El Nobel de Paz de Narges Mohammadi es reflejo de la lucha por los DD. HH. en Irán
Que la activista reciba el galardón desde la cárcel es un fiel reflejo de la crisis de derechos humanos que enfrenta el pueblo iraní y en particular, las mujeres, objeto principal de la represión estatal.
Hugo Santiago Caro
El nombre de Narges Mohammadi, la activista iraní ganadora del Premio Nobel de Paz 2023, resuena por este galardón en todo el mundo. Sin embargo, que reciba su premio encarcelada y enfrentando una condena de 16 años es el fiel reflejo de la situación de derechos humanos que se vive en Irán.
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El nombre de Narges Mohammadi, la activista iraní ganadora del Premio Nobel de Paz 2023, resuena por este galardón en todo el mundo. Sin embargo, que reciba su premio encarcelada y enfrentando una condena de 16 años es el fiel reflejo de la situación de derechos humanos que se vive en Irán.
Mohammadi está encarcelada por cargos como oponerse a la poligamia masculina, y en su contra la Fiscalía iraní mostró “una foto mía, copiada de las redes sociales, en la que había expuesto la palma de mi mano y escrito en ella “el velo obligatorio = violencia contra las mujeres”. El tribunal dictaminó que esto iba en contra del Corán y de la religión sagrada”, afirmó la Nobel de paz a RFI meses antes de recibir el galardón.
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Sin embargo, la afirmación que llevaba escrita en su mano no está lejos de la realidad. Esta misma semana se conoció el caso de Armita Garawand, de 16 años, que es sacada inconsciente del vagón de un tren en Teherán. Según defensores de derechos humanos, fue golpeada hasta perder la conciencia por no llevar el hiyab por parte de los temidos miembros de la “policía de la moral”, el temible ente gubernamental encargado de supervisar que se cumplan las buenas formas dictadas por el Corán y la religión sagrada.
Desde que se conoció el video, en medios de comunicación y partes médicos se ha alterado el relato de lo que pasó en el vagón de ese tren. Los padres aparecieron en medios estatales afirmando que tenían la plena seguridad de que la jóven habría quedado en coma porque se desplomó por accidente, además de pedir que se ore por su recuperación.
Sin embargo, según The Guardian: “Las autoridades iraníes han publicado entrevistas forzadas con miembros de la familia en el pasado, lo que dio lugar a acusaciones en línea de que los padres de Armita fueron obligados a hablar”.
Periodistas que intentaron cubrir la historia de Armita fueron recluidos en centros penitenciarios y la policía de Teherán restringió el acceso al hospital mientras la joven sigue en estado de coma.
Y para no ir más lejos, en septiembre el Congreso de Irán endureció las penas para las mujeres que sean vistas en público sin portar el hiyab, el velo que no portaba Armita. A falta de la aprobación del Consejo de Guardianes, el ente superior al Congreso, las mujeres que se vistan de forma “inadecuada” enfrentarán juicios de tres años y después, penas de hasta 10 años de cárcel.
Según Mohammadi: “Las mujeres han adquirido ahora el poder de obligar a la sociedad a prestar atención a los problemas de violencia, represión, sumisión y dominación, y a trabajar por el reconocimiento de sus derechos como clave para alcanzar la democracia, la libertad y la igualdad”.
Por esto tal vez se produzcan reprimendas tan fuertes como la que se denuncia contra Armita, o se pretenda castigarlas aplicando convenientemente la ley. Según el grupo de derechos humanos de Irán, con sede en Noruega, bajo el gobierno de Ebrahim Raisi, presidente del país, más de 550 personas han muerto por represión de las fuerzas militares.
La BBC contó el relato de Omid Moradi, un desertor de la policía antidisturbios del país que se resistió a maltratar manifestantes, contó los dilemas a los que los mismos miembros del órgano represor del Estado se enfrentan.
“Muchos miembros de las fuerzas policiales iraníes se enfrentan a dilemas morales y éticos. Están cansados de ser utilizados como instrumento de opresión para sostener al régimen. Cuando el jefe de policía respalda las acciones brutales de sus agentes, en la práctica les concede licencia para causar daño o incluso matar con impunidad”, dice Omid.
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Así como Armita habría sido golpeada hasta caer en coma, hace poco más de un año la misma historia fue protagonizada por Mahsa Amini, la mujer kurda que murió en custodia de las autoridades después de ser arrestada por la policía de la moral por negarse también a portar el hiyab.
La diferencia es que la golpiza que recibió Amini habría sucedido en la comisaría a la que fue llevada. A la familia se le dijo que Amini sufría trastornos neurológicos que la hicieron descompensarse hasta caer en coma y posteriormente morir.
No les dejaron escoger el médico que hiciera la autopsia del cuerpo de su hija y este episodio desató fuertes protestas en Irán por la forma como se produjo su deceso. Más de 100 personas murieron en estos disturbios y varias mujeres fueron baleadas en las manifestaciones o desaparecieron y sus cuerpos fueron encontrados en morgues días después sin conocerse las causas de sus fallecimientos.
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Se puede decir que la muerte de Amini bajo custodia policial fue el detonante del endurecimiento del régimen iraní contra las mujeres y en general contra los derechos humanos. El reciente episodio de Armita y el proyecto de ley son muestras de ello, pero también se han incrementado los casos de censura.
Han cerrado periódicos reformistas y los periodistas que cubren la represión del Estado están presos. Ejemplo de esto, según The Guardian, es que: “Dos de los periodistas que informaron sobre el destino de Amini permanecen en prisión, acusados de connivencia con potencias externas”.
Asimismo el que fuera abogado de Amini en vida, Saleh Nikbakht, está enfrentando acusaciones de propaganda contra el régimen por cuestionar el resultado forense tras la muerte de la joven.
Sin embargo, y pese al la represión en auge, Mohammadi, desde el cautiverio, es optimista: “El pueblo iraní está intentando construir una sociedad civil estable, sin la cual el establecimiento de la democracia y, sobre todo, su viabilidad y persistencia no parecen factibles. El pueblo iraní está decidido a poner fin al despótico régimen religioso actual. Esta visión, fruto de luchas históricas, es irreversible. Soy optimista sobre el futuro de este movimiento”.
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