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Desde los años 70, Nueva York empezó a convertirse en uno de los destinos de mayor concentración de la diáspora colombiana, y aunque se estima que en los cinco condados hay más de medio millón de bogotanos, costeños, llaneros, paisas, chocoanos, vallunos, santandereanos, pastusos, boyacenses e incluso inmigrantes del Amazonas, hasta el día de hoy la comunidad colombiana de la Gran Manzana está en las sombras en la toma de decisiones. No tiene representación política alguna en la ciudad ni en el estado, a pesar de ser el tercer grupo latino de mayor población en la “Capital del Mundo”, después de los dominicanos y mexicanos, quienes sí tienen a los suyos liderando escenarios políticos.
Han sido décadas en las que los colombianos han intentado conquistar puestos de elección pública en diferentes esferas, librando duras batallas, incluso entre paisanos, pero siempre terminan faltando los cinco centavos para el peso.
Pero en un hecho que se ha robado la atención entre los neoyorquinos y analistas políticos de Estados Unidos, los colombianos están a punto de dar el salto y empezar a tener voz y voto político propios en la Legislatura estatal, con sede en la ciudad de Albany. Y no solo con un representante sino con tres: todas mujeres.
Se espera que el próximo martes 6 de noviembre, cuando se lleven a cabo las elecciones estatales, en las que están habilitados más de doce millones de votantes, hagan historia la inmigrante Catalina Cruz, quien dejó su natal Medellín cuando tenía nueve años, y las hijas de padres colombianos: Jessica Ramos y Julia Salazar. Ambas crecieron en hogares en suelo estadounidense, hablando perfecto inglés, pero con la cultura de los paisas de Pereira y los boyacenses, respectivamente, en su crianza. Le recomendamos: Trump y la forma cínica de hacer política
Las tres jóvenes son descritas como rostros de un movimiento de sangre nueva, donde las mujeres llevan la batuta, que desde el 2017 comenzó a subir como un tsunami. Ellas comparten varios puntos más allá de su colombianidad: las tres tienen visiones progresistas, las tres las tres por primera vez se lanzan al mundo de la política, las tres le han declarado la guerra a los abusos y atropellos de la administración Trump, las tres quieren trabajar por comunidades mixtas... y a las tres les gusta el café.
En septiembre pasado, en las elecciones primarias del Partido Demócrata, Ramos, Salazar y Cruz emergieron con un holgado triunfo en sus distritos, en Queens y Brooklyn, de amplia presencia inmigrante, y sepultaron a políticos que estaban apoyados por la maquinaria y que parecían inamovibles en sus curules, como los senadores José Peralta y Martin Dilan, toros viejos en las corridas políticas.
Ahora, para llegar a la meta, a la tripleta de colombianas solo les hacen falta los resultados del martes, considerados un mero formalismo, ya que las zonas que representan son de una amplísima mayoría demócrata, en las que sus rivales republicanos no tienen oportunidad real de frenarles el paso.
“Esta no ha sido una batalla nada fácil, pero con trabajo, fuerza y compromiso, hemos logrado estar donde estamos, siendo el rostro de una comunidad de jóvenes a los que se les quiere negar su derecho a tener voz”, asegura la futura asambleísta Catalina Cruz, quien durante trece años fue indocumentada, tras emigrar con su familia de Medellín. La abogada de 35 años, quien vive en Corona Queens, asegura que vivió en carne propia “el sueño americano”, ese de forjarse una vida sin papeles y ver a su madre, doña Rosa Agudelo, “partiéndose la espalda”, trabajando en limpieza o vendiendo empanadas para sacar a la familia adelante. “No somos criminales, como dice Trump. Somos gente trabajadora y con nuestras historias le daremos otro enfoque a la Legislatura”, dice.
Al ser cuestionada sobre por qué esta vez la comunidad colombiana sí tendrá un triunfo político, Cruz afirma que la razón está en que entendieron que con el apoyo de sus compatriotas no era suficiente.
“Creo que esta vez nos hemos empujado de una forma muy diferente a la de antes, porque somos colombianas, pero estamos creando hermandades con otros grupos y representando a todas las comunidades”, destacó la joven política, quien para festejar el triunfo final del martes ya ha pensado en una forma muy al estilo colombiano.
“Me gustaría que hiciéramos una rumba bien buena y para que nos unamos las tres, nos podemos ir en una ‘chiva bus’ desde Queens hasta Brooklyn, para celebrar”, dijo la abogada. La de Jessica Ramos, quien espera confirmar su boleto al Senado estatal el martes, también es una historia con aroma inmigrante, pues, a pesar de haber nacido en Nueva York, confiesa con orgullo que es uno de los millones de rostros de ciudadanos estadounidenses, hijos de padres sin papeles, que le callan la boca al presidente Trump con sus historias de éxitos.
