Elecciones en Sudáfrica: ¿Una señal de cambio?
El Congreso Nacional Africano (ANC), el partido de Nelson Mandela que gobierna desde los 90, y que en ocasiones alcanzaba casi 70% de los votos nacionales, continuó su proceso de caída acelerada de más de una década.
Dustin Kramer*
Quizá suene extraño decir que un partido político ha 'perdido' las elecciones en las cuales obtuvo el 57% de los votos nacionales. Pero así sucedió en Sudáfrica la semana pasada cuando el Congreso Nacional Africano (ANC), el partido de Nelson Mandela que gobierna desde los 90, y que en ocasiones alcanzaba casi 70% de los votos nacionales, continuó su proceso de caída acelerada de más de una década.
El miércoles 8 de Mayo, el país tuvo su sexta elección nacional desde que se convirtió en una democracia en 1994 y este fin de semana declararon los resultados. Es una de las pocas elecciones que he observado estando fuera del país. En esta ocasión, desde Bogotá, mi nuevo hogar. Como Colombia, Sudáfrica es un país de contradicciones –por un lado lleno de belleza y alegría, y por otro, de sufrimiento y de historias duras–.
Ver más: Masiva votación en las elecciones de Sudáfrica
Sudáfrica tuvo sus primeras elecciones libres en 1994, y ese año quedó marcado en la historia y en nuestras memorias con imágenes de filas enormes de personas en barrios, campos deportivos y carpas, esperando a votar por primera vez después del fin del apartheid - el sistema brutal de segregación racial que existió formalmente desde 1948.
El ANC, liderado en ese entonces por Nelson Mandela, ganó la mayoría en las elecciones. Fundado en 1912, el ANC había sido uno de los movimientos principales en la lucha cruda contra el apartheid. Cuando formó su primero gobierno en 1994, comenzó el arduo proceso de construir un nuevo estado y país. Se creó una comisión de la verdad y existía un sentimiento real de esperanza.
A pesar de los escándalos y los problemas en el ANC, el apoyo por el partido siguió aumentando a nivel nacional durante los 90 y alcanzó 69% de los votos en 2004. Por consiguiente tuvo control del parlamento con una clara mayoría de dos tercios. Poco después, el entonces vicepresidente del país, Jacob Zuma, fue objeto de una serie de cargos de corrupción graves y fue despedido. Al mismo tiempo fue juzgado por la violación de Fezekile Kuzwayo y fue absuelto, el doloroso juicio y la destrucción de la vida de Fezekile fueron capturados por la periodista Redi Tlhabi en su libro Khwezi.
Estos años desencadenaron una serie de eventos que cambiarían, y agobiarían al país durante muchos años. Sabiendo que el control del estado era clave para luchar contra los cargos de corrupción, la lucha de Zuma fue feroz y para el 2009 se había convertido en el presidente del país. Durante los siguientes diez años, los sudafricanos observábamos cómo el país sufría interminables escándalos de corrupción, cada uno más flagrante que el anterior. Con el tiempo, la corrupción se volvió tan severa que adquirió su propio nombre: 'la captura del estado'.
El gobierno de Zuma instaló personas susceptibles a dicha “captura” y la red de corrupción se amplió y profundizó – incluyendo departamentos gubernamentales ordinarios, el recaudador de impuestos, la policía, la fiscal nacional. Casi ninguna institución del estado quedó intacta.
Algunas familias empresarias con enlaces a Jacob Zuma y sus colegas –como los hermanos Gupta– se hicieron tan poderosos y ricos que por un tiempo llamarían a los ministros del gobierno a su residencia para darles instrucciones como si fueran ellos los mandatarios. Ganaron enormes cantidades de dinero en sus tratos con el estado. Los hermanos Gupta hasta contrataron a Bell Pottinger, que era una de las mayores firmas internacionales de relaciones públicas, para reforzar las divisiones raciales en el país por medio de cuentas robot en Twitter, entre otras cosas, como una forma de desviar la atención sobre la corrupción dentro del estado. Bell Pottinger colapsó después de que saliera la verdad sobre sus relaciones con los Guptas y se declararan en bancarrota.
Ver más: En Sudáfrica no todo está perdonado
Y así durante estos diez años el deterioro electoral del ANC se acrecentó. El primer golpe fue en 2016 con las elecciones a nivel local, en las que perdió el control de las principales ciudades del país como Johannesburgo. En solo un día el partido que se veía como invencible en las urnas, se convirtió en uno que podría perder el poder.
