En medio de los combates en Sudán, hay un éxodo masivo de extranjeros
La mayoría de los extranjeros evacuados son personal diplomático. Muchos nacionales siguen esperando un sitio en los convoyes que parten continuamente hacia Puerto Sudán, a orillas del mar Rojo, o a las bases aéreas de las afueras de Jartum. La mayoría del personal diplomático fue trasladado a Yibuti, pequeño país del Cuerno de África, donde hay numerosas bases militares extranjeras.
El éxodo masivo de extranjeros continúa este lunes en Sudán, sacudido por feroces combates entre el Ejército y un grupo paramilitar que han dejado cientos de muertos, sin que se aviste una solución al conflicto. Las explosiones y los disparos no han dejado de resonar desde hace diez días en la capital sudanesa, Jartum, y otras zonas del país africano, pero las capitales extranjeras lograron negociar con los dos beligerantes la evacuación de su personal diplomático y de sus ciudadanos.
Tuvimos que “aprovechar una pequeña ventana de oportunidad”, indicó un portavoz del gobierno británico. “Con los intensos combates en Jartum y el cierre del principal aeropuerto” desde el 15 de abril, día en el que estallaron los enfrentamientos, una evacuación mayor era “imposible”, añadió. En total, fueron evacuadas más de 1.000 ciudadanos de la Unión Europea, según el jefe de la diplomacia del bloque, Josep Borrell.
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España anunció la salida de 100 personas, españolas y también latinoamericanos. Estados Unidos evacuó en helicópteros a su personal diplomático, que suma menos de 100 personas. China, importante socio comercial de Sudán, también evacuó a un primer contingente de ciudadanos. Varias capitales árabes también evacuaron a cientos de sus nacionales.
Un libanés, evacuado en un autobús, contó que pudo irse tan solo con “una camiseta y un pijama”. “Es todo lo que me queda tras 17 años” en Sudán. En Jartum, “estábamos en estado de sitio”, afirma. Los más de 5 millones de capitalinos no tienen desde hace días agua ni electricidad, y la comida empieza a faltar. “Teníamos miedo de enfermar o resultar heridos en los combates”, continúa el hombre, que está entre un grupo de familias evacuadas. Ahora “todo está destruido”.
La violencia en este país del noreste de África, de unos 45 millones de habitantes, se desató el 15 de abril entre el Ejército del general Abdel Fatah al Burhan, gobernante de facto de Sudán desde el golpe de 2021, y su rival, el general Mohamed Hamdan Daglo, líder de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). Más de 420 personas han muerto y 3.700 han resultado heridas hasta ahora, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La mayoría de los extranjeros evacuados son personal diplomático. Muchos nacionales siguen esperando un sitio en los convoyes que parten continuamente hacia Puerto Sudán, a orillas del mar Rojo, o a las bases aéreas de las afueras de Jartum. La mayoría del personal diplomático evacuado fue trasladado a Yibuti, pequeño país del Cuerno de África, donde hay numerosas bases militares extranjeras.
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Las dificultades de huir a otros territorios
Mientras los esfuerzos por evacuar a extranjeros continúan, la preocupación crece sobre la suerte de los sudaneses atrapados entre los combates. “Temo por su futuro”, escribió en Twitter el embajador noruego, Endre Stiansen. Los cinco millones de habitantes de Jartum solo tienen una idea en mente: abandonar la ciudad, que se hunde en el caos. Los dos bandos se acusan mutuamente de haber atacado las cárceles para liberar a cientos de presos, saquear casas y fábricas. También se han registrado enfrentamientos en torno a bancos, que fueron vaciados.
En un país donde la inflación es de tres dígitos en tiempos normales, el precio del arroz o de la gasolina está por las nubes. Esto es un problema, ya que la gasolina es clave para poder escapar de los enfrentamientos. De hecho, se necesita mucho carburante para llegar al vecino Egipto, que está a 1.000 km al norte, donde miles de sudaneses esperan poder refugiarse. Pasa algo parecido en el caso de Puerto Sudán, 850 km al este, donde esperan subirse a un barco.
“A medida que huyen los extranjeros, que pueden hacerlo, se agrava el impacto de la violencia en una situación humanitaria ya crítica en Sudán”, advirtió la ONU. Atrapadas en el fuego cruzado, sus agencias y muchas otras organizaciones humanitarias han suspendido sus actividades en el país. Cinco trabajadores humanitarios, entre ellos cuatro de Naciones Unidas, murieron, y, según el sindicato de médicos, casi tres cuartas partes de los hospitales están fuera de servicio.
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El hambre amenaza en Sudán
Los encarnizados combates entre las fuerzas de los dos generales en el poder no dan tregua. Los tiroteos se intensifican en la capital y sus alrededores. Además, unos aviones de combate sobrevuelan la zona, mientras avanzan los blindados paramilitares.
La disputa entre Burhan y Daglo surgió de los planes de integrar a las FAR al Ejército regular, un requisito clave del acuerdo para restaurar la democracia en Sudán, tras el golpe militar que depuso al gobernante autocrático Omar al Bashir en abril de 2019.
En el tercer país más grande de África, donde en tiempos normales un tercio de la población necesita ayuda humanitaria