Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
No son pobres, pero los chilenos de clase media, asfixiados por deudas contraídas para pagar los altos gastos de la salud y la educación privadas, luchan contra una "fragilidad" económica permanente que los lleva a unirse a las protestas sociales.
Chile se puede enorgullecer de unos datos envidiables en América Latina: la pobreza nunca ha sido tan baja, tras pasar del 40% de la población a menos del 10% en 30 años, lo que ha convertido a este país de 18 millones de habitantes en un lugar donde la clase media es mayoritaria. Pero para los chilenos, el modelo económico ultraliberal heredado de la dictadura (1973-1990), que privatizó el agua, la salud, la educación y el sistema de jubilaciones, genera "una angustia permanente" ante el riesgo de sufrir cualquier infortunio. Le recomendamos: Las muchas razones del estallido social en Chile
Nicolás Achondo, un cocinero de 33 años, tuvo que cerrar su restaurante. Después de pagar sus gastos, los salarios de sus empleados y sus impuestos, ya no tenía dinero para contratar un sistema privado de salud. Víctima de un accidente moto, el tratamiento le costó miles de dólares.
"Fue una deuda millonaria y en aquel momento no tenía cómo pagarla. Y al no tener cómo pagar entras en el sistema de los deudores, el Dicom. Y eso te cierra todas las puertas", cuenta Achondo. "No puedes acceder a ningún crédito bancario, no puedes arrendar un apartamento o una casa (...) Como emprendedor, el hecho de ser deudor hizo imposible obtener un crédito para mi negocio y éste empezó a generar deudas (...). Es bien injusto".
Su familia le ayudó a pagar sus deudas, pero ya no tiene ningún capital para reabrir el restaurante y quiere emigrar a Canadá. La clase media no tiene subsidios estatales. "La única cosa que podemos hacer es pedir créditos bancarios para acceder a la vivienda, a la salud, la educación y la ropa", lamenta Achondo. Vea también: Bolivia y Chile: el conflicto social no termina y estallan nuevas protestas
Sus padres ya sufrieron esa fragilidad. El videoclub que tenían en los años ochenta y noventa quebró ante la evolución del mercado. El dinero les alcanzó para pagar los estudios de sus dos hijos mayores, entre ellos Nicolás, sin pedir préstamos; pero no podrán hacer lo mismo con los dos menores, estudiantes en un colegio del sistema público, cuyo nivel de enseñanza se considera bastante peor que en los establecimientos privados.
Los dos hijos de Marisol Berríos, una trabajadora social de 59 años, financiaron sus estudios universitarios con créditos. "Son profesores en escuelas secundarias, pero son precarios, trabajan por honorarios. Tienen el salario mínimo y no entran en el sistema de salud". En un modelo donde el Estado interviene muy poco, la rentabilidad es la clave del sistema.
Las chilenas deben pagar hasta tres veces más que los hombres por su cobertura sanitaria cuando quieren tener hijos, y el seguro no cubre las complicaciones médicas que puedan surgir. "Hay un plan con útero y un plan sin útero, que es más barato. Pagas un porcentaje mayor cuando eres fértil. Y en la vejez, si eres mujer, también pagas más", explica Berríos, que se preocupa por su pensión de jubilación, que en Chile es administrada por fondos de pensiones muy criticados. Bolivia y Chile: el conflicto social no termina y estallan nuevas .
"A mí me da miedo pensar en mi vejez. Me falta un año para jubilarme y mi pensión será de 170.000 pesos (US]$230)", cuenta esta quincuagenaria que gana actualmente 1,2 millones de pesosm chilenos (US$1.600).
A la salud, la educación y la jubilación se suman las alzas de la tarifa de la electricidad, los peajes omnipresentes en las autopistas del país y de la ciudad de Santiago, y los medicamentos cuyos precios son fijados por el mercado.
En ese contexto, la subida del precio del metro en la capital (+3,75%, frente a una inflación prevista del 2,6% en 2019) en horas punta, cuando los habitantes no tienen otra forma de desplazarse, fue la chispa que encendió las protestas actuales. Para intentar aplacar la cólera popular, el presidente conservador Sebastián Piñera anunció varias medidas como la suspensión del alza del 9,2% de la electricidad y de la subida anual del 3,5% de los peajes, pero no logró poner fin al estallido.
"Chile despertó" se ha convertido en uno de los lemas favoritos de los manifestantes desde el 18 de octubre. "Nos despertamos frente a la brutalidad del sistema", afirma Marisol Berríos.
La ciudadanía quiere una nueva Constitución
Con el paso de los días, la demanda de una nueva Constitución fue tomando fuerza entre los reclamos que los ciudadanos manifiestan en las calles."Creo que en la Constitución (actual) está la base de todas las razones de por qué Chile está como está. Es una Constitución que está centrada en un estado subsidiario en donde el rol prioritario lo tienes las empresas y no las personas", dijo a Efe Belén Saavedra, una ciudadana que participa en diversos cabildos populares para poner en común los problemas del país y sus posibles soluciones.
Para Rodrigo Molina, vecino de la comuna santiaguina de Ñuñoa, una nueva Constitución "es fundamental" y en su opinión esta debe elaborarse con una participación en conjunto de diputados, senadores y ciudadanos, según dijo a Efe. Otro vecino de esa misma comuna, Leandro Infante, comentó a Efe que no se puede olvidar que la actual Constitución procede de la dictadura, "es espuria y no tiene la base del pueblo. "Es una Constitución hecha para amarrar todo el proyecto económico y político que hemos heredado de la dictadura, para que esta fuera inamovible", opinó Infante.
"Constitución o travesura", rezaba la tarde de este jueves el cartel de una manifestante en la céntrica Plaza Italia de Santiago, parafraseando al clásico "truco o trato" con el que los niños piden caramelos por las casas en la noche de Halloween y en alusión a la demanda de una nueva Carta Magna para Chile.
Miles de personas volvieron a manifestarse este jueves por las calles del país, en el décimo cuarto días de protestas, en esta ocasión luciendo variopintos disfraces con motivo de esa celebración de Halloween, en una jornada que tampoco fue ajena a los disturbios y que acabó con la actuación de las fuerzas del orden público.