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“El periodismo escrito no se acabará”

La periodista chilena Mónica González, célebre por su trabajo durante la dictadura, de paso por Bogotá, recibirá en Australia el Premio Guillermo Cano a la libertad de prensa.

Élber Gutiérrez Roa
20 de abril de 2010 - 11:38 p. m.
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Mónica González ha sufrido como pocos las consecuencias de ejercer un periodismo valiente.  En 1973 el golpe militar de Augusto Pinochet en su Chile natal la obligó a dejar la revista Ahora y el diario El Siglo para emprender un exilio de cinco años en el que perdió un hijo “que no tiene tumba” y fue fichada como subversiva por la Central Nacional de Inteligencia (CNI). A su regreso de París, en un nuevo esfuerzo por contar lo que ocurría en aquellos años de represión,  ingresó a las revistas Cauce y Análisis para hacer reportajes que terminaron por llevarla en dos oportunidades a una cárcel de varones y la hicieron víctima de un atentado.

Es una obstinada por narrar en sus historias, más allá del hecho noticioso cotidiano, los fenómenos que se esconden detrás de aquél, las formas de relación del poder y la importancia que este entramado tiene para la sociedad. Ahora lo hace como directora del Centro de Investigación e Información Periodística (Ciper), un  novedoso medio financiado con aportes del grupo local Copesa y organizaciones internacionales como Open Society. En esa oficina estaba la semana pasada cuando fue notificada de que tendrá que viajar a Australia para recibir el 3 de mayo el Premio Mundial de Libertad de Prensa Unesco/Guillermo Cano 2010. Y en esa oficina le sacó también un tiempo a la reflexión telefónica con El Espectador acerca de sus vivencias y su visión del periodismo. 

¿Cómo anda la salud del periodismo en América Latina?

Como Chile, terremoteada. Tenemos  periodistas maravillosos con talento, con convicciones democráticas, con dignidad, deseosos de informar y una cantidad de obstáculos de distinta índole, origen y sello ideológico que nos matan, acosan, rebajan sueldos o nos hacen trabajar horas extras sin sueldo y nos vuelven esclavos.

¿Cómo enfrentar esa tensión entre medios y poder?

Recuperando la dignidad. Los periodistas no somos testaferros, no somos empleados del poder, somos profesionales. A veces se olvida eso. Necesitamos competir en el golpe noticioso, pero también organizaciones fuertes con periodistas activos, que dediquen parte de su tiempo a exigir leyes que nos protejan, que nos den garantías, que protejan el derecho a disentir y que sancionen a los periodistas que son pagados por el poder para mentir y engañar a la opinión pública.

¿Está muy extendida esa práctica?

Sobre todo en el periodismo económico. Y como el mundo de hoy es económico, los periodistas si queremos sobrevivir como profesión digna, tenemos que ponernos a estudiar. Sin las nociones mínimas de economía no entendemos cómo funciona el país, cómo se maneja el poder. Es un desafío que va a la par de la democracia y del deseo jamás sofocado de que tengamos más igualdad, justicia y libertad.

¿Cuál es el tema peor cubierto por la prensa en la región?

La economía, por falta de conocimiento y porque es donde la publicidad y la acción de los grandes grupos actúa casi sin contrapeso. Hay empresas corporativas donde los mejores periodistas ganan grandes sueldos para escribir crónicas destinadas a diarios, TV y radio contando las maravillas que hacen esos grupos económicos y jamás sale la cara oscura. En corrupción también tenemos un debe. Hay una sanción moral para la mano que recibe la coima, pero qué pasa con la que la da, la de ministros, jueces, alcaldes. Nunca se sabe.

Lo mejor de ser periodista. 

Conocer lo mejor y lo peor de un ser humano, entender que hasta el criminal más grande tiene una porción de verdad, que no hay hijo de campesino un obrero que nazca para ser asesino, sino una máquina de muerte que los convierte en asesinos.

Su mejor historia.

