue un acuerdo de paz, fue una rendición”, le dijo a BBC Mundo Husain Haqqani, director para Asia central y meridional del Instituto Hudson y exembajador de Pakistán en Estados Unidos. Según Medina, desde agosto del año pasado, Afganistán no es prioridad para nadie, por lo que “observamos una ‘normalización’ de la toma de poder del talibán”.

Los recursos de cooperación para Afganistán se han condicionado, por ejemplo, a permitir el retorno de las niñas a la educación. Sin embargo, como señala Bill Udell, director ejecutivo de la firma consultora Control Risks, moderar la postura respecto a las mujeres a cambio de esos incentivos sería “una bandera roja” para las facciones más conservadoras del movimiento.

“Tienen una aproximación altamente ideológica (…) ni siquiera el colapso económico ni la amenaza de una hambruna han hecho que cambien de opinión”, agrega Udell.

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Medina señala algo en particular sobre la retención de fondos. “Estados Unidos retuvo cerca de US$7.000 millones de Afganistán y decidió dar una parte para las víctimas del 9/11. En mi análisis, una cosa no tiene que ver con la otra y se hace un uso arbitrario de recursos públicos”, y explica que “el pueblo afgano no fue responsable del 9/11 y con esto se estaría haciendo un castigo colectivo a una comunidad que no tuvo nada que ver. En su lugar, vemos que los verdaderos responsables del 9/11, como es el caso de Arabia Saudí, siguen en la impunidad y, de hecho, se profundiza la relación de amistad con esta nación”.

Es preciso recordar que Joe Biden, presidente de Estados Unidos, visitó Arabia Saudita en julio pasado, en donde se reunió con el príncipe heredero, Mohammed bin Salmán. Aunque el mandatario estadounidense no saludó al príncipe con un apretón de manos, como sí lo hizo con su padre, el rey, a ambos les tomaron una foto mientras se saludaban de “puñito”.

A Biden le llovieron críticas por el encuentro y la foto, lo que socavó la imagen de Estados Unidos respecto a la defensa de los derechos humanos: el príncipe heredero es señalado de haber aprobado el asesinato de Jamal Khashoggi, periodista y columnista del Washington Post.

De vuelta a los fondos que Estados Unidos le ha retenido a Afganistán tras la toma del poder por parte del talibán, Medina recuerda “que 15 de los 19 atacantes suicidas eran saudíes y las mismas familias de las víctimas estadounidenses del 9/11 están demandando a este país por su implicación en los ataques terroristas”.

¿Qué sigue?

Esa es la pregunta para la que nadie tiene respuesta. Según el docente, internamente el talibán no se ve tan sólido de cara a los retos que tiene con respecto al hambre, el desempleo (sobre todo juvenil) y otros asuntos que debe “atender prontamente; de lo contrario será testigo del descontento popular”.

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Por otro lado, Udell señala que no hay una oposición organizada y muchos de los líderes que pudieron haberla conformado tuvieron que huir del país. Cree que habrá el sufrimiento de una oposición “en la medida en que el talibán se muestra incapaz de proveer servicios básicos y trabajar por la seguridad alimentaria”.

En esto, hay que decir que las mujeres han sido protagonistas en la resistencia en las calles, pese a la fuerte represión. “Si los talibanes quieren silenciar esta voz, no es posible. Protestaremos desde nuestras casas”, dijo Munisa Mubariz, una de las manifestantes, citada por la AFP, cuya protesta por oportunidades laborales fue dispersada el sábado pasado en Kabul.

La resistencia también ha sido dentro de los hogares, pues la prensa ha registrado escuelas clandestinas que se están formando entre las mujeres para seguir educándose. Su lugar de elección han sido las cocinas, adonde se supone que no entran los hombres y pueden guardar de forma segura sus libros y cuadernos.

“Hemos aceptado este riesgo, si no nos quedaríamos sin educación”, explicó Nafeesa, una joven de 20 años que frecuenta una de esas escuelas clandestinas y concedió una entrevista a la agencia francesa de prensa. “Quiero ser médica (...) Queremos hacer algo para nosotros mismas, queremos tener libertad, ser útiles a la sociedad y construir nuestro futuro”, agregó.

Finalmente, Udell señala la necesidad de evitar una “mortalidad masiva a causa de una hambruna” como un incentivo para que la comunidad internacional intervenga, aunque con “mucha precaución de que no parezca que es una validación del régimen”.

“Lo más importante es que Afganistán vuelva a ser protagonista en la atención del mundo, claro, junto a otros escenarios olvidados como lo es Yemen. La presión internacional de todos los pueblos del mundo debe ser intensa para que el talibán sienta presión y proceda a garantizar los derechos y libertades civiles de su población, especialmente de las mujeres”, concluyó, por su parte, el profesor Felipe Medina.

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