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                                                                                                                                El rostro de Arafat

                                                                                                                                Quince años después de los ataques en EE. UU., Oriente Medio es una región más insegura, que además contribuye a que el mundo también lo sea. Más incertidumbres y menos espacios democráticos.

                                                                                                                                Víctor de Currea-Lugo *

                                                                                                                                El 9 de abril de 2003, cayó el régimen de Sadam Hussein en Irak, un país que hoy sigue en guerra. / Foto: Reuters
                                                                                                                                Foto: Reuters - © Goran Tomasevic / Reuters

                                                                                                                                Después del ataque en Nueva York del 11 de septiembre, todos salieron a dar sus condolencias al pueblo estadounidense. El que más, Yasir Arafat. El líder de un pueblo que ya llevaba un año de su segunda Intifada, leyó perfectamente el momento: todo lo que sucediera los próximos años estaría marcado por la sombra de las Torres Gemelas caídas, lo que se llama la guerra contra el terror.

                                                                                                                                A las pocas horas, el entonces primer ministro de Israel, Ariel Sharon, enmarcó la brutal represión contra el pueblo palestino en la lucha contra el terrorismo. Durante meses vi en Jerusalén, Gaza y Ramala, entre otras poblaciones, la humillación constante a que los palestinos eran (y son) sometidos.

                                                                                                                                Dos años después, Bush ordenó la invasión de Irak con los pretextos de que allí había armas de destrucción masiva y que Hussein era íntimo de Al-Qaeda. El gran pecado era otro: tener petróleo. Hoy Irak es un país descuadernado, con muchos frentes de violencia surgidos como reacción a la ocupación de 2003. La crisis de Irak también permitió (ahora sí) la implantación de Al-Qaeda y de otros grupos islamistas, varios de los cuales a su vez son responsables de la violencia intra-religiosa, en la que grupos de chiíes y suníes se han masacrado.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Así, la guerra contra el terror se ha convertido en una guerra contra los civiles del enemigo. Como decía Sharon, lo que no se puede hacer por medio de la fuerza se consigue con más fuerza. Sus sucesores en el poder han repetido en Gaza por años la misma lógica: reducir todo opositor a terrorista y usar la violencia de manera inmisericorde.

                                                                                                                                En 2010, los habitantes de un mundo árabe lleno de ilusiones pero más de frustraciones, se volcaron a las calles, desde Marruecos hasta Irak, desde Siria hasta Somalia, para protestar por la falta de libertad, contra la desigualdad y la falta de recambio político en la región. En 2011, vi en El Cairo un grafiti que resumía buena parte del malestar: “Quiero ver un presidente diferente antes de morirme”.

                                                                                                                                Los grandes perdedores iniciales de las revueltas fueron el terrorismo y el islamismo: las salidas participativas que pedían millones en las calles negaban las salidas autoritarias. Aunque todavía hay quienes se empeñan en hablar de que todo era “una conspiración”, la innegable movilización masiva de las sociedades pedía un cambio político del tamaño de sus necesidades (y no de la voluntad manipuladora de Occidente).

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Ese impulso regional por cambios no fue entendido ni respetado por el resto del mundo. Por ejemplo, el FMI impuso unas medidas a Túnez que lo obligaban a retroceder en su deseo de cambio, implementando más políticas neoliberales. Como me decía su ministro de Asuntos Sociales, en 2013, “nos toca renunciar a las banderas de la revuelta para salvar la revuelta”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En Irak, el ascenso de un gobierno revanchista kurdo-chií, impuesto por Estados Unidos, explica en parte la persecución y el abandono a las comunidades suníes que son, precisamente, la base social de lo que se conoció como el Estado Islámico de Irak.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Oriente Medio es un escenario de múltiples guerras: kurdos contra turcos, Irán contra Arabia Saudita, Yemen y Siria desangrándose, Irak y Libia sin esperanzas, Egipto bajo dictadura, Turquía bajo el autoritarismo, Líbano salpicada de las dinámicas regionales y Palestina crónicamente ocupada. Los poderes mundiales de Rusia, Europa y Estados Unidos siguen actuando allí a sus anchas, mientras los poderes regionales de Arabia Saudita, Israel, Turquía e Irán, hacen lo mismo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Hoy tenemos una región más insegura que además contribuye a que el mundo también lo sea. Hay más incertidumbres y menos espacios democráticos. Tal vez la gran excepción es la forma en que se solucionó la producción de energía nuclear por parte de Irán: el diálogo multilateral.