“Yo soy hija de inmigrantes. Mi mami cruzó la frontera mexicana sola, a los 24 años, y aunque mis padres consiguieron papeles con la amnistía de Ronald Reagan (1986), cuando nací, mi mamá era todavía indocumentada. Soy lo que los republicanos llamarían un ‘anchor baby’”, advierte la joven con un marcado acento paisa, que tiene desde que era niña y vivía en la zona cafetera todas sus vacaciones escolares. Bajo la propuesta que anunció esta semana el presidente Trump para que los hijos de extranjeros indocumentados que nazcan en Estados Unidos no sean considerados ciudadanos, la futura senadora sería vista como una indocumentada.
La exasesora del alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, no solo ha asumido su carrera política como un reto al que “mira con valentía”, y como una oportunidad para darle más voz a la comunidad colombiana, sino como una herramienta para “luchar contra las injusticias” y abogar por “el poder de la mujer”, en una Legislatura apodada “el club de los hombres”, pues de las 63 sillas en el Senado estatal solo 14 son de mujeres. Ella y Salazar serán las únicas hispanas allí.
“Siento una gran responsabilidad porque se trata de organizar a los colombianos y demostrar que sí tenemos poder político y la capacidad de liderar a nuestras comunidades más allá de los latinos”, dice Ramos, quien agrega que además de tener fuerza corriéndole por las venas, conoce muy bien a la comunidad inmigrante que vive en su distrito.
“Las colombianas somos unas berracas. Siempre lo hemos sido, pero también entendemos la problemática de las familias trabajadoras, de lo que es vivir en las sombras como inmigrantes y lo importante que es ser mujeres empoderadas que les demos voz a los que no tienen o que creen que no la tienen”, comentó la candidata, al tiempo que hizo un reconocimiento a los colombianos que en el pasado se lanzaron al ruedo político sin éxito.
“Se les agradece a generaciones previas lo que hicieron para comenzar a unir a la comunidad colombiana y de ahí partimos, ya no solo como líderes de nuestra gente sino de la comunidad inmigrante entera, porque de lo que se trata es de poder organizar a la comunidad completa, más allá de la propia”, dijo la colombiana.
Y Julia Salazar —hija de papá piloto y mamá azafata, de Boyacá, quien desde los dos años de nacida en Florida ha visitado Colombia frecuentemente— también describe sus aspiraciones como un triunfo, no solo de su origen colombiano y latino, sino de las mujeres empoderadas. Vea también: Cómo la caravana migrante se convirtió en una estrategia electoral de Trump
“Mi madre hizo de mí lo que soy hoy. Ella ha sido mi mayor modelo y me enseñó con su ejemplo que si trabajo duro puedo lograr lo que sea y a no someterme al machismo ni en Colombia ni en ningún lado”, dijo la política de Brooklyn, quien siente que llegar a Albany no sola, sino junto a dos compatriotas, le da mayor fortaleza para poder impulsar proyectos progresistas.
“Para mí eso es muy inspirador. Creo que las colombianas y los colombianos americanos y los latinos en general tenemos hoy más oportunidades y aunque todavía hay mucho trabajo por hacer para llegar y romper las barreras del sistema, vamos por buen camino. Sé que con trabajo duro vamos a llegar”, confesó la política de 27 años.
Carlos Vargas, reconocido analista político de la Gran Manzana, asegura que estas tres colombianas, además de contar con calificaciones altas para ejercer bien los trabajos para los que los electores las están contratando con sus votos, son la representación de las voces de protesta e inconformidad hacia la clase política tradicional del Estado. Ellas son parte del movimiento de Alexandria Ocasio-Cortez, quien también sin experiencia política y con solo 28 años —en un hecho que sigue resonando a escala nacional— le quitó la silla al congresista federal Joe Crowley, de Queens, uno de los pesos pesados del Partido Demócrata, quien tenía su asiento principal en el vecindario de los colombianos: Jackson Heights.
“El electorado está inquieto y quiere alternativas que luchen contra el statu quo y es obvio que estas mujeres tienen un plan completo, y aunque no sé si ellas sean el reflejo de la madurez política de toda una comunidad colombiana, definitivamente los colombianos han hecho varios intentos de penetrar el campo electoral sin éxito, y el que ellas se estén postulando demuestra que ahora hay capacidad institucional de la comunidad”, asegura Vargas, admitiendo que este triunfo tendrá efectos considerables para los colombianos de Nueva York.
“Es muy importante que se vean representados en sus líderes electos y el hecho de que alguna o todas salgan electas será un aliciente para la comunidad colombiana de Nueva York para participar cada vez más en el proceso político”, concluyó el analista.