Varias. Un desertor de los servicios de represión se me entregó a mí porque ya no soportaba el olor a muerto y me dio elementos para entender la máquina de muerte. Ese reportaje significó el degollamiento de tres compañeros míos. Quedé viva, ellos murieron y Chile supo cómo era que se lanzaban al mar los cuerpos de aquellos a quienes el régimen de Pinochet negaba haber detenido. Mentían, como siempre mintieron, como los falsos positivos en Colombia.  Ese reportaje me dejó marcada.

¿Tiene futuro la prensa escrita?

La revolución tecnológica es una crisis del modelo de negocios de los medios de comunicación. El periodismo escrito no se va a acabar nunca. En América Latina la mayoría no vive en condiciones económicas, sociales ni con la tranquilidad para tener un computador. A esas personas nos debemos. Pero también  las personas más pudientes necesitan reflexión. No es la vorágine de la noticia de último momento la que te mantiene informado, es el transfondo de la noticia, su origen, la negociación de poder que hay implícita, sobre todo en los países  donde el crimen organizado carcome las instituciones.

El periodismo con contexto.

A los narcos se les conocen sus riquezas, mujeres, juergas, autos, casas. ¿Eso es lo que importa para las personas que fueron desalojadas de sus tierras para que se las expropien las transnacionales? ¿O importa saber cómo es que las mafias compran el poder político, judicial, legislativo, para consumar el despojo de tierras y conseguir el poder total? Si el crimen organizado se apodera de nuestras instituciones no hay vida posible para nadie, porque la democracia va a ser simplemente una ficción.

¿En dónde está el secreto del éxito del CIPER?

Hay un consorcio periodístico importante, Copesa, que decidió hacer una inversión en buen periodismo, dejándonos libertad de hacerlos. Nuestro único deber es no tener anteojeras ideológicas, tomar los temas candentes de la sociedad, es rigor, no equivocarnos. Todos sabemos que si nos equivocamos estamos colocando fecha de vencimiento a Ciper. Por eso reporteamos horas y horas. Financiados por Open, para que le hagamos un periodismo que sirva a ciudadanos. Copesa  encontró también que es una inversión, rentabilidad social la tiene.

¿Cuál ha sido el momento más feliz de su vida?

Tres. El nacimiento de mis dos hijas y el 5 de octubre de 1988, día en que Pinochet fue derrotado en su plebiscito.

¿Cómo define a Augusto Pinochet?

Como el daño más grande que le ocurrió el siglo pasado a Chile. Un daño que no se mide en muertos, desaparecidos, torturados sino en que prácticamente la mitad de un país vivió con la muerte metida en su cama, con el exilio que obligó a una diáspora de chilenos que hasta hoy sufrimos.  Separaciones de familias, por haber convertido a un país de gente orgullosa y digna en hombres miedosos, estropajos, muertos en vida por haber entregado el número de teléfono, el nombre de un compañero,  asesinado.  El daño que le provocó a este país no aparece en ninguna estadística, en ningún libro, lo vivimos  a diario en cada calle, en cada hogar.

¿Para usted qué es la democracia?

Es un jardín en construcción, que requiere cuidado permanente. Es la única plaza pública que  permite rastrear a los asesinos, a los ladrones, a los estafadores y a la vez produce las flores más bellas y el pasto verde por donde deben jugar los niños y hacer el amor la gente que tiene derecho al placer.

¿Y la censura?

La muerte.

La historia que le falta por escribir

De cómo chile recuperara su derecho al placer.

Encuentro Internacional de periodistas en Bogotá

Mónica González es una de las 12 invitadas internacionales al encuentro anual de la asociación de periodistas de investigación Consejo de Redacción, que tendrá lugar en Bogotá entre el 30 de abril y el 1 de mayo, en el auditorio Luis Carlos Galán de la Universidad Javeriana.

También participarán Guillermo Culell, Gabriel Michi,   y Sandra Cruccianelli (Argentina), Thelma Gómez y James Breiner  (México), Mauri König (Brasil), Santiago Fascetto (Panamá), entre otros.

Por Élber Gutiérrez Roa

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