Al final, quien ha recibido el impacto más grande durante los últimos diez años es el pueblo de Sudáfrica. El sistema de apartheid fue la forma más desarrollado de racismo institucionalizado. Todo, desde la vivienda hasta la educación, fue diseñado para beneficiar a las personas blancas a expensas de las personas negras. Sudáfrica y el ANC heredaron este historial en 1994.
La lucha contra el apartheid no fue solo por el derecho al voto, sino por una vida mejor, y a pesar del progreso que se ha logrado - el acceso generalizado a la electricidad y el agua, así como la construcción de millones de casas por ejemplo, los problemas fundamentales persisten. El desempleo es excepcionalmente alto –alrededor del 30%– y continúa siendo uno de los retos más grandes para el país.
El sistema educativo es otro reto enorme. Investigaciones recientes notaron que el 78% de los niños en cuarto de primaria no pueden entender lo que están leyendo. Y la desigualdad es la más alta del mundo. Esta inequidad es sobre todo visible en las ciudades, donde el diseño espacial del apartheid sigue moldeando la realidad.
En este contexto la tasa de homicidios es extraordinariamente alta. Con esa herencia perversa, no es una sorpresa que la corrupción florezca en un entorno en el que el acceso a la economía es tan limitado que las relaciones con entes políticos y del estado parecen ser la única manera de accederla.
Este fin de semana vino el segundo golpe contra el dominio del ANC en las urnas. En cada elección desde 2009, el ANC ha perdido un poco más. Pero ahora la proporción de votos del ANC al nivel nacional se redujo al 57%, un deterioro grande para un partido tan dominante, que tenía dos tercios, y que ha existido en un contexto con pocas alternativas en términos de oposición.
La mayor oposición, la Alianza Democrática (DA) que es un partido centrista, obtuvo un poco más de 20% de los votos este fin de semana. Aunque creció mucho a principios de la década de 2000, su apoyo ha disminuido en los últimos cinco años. Esto ha sido en parte el resultado de luchas internas y lo que muchos consideran la mala gestión de la crisis del agua en la Ciudad del Cabo en 2018.
Por otro lado están los “Luchadores por la Libertad Económica” (EFF por sus siglas en inglés), formados por miembros descontentos del ANC, afirmando estar de la izquierda del ANC pero esto es discutible. Ellos obtuvieron el 10% de apoyo en las elecciones de la semana pasada pero no es claro si puedan ganar más de ello a nivel nacional.
Ver más: El ANC gana las elecciones en Sudáfrica, pero pierde apoyo
El ANC hubiera tenido aún menos votos en las elecciones de la semana pasada si no hubiera sido por el ascenso de Cyril Ramaphosa, el presidente actual del ANC y del país. En los años 80, Ramaphosa construyó lo que se convertiría en una de los sindicatos más grandes del país y fue Secretario General de la ANC durante el mandato de Nelson Mandela. Luego se hizo uno de los hombres de negocios más ricos de Sudáfrica. A pesar de tener sus propios esqueletos en el armario, en particular su asociación con la compañía minera que estuvo involucrada en la masacre de 47 mineros en 2012, es visto por muchos como el redentor del ANC.
En 2018, con su agenda, supuestamente reformista, ganó una lucha de liderazgo contra las facciones de Zuma dentro del partido. Al poco tiempo Ramaphosa se convirtió en el presidente del país. Desde entonces, ha tomado algunos pasos importantes para reconstruir el estado y la economía. Pero varios aliados de Zuma han permanecido, sobre todo en niveles muy altos del liderazgo del ANC. La cuestión ahora no es solo si Ramaphosa puede parar la caída electoral del ANC, sino si puede comenzar a construir el país por el que tantos lucharon y murieron.
Además de todo, existe en el país una frustración profunda. Muchas personas simplemente ya no votan. La realidad es que entre los diferentes partidos grandes no hay una distinción clara en términos de sus políticas o la visión que ofrecen. Por eso la cuestión de las alternativas políticas es importante para muchas personas. Pero queda por ver qué alternativa hay. Una posibilidad interesante podría manifestarse durante las próximas elecciones locales en 2021. El poder de las ciudades de todo el mundo se ha vuelto demasiado importante para ignorarlo y Sudáfrica no es la excepción. En muchos países, es en la política de las ciudades, más que a nivel nacional, en donde están surgiendo nuevas alternativas y en donde la contestación de las ideas y políticas mas valiosas e interesantes se está llevando a cabo. Por esta razón, yo también estaré observando las elecciones en Bogotá este año, preguntándome en donde se halla la oportunidad real de cambiar el statu quo.
