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En Herat, hasta hace poco una de las zonas más liberales de Afganistán, los talibanes reanudaron los castigos extremos. Las imágenes son impactantes: de las palas de dos excavadoras, y enfrente de un cuantioso público, colgaron los cadáveres de tres presuntos criminales que secuestraron a un empresario y a su hijo, según el vicegobernador de Herat, Maulwai Shair Ahmad Emar. Los hombres murieron en un enfrentamiento con las fuerzas talibanes, y luego fueron colgados en diferentes puntos de la ciudad.
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“Para que sea una lección para otros secuestradores (...), los colgamos en las plazas de la ciudad y dejamos claro a todos que todo el que robe, secuestre o haga alguna acción contra nuestro pueblo, será castigado”, dijo el vicegobernador a AFP.
La exhibición en varias plazas de la ciudad es el castigo público de mayor notoriedad desde que los talibanes llegaron al poder el mes pasado. También es una señal de que los islamistas de la línea dura adoptarán medidas temibles, algo que ya relatan los afganos.
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Mohammad Nazir, residente de Herat, dijo a Reuters que estaba comprando cerca de la plaza Mostofiat cuando escuchó un anuncio por altoparlante llamando la atención de la gente. “Cuando di un paso al frente, vi que habían traído un cuerpo en una camioneta, luego lo colgaron en una grúa”, dijo Nazir.
Las promesas incumplidas del talibán
Durante los cinco años del gobierno talibán (1996-2001), las ejecuciones públicas se llevaron a cabo con frecuencia en el estadio deportivo de Kabul o en los terrenos de la mezquita de Eid Gah. Y aunque esta vez el régimen prometió un gobierno moderado, ya hay varios informes que dan cuenta de la violación de derechos humanos cometidos en todo el país. Y los funcionarios tampoco dicen lo contrario.
El exjefe de la policía religiosa, el mulá Nooruddin Turabi, dijo a la agencia AP que los castigos extremos, como ejecuciones y amputaciones, se reanudarían en Afganistán, ya que eran “necesarios para la seguridad”, sostuvo el mulá que ahora está a cargo de las prisiones en el país.
“En sólo cinco semanas desde que asumieran el control de Afganistán, los talibanes han demostrado claramente que no están dispuestos realmente a proteger o respetar los derechos humanos. Hemos presenciado ya una oleada de violaciones, desde ataques de represalia y restricciones a las mujeres, a la represión de protestas, los medios de comunicación y la sociedad civil”, se lee en un informe publicado por Amnistía Internacional el 23 de septiembre de este año.
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La organización advirtió que la amenaza a la que se enfrentan las personas defensoras de los derechos humanos atrapadas en Afganistán es real. “Son objeto de ataques porque se las considera enemigas de los talibanes. Allanan sus oficinas y domicilios. Golpean a sus compañeros. Se ven con la obligación de esconderse. Viven bajo la amenaza constante de arresto, tortura o algo peor”.
Las amenazas contra la comunidad LGBT
Marwa se casó dos días después de que Kabul cayera en manos de los talibanes. Ahora, esta joven lesbiana de 24 años está aterrorizada y solo piensa en una cosa: pasar desapercibida. “Cuando los talibanes tomaron el poder en Kabul, fue una pesadilla, lloraba, me quedaba escondida en casa”, recuerda la joven en una nota de voz enviada a la AFP a través de WhatsApp.
“Me decía: ‘los talibanes van a venir a matarme’”, continúa. Su nombre ha sido modificado por razones de seguridad. “Acabé pidiéndole a un amigo que preparara los documentos de matrimonio para poder salir de nuevo al exterior” sin miedo y, en el futuro, “irme del país”.
Han pasado más de 20 años desde el primer mandato de los talibanes, pero el recuerdo de cómo aplicaban la ley islámica y la brutalidad que ejercieron contra los homosexuales continúa helando la sangre de la comunidad LGTBIQ+. En aquel entonces, la homosexualidad, un tema que sigue siendo tabú en el país, se entendía como una desviación y podía ser castigada con la pena de muerte.
El ascenso al poder de gobiernos prooccidentales, después de 2001, supuso solo una ligera inflexión. La homosexualidad seguía siendo considerada una infracción penal, pero la pena de muerte solía ser conmutada por una pena de prisión. Aún así, la policía continuaba deteniendo a las personas LGTBQI+, que solían ser víctimas de “discriminación, agresión y violación”, según un informe de la administración estadounidense publicado en 2020.
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Desde que retomaron el poder, los fundamentalistas apenas han informado de sus intenciones. Pero las declaraciones que un juez talibán hizo en julio no hicieron presagiar nada bueno para la comunidad. Entrevistado por el diario alemán Bild, Gul Rahim consideró que las personas homosexuales debían ser condenadas a muerte por lapidación o aplastadas contra una pared de ladrillo.