El sacrificio de los médicos en Guayaquil para huir del desempleo
La crisis sanitaria permitió a muchos profesionales de la salud salir del desempleo o estrenarse laboralmente, pues el gremio vivía con recortes burocráticos antes de la emergencia. Sin embargo, tienen miedo de un eventual contagio.
Redacción AFP
Javier Palacios volvió a trabajar después de cuatro meses. Es uno de los médicos que, junto a terapeutas y enfermeras, algunos entusiasmados con su primer empleo, se alistaron para atender la pandemia en Guayaquil, el peor foco de contagio en Ecuador.
El riesgo de infección es latente dentro del menguado sistema de salud de esta ciudad de 2,7 millones de habitantes.
Sin embargo, la crisis sanitaria que comenzó en marzo permitió a muchos profesionales salir del desempleo o estrenarse laboralmente en una economía que desde antes de la emergencia lidiaba con recortes burocráticos, alto endeudamiento y bajos precios del petróleo.
Palacios está alojado con otros 30 profesionales en el Corona Real, un hotel de cuatro estrellas de Guayaquil habilitado como albergue para quienes están haciendo frente al nuevo coronavirus en los hospitales.
"Con estos tipos de pacientes uno está (...) muy expuesto", admite este médico general de 30 años tras pasar por el túnel desinfectante que lleva al interior del lugar.
La protección es extrema. La cafetería está cerrada y los médicos se alimentan en sus habitaciones. Nadie comparte los cuartos y las visitas están prohibidas.
Palacios cuenta a la AFP que atiende a 50 pacientes infectados en el hospital del Guasmo. En enero se quedó sin empleo por un recorte de personal, pero en abril regresó a la actividad. Si cayera enfermo, en teoría, no tendría en estos momentos acceso a la salud.
Según la ley, un ecuatoriano que se reactive laboralmente debe esperar tres meses para volver a tener acceso a ese servicio. "Eso habría que cambiar", cuestiona.
Aunque no tiene síntomas, quisiera que en el hospital le hicieran una prueba de COVID-19. "Dan las pruebas al personal administrativo; es ilógico porque ellos no manejan pacientes y no están yendo a los hospitales. A nosotros, que estamos expuestos, no nos dan", lamentó Palacios.
El ministerio de Salud contrató de urgencia a 1.284 profesionales en diferentes especialidades, para combatir una pandemia que se acerca a los 25.000 contagios, con más de 870 muertos confirmados y otros 1.200 bajo sospecha. Vea también: Coronavirus: Guayaquil, la ciudad donde los muertos no descansan
La provincia de Guayas, cuya capital es Guayaquil, concentra un 65% de los casos, incluidos 433 fallecidos confirmados.
Wilson Tenorio, presidente del Colegio de Médicos de Guayas, corrobora que la mayoría de los nuevos trabajadores son jóvenes recién salidos de la facultad.
"Todos son contratitos temporales, por limitado tiempo (...) están siendo contratados para una cuestión específica: fortalecer y robustecer la primera línea de defensa de atención a los pacientes con COVID-19", señala.
Al término de una jornada de 24 horas, los sanitarios ingresan al hotel con una bolsa roja, para desechos peligrosos, donde llevan la ropa que usaron en los hospitales. Van directo a su habitación. A Palacios y sus colegas les esperan tres días libres de encierro y aburrimiento.
En el reposo, Lenin Alvarado piensa en su contrato. "Sería algo injusto que luego de tres meses nos digan hasta aquí nomás", señala a la AFP este terapeuta respiratorio, de 30 años. Y suelta una frase que va de boca en boca: "Nos sentiríamos como carne de cañón".
Desde julio, cuando terminó su formación académica, no encontraba empleo. Para cuando se abrió la convocatoria para atender la crisis en Guayaquil, Alvarado ya sabía de colegas que habían enfermado o muerto. Otros, por miedo, renunciaron. Tomó el riesgo y dejó su natal Baba, un poblado agrícola a 45 km al norte de Guayaquil.
Según el gobierno, al menos 555 trabajadores de la salud han contraído la COVID-19 y diez murieron. Los gremios creen que las cifras son más elevadas. El Colegio de Médicos de Guayas reportó 86 doctores muertos, mientras que el de las enfermeras cuenta 13 fallecidas entre sus socias.
Alvarado no solo tomó el riesgo para salir de la desocupación, sino también el llamado del deber: "Hubiéramos querido otras circunstancias, pero si ya nos llamaron acudimos".
Es lo mismo que sintió Alejandra Campos, una enfermera de 28 años que buscaba empleo desde enero. Su estreno oficial es en el hospital Teodoro Maldonado Carbo. Enfrentada a una misión con visos de heroísmo, se dedica a "vivir el día a día".
En Ecuador quienes se forman en salud deben cumplir un año de trabajo en zonas rurales. Campos escogió una de las zonas más remotas: Taisha, una comunidad de indígenas shuar en la Amazonía. "Este es mi primer trabajo oficial, después de la graduación. Con mucho miedo ingresé, pero con la vocación vivita".
Campos confiesa que le teme más "al desempleo que al propio virus". Cree que al final, si todo le sale bien, ya no podrán rechazarla por falta de experiencia.
Javier Palacios volvió a trabajar después de cuatro meses. Es uno de los médicos que, junto a terapeutas y enfermeras, algunos entusiasmados con su primer empleo, se alistaron para atender la pandemia en Guayaquil, el peor foco de contagio en Ecuador.
El riesgo de infección es latente dentro del menguado sistema de salud de esta ciudad de 2,7 millones de habitantes.
Sin embargo, la crisis sanitaria que comenzó en marzo permitió a muchos profesionales salir del desempleo o estrenarse laboralmente en una economía que desde antes de la emergencia lidiaba con recortes burocráticos, alto endeudamiento y bajos precios del petróleo.
Palacios está alojado con otros 30 profesionales en el Corona Real, un hotel de cuatro estrellas de Guayaquil habilitado como albergue para quienes están haciendo frente al nuevo coronavirus en los hospitales.
"Con estos tipos de pacientes uno está (...) muy expuesto", admite este médico general de 30 años tras pasar por el túnel desinfectante que lleva al interior del lugar.
La protección es extrema. La cafetería está cerrada y los médicos se alimentan en sus habitaciones. Nadie comparte los cuartos y las visitas están prohibidas.
Palacios cuenta a la AFP que atiende a 50 pacientes infectados en el hospital del Guasmo. En enero se quedó sin empleo por un recorte de personal, pero en abril regresó a la actividad. Si cayera enfermo, en teoría, no tendría en estos momentos acceso a la salud.
Según la ley, un ecuatoriano que se reactive laboralmente debe esperar tres meses para volver a tener acceso a ese servicio. "Eso habría que cambiar", cuestiona.
Aunque no tiene síntomas, quisiera que en el hospital le hicieran una prueba de COVID-19. "Dan las pruebas al personal administrativo; es ilógico porque ellos no manejan pacientes y no están yendo a los hospitales. A nosotros, que estamos expuestos, no nos dan", lamentó Palacios.
El ministerio de Salud contrató de urgencia a 1.284 profesionales en diferentes especialidades, para combatir una pandemia que se acerca a los 25.000 contagios, con más de 870 muertos confirmados y otros 1.200 bajo sospecha. Vea también: Coronavirus: Guayaquil, la ciudad donde los muertos no descansan
La provincia de Guayas, cuya capital es Guayaquil, concentra un 65% de los casos, incluidos 433 fallecidos confirmados.
Wilson Tenorio, presidente del Colegio de Médicos de Guayas, corrobora que la mayoría de los nuevos trabajadores son jóvenes recién salidos de la facultad.
"Todos son contratitos temporales, por limitado tiempo (...) están siendo contratados para una cuestión específica: fortalecer y robustecer la primera línea de defensa de atención a los pacientes con COVID-19", señala.
Al término de una jornada de 24 horas, los sanitarios ingresan al hotel con una bolsa roja, para desechos peligrosos, donde llevan la ropa que usaron en los hospitales. Van directo a su habitación. A Palacios y sus colegas les esperan tres días libres de encierro y aburrimiento.
En el reposo, Lenin Alvarado piensa en su contrato. "Sería algo injusto que luego de tres meses nos digan hasta aquí nomás", señala a la AFP este terapeuta respiratorio, de 30 años. Y suelta una frase que va de boca en boca: "Nos sentiríamos como carne de cañón".
Desde julio, cuando terminó su formación académica, no encontraba empleo. Para cuando se abrió la convocatoria para atender la crisis en Guayaquil, Alvarado ya sabía de colegas que habían enfermado o muerto. Otros, por miedo, renunciaron. Tomó el riesgo y dejó su natal Baba, un poblado agrícola a 45 km al norte de Guayaquil.
Según el gobierno, al menos 555 trabajadores de la salud han contraído la COVID-19 y diez murieron. Los gremios creen que las cifras son más elevadas. El Colegio de Médicos de Guayas reportó 86 doctores muertos, mientras que el de las enfermeras cuenta 13 fallecidas entre sus socias.
Alvarado no solo tomó el riesgo para salir de la desocupación, sino también el llamado del deber: "Hubiéramos querido otras circunstancias, pero si ya nos llamaron acudimos".
Es lo mismo que sintió Alejandra Campos, una enfermera de 28 años que buscaba empleo desde enero. Su estreno oficial es en el hospital Teodoro Maldonado Carbo. Enfrentada a una misión con visos de heroísmo, se dedica a "vivir el día a día".
En Ecuador quienes se forman en salud deben cumplir un año de trabajo en zonas rurales. Campos escogió una de las zonas más remotas: Taisha, una comunidad de indígenas shuar en la Amazonía. "Este es mi primer trabajo oficial, después de la graduación. Con mucho miedo ingresé, pero con la vocación vivita".
Campos confiesa que le teme más "al desempleo que al propio virus". Cree que al final, si todo le sale bien, ya no podrán rechazarla por falta de experiencia.