Dustin Kramer es politólogo Sudáfricano y vive en Bogotá. Tiene una maestría de la Universidad de Oxford en política comparada, diez años trabajando en temas de política y movimientos sociales en Sudáfrica y es un becario del Social Change Initiative, una fundación con sede en Irlanda del Norte.
Quizá suene extraño decir que un partido político ha 'perdido' las elecciones en las cuales obtuvo el 57% de los votos nacionales. Pero así sucedió en Sudáfrica la semana pasada cuando el Congreso Nacional Africano (ANC), el partido de Nelson Mandela que gobierna desde los 90, y que en ocasiones alcanzaba casi 70% de los votos nacionales, continuó su proceso de caída acelerada de más de una década.
El miércoles 8 de Mayo, el país tuvo su sexta elección nacional desde que se convirtió en una democracia en 1994 y este fin de semana declararon los resultados. Es una de las pocas elecciones que he observado estando fuera del país. En esta ocasión, desde Bogotá, mi nuevo hogar. Como Colombia, Sudáfrica es un país de contradicciones –por un lado lleno de belleza y alegría, y por otro, de sufrimiento y de historias duras–.
Ver más: Masiva votación en las elecciones de Sudáfrica
Sudáfrica tuvo sus primeras elecciones libres en 1994, y ese año quedó marcado en la historia y en nuestras memorias con imágenes de filas enormes de personas en barrios, campos deportivos y carpas, esperando a votar por primera vez después del fin del apartheid - el sistema brutal de segregación racial que existió formalmente desde 1948.
El ANC, liderado en ese entonces por Nelson Mandela, ganó la mayoría en las elecciones. Fundado en 1912, el ANC había sido uno de los movimientos principales en la lucha cruda contra el apartheid. Cuando formó su primero gobierno en 1994, comenzó el arduo proceso de construir un nuevo estado y país. Se creó una comisión de la verdad y existía un sentimiento real de esperanza.
A pesar de los escándalos y los problemas en el ANC, el apoyo por el partido siguió aumentando a nivel nacional durante los 90 y alcanzó 69% de los votos en 2004. Por consiguiente tuvo control del parlamento con una clara mayoría de dos tercios. Poco después, el entonces vicepresidente del país, Jacob Zuma, fue objeto de una serie de cargos de corrupción graves y fue despedido. Al mismo tiempo fue juzgado por la violación de Fezekile Kuzwayo y fue absuelto, el doloroso juicio y la destrucción de la vida de Fezekile fueron capturados por la periodista Redi Tlhabi en su libro Khwezi.
Estos años desencadenaron una serie de eventos que cambiarían, y agobiarían al país durante muchos años. Sabiendo que el control del estado era clave para luchar contra los cargos de corrupción, la lucha de Zuma fue feroz y para el 2009 se había convertido en el presidente del país. Durante los siguientes diez años, los sudafricanos observábamos cómo el país sufría interminables escándalos de corrupción, cada uno más flagrante que el anterior. Con el tiempo, la corrupción se volvió tan severa que adquirió su propio nombre: 'la captura del estado'.
El gobierno de Zuma instaló personas susceptibles a dicha “captura” y la red de corrupción se amplió y profundizó – incluyendo departamentos gubernamentales ordinarios, el recaudador de impuestos, la policía, la fiscal nacional. Casi ninguna institución del estado quedó intacta.
Algunas familias empresarias con enlaces a Jacob Zuma y sus colegas –como los hermanos Gupta– se hicieron tan poderosos y ricos que por un tiempo llamarían a los ministros del gobierno a su residencia para darles instrucciones como si fueran ellos los mandatarios. Ganaron enormes cantidades de dinero en sus tratos con el estado. Los hermanos Gupta hasta contrataron a Bell Pottinger, que era una de las mayores firmas internacionales de relaciones públicas, para reforzar las divisiones raciales en el país por medio de cuentas robot en Twitter, entre otras cosas, como una forma de desviar la atención sobre la corrupción dentro del estado. Bell Pottinger colapsó después de que saliera la verdad sobre sus relaciones con los Guptas y se declararan en bancarrota.
Ver más: En Sudáfrica no todo está perdonado
Y así durante estos diez años el deterioro electoral del ANC se acrecentó. El primer golpe fue en 2016 con las elecciones a nivel local, en las que perdió el control de las principales ciudades del país como Johannesburgo. En solo un día el partido que se veía como invencible en las urnas, se convirtió en uno que podría perder el poder.
Al final, quien ha recibido el impacto más grande durante los últimos diez años es el pueblo de Sudáfrica. El sistema de apartheid fue la forma más desarrollado de racismo institucionalizado. Todo, desde la vivienda hasta la educación, fue diseñado para beneficiar a las personas blancas a expensas de las personas negras. Sudáfrica y el ANC heredaron este historial en 1994.