                                                                                                                                Arafat tenía razón de lo que se venía, no solo para su pueblo transformado –por la lógica de la guerra contra el terror– de un pueblo ocupado a un “pueblo terrorista” sino para una región vapuleada por el mundo. No habrá paz en el mundo sin que haya paz en Oriente Medio, y no habrá paz en Oriente Medio mientras se imponga la lógica de la guerra contra el terror.

                                                                                                                                *PhD, Profesor de la Universidad Nacional de Colombia. 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                El 9 de abril de 2003, cayó el régimen de Sadam Hussein en Irak, un país que hoy sigue en guerra. / Foto: Reuters
                                                                                                                                Foto: Reuters - © Goran Tomasevic / Reuters

                                                                                                                                Después del ataque en Nueva York del 11 de septiembre, todos salieron a dar sus condolencias al pueblo estadounidense. El que más, Yasir Arafat. El líder de un pueblo que ya llevaba un año de su segunda Intifada, leyó perfectamente el momento: todo lo que sucediera los próximos años estaría marcado por la sombra de las Torres Gemelas caídas, lo que se llama la guerra contra el terror.

                                                                                                                                A las pocas horas, el entonces primer ministro de Israel, Ariel Sharon, enmarcó la brutal represión contra el pueblo palestino en la lucha contra el terrorismo. Durante meses vi en Jerusalén, Gaza y Ramala, entre otras poblaciones, la humillación constante a que los palestinos eran (y son) sometidos.

                                                                                                                                Dos años después, Bush ordenó la invasión de Irak con los pretextos de que allí había armas de destrucción masiva y que Hussein era íntimo de Al-Qaeda. El gran pecado era otro: tener petróleo. Hoy Irak es un país descuadernado, con muchos frentes de violencia surgidos como reacción a la ocupación de 2003. La crisis de Irak también permitió (ahora sí) la implantación de Al-Qaeda y de otros grupos islamistas, varios de los cuales a su vez son responsables de la violencia intra-religiosa, en la que grupos de chiíes y suníes se han masacrado.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Así, la guerra contra el terror se ha convertido en una guerra contra los civiles del enemigo. Como decía Sharon, lo que no se puede hacer por medio de la fuerza se consigue con más fuerza. Sus sucesores en el poder han repetido en Gaza por años la misma lógica: reducir todo opositor a terrorista y usar la violencia de manera inmisericorde.

                                                                                                                                En 2010, los habitantes de un mundo árabe lleno de ilusiones pero más de frustraciones, se volcaron a las calles, desde Marruecos hasta Irak, desde Siria hasta Somalia, para protestar por la falta de libertad, contra la desigualdad y la falta de recambio político en la región. En 2011, vi en El Cairo un grafiti que resumía buena parte del malestar: “Quiero ver un presidente diferente antes de morirme”.

                                                                                                                                Los grandes perdedores iniciales de las revueltas fueron el terrorismo y el islamismo: las salidas participativas que pedían millones en las calles negaban las salidas autoritarias. Aunque todavía hay quienes se empeñan en hablar de que todo era “una conspiración”, la innegable movilización masiva de las sociedades pedía un cambio político del tamaño de sus necesidades (y no de la voluntad manipuladora de Occidente).

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Ese impulso regional por cambios no fue entendido ni respetado por el resto del mundo. Por ejemplo, el FMI impuso unas medidas a Túnez que lo obligaban a retroceder en su deseo de cambio, implementando más políticas neoliberales. Como me decía su ministro de Asuntos Sociales, en 2013, “nos toca renunciar a las banderas de la revuelta para salvar la revuelta”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Oriente Medio es un escenario de múltiples guerras: kurdos contra turcos, Irán contra Arabia Saudita, Yemen y Siria desangrándose, Irak y Libia sin esperanzas, Egipto bajo dictadura, Turquía bajo el autoritarismo, Líbano salpicada de las dinámicas regionales y Palestina crónicamente ocupada. Los poderes mundiales de Rusia, Europa y Estados Unidos siguen actuando allí a sus anchas, mientras los poderes regionales de Arabia Saudita, Israel, Turquía e Irán, hacen lo mismo.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Arafat tenía razón de lo que se venía, no solo para su pueblo transformado –por la lógica de la guerra contra el terror– de un pueblo ocupado a un “pueblo terrorista” sino para una región vapuleada por el mundo. No habrá paz en el mundo sin que haya paz en Oriente Medio, y no habrá paz en Oriente Medio mientras se imponga la lógica de la guerra contra el terror.

                                                                                                                                *PhD, Profesor de la Universidad Nacional de Colombia. 

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Víctor de Currea-Lugo *

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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