La lucha contra el apartheid no fue solo por el derecho al voto, sino por una vida mejor, y a pesar del progreso que se ha logrado - el acceso generalizado a la electricidad y el agua, así como la construcción de millones de casas por ejemplo, los problemas fundamentales persisten. El desempleo es excepcionalmente alto –alrededor del 30%– y continúa siendo uno de los retos más grandes para el país.
El sistema educativo es otro reto enorme. Investigaciones recientes notaron que el 78% de los niños en cuarto de primaria no pueden entender lo que están leyendo. Y la desigualdad es la más alta del mundo. Esta inequidad es sobre todo visible en las ciudades, donde el diseño espacial del apartheid sigue moldeando la realidad.
En este contexto la tasa de homicidios es extraordinariamente alta. Con esa herencia perversa, no es una sorpresa que la corrupción florezca en un entorno en el que el acceso a la economía es tan limitado que las relaciones con entes políticos y del estado parecen ser la única manera de accederla.
Este fin de semana vino el segundo golpe contra el dominio del ANC en las urnas. En cada elección desde 2009, el ANC ha perdido un poco más. Pero ahora la proporción de votos del ANC al nivel nacional se redujo al 57%, un deterioro grande para un partido tan dominante, que tenía dos tercios, y que ha existido en un contexto con pocas alternativas en términos de oposición.
La mayor oposición, la Alianza Democrática (DA) que es un partido centrista, obtuvo un poco más de 20% de los votos este fin de semana. Aunque creció mucho a principios de la década de 2000, su apoyo ha disminuido en los últimos cinco años. Esto ha sido en parte el resultado de luchas internas y lo que muchos consideran la mala gestión de la crisis del agua en la Ciudad del Cabo en 2018.
Por otro lado están los “Luchadores por la Libertad Económica” (EFF por sus siglas en inglés), formados por miembros descontentos del ANC, afirmando estar de la izquierda del ANC pero esto es discutible. Ellos obtuvieron el 10% de apoyo en las elecciones de la semana pasada pero no es claro si puedan ganar más de ello a nivel nacional.
Ver más: El ANC gana las elecciones en Sudáfrica, pero pierde apoyo
El ANC hubiera tenido aún menos votos en las elecciones de la semana pasada si no hubiera sido por el ascenso de Cyril Ramaphosa, el presidente actual del ANC y del país. En los años 80, Ramaphosa construyó lo que se convertiría en una de los sindicatos más grandes del país y fue Secretario General de la ANC durante el mandato de Nelson Mandela. Luego se hizo uno de los hombres de negocios más ricos de Sudáfrica. A pesar de tener sus propios esqueletos en el armario, en particular su asociación con la compañía minera que estuvo involucrada en la masacre de 47 mineros en 2012, es visto por muchos como el redentor del ANC.
En 2018, con su agenda, supuestamente reformista, ganó una lucha de liderazgo contra las facciones de Zuma dentro del partido. Al poco tiempo Ramaphosa se convirtió en el presidente del país. Desde entonces, ha tomado algunos pasos importantes para reconstruir el estado y la economía. Pero varios aliados de Zuma han permanecido, sobre todo en niveles muy altos del liderazgo del ANC. La cuestión ahora no es solo si Ramaphosa puede parar la caída electoral del ANC, sino si puede comenzar a construir el país por el que tantos lucharon y murieron.
Además de todo, existe en el país una frustración profunda. Muchas personas simplemente ya no votan. La realidad es que entre los diferentes partidos grandes no hay una distinción clara en términos de sus políticas o la visión que ofrecen. Por eso la cuestión de las alternativas políticas es importante para muchas personas. Pero queda por ver qué alternativa hay. Una posibilidad interesante podría manifestarse durante las próximas elecciones locales en 2021. El poder de las ciudades de todo el mundo se ha vuelto demasiado importante para ignorarlo y Sudáfrica no es la excepción. En muchos países, es en la política de las ciudades, más que a nivel nacional, en donde están surgiendo nuevas alternativas y en donde la contestación de las ideas y políticas mas valiosas e interesantes se está llevando a cabo. Por esta razón, yo también estaré observando las elecciones en Bogotá este año, preguntándome en donde se halla la oportunidad real de cambiar el statu quo.
Dustin Kramer es politólogo Sudáfricano y vive en Bogotá. Tiene una maestría de la Universidad de Oxford en política comparada, diez años trabajando en temas de política y movimientos sociales en Sudáfrica y es un becario del Social Change Initiative, una fundación con sede en Irlanda del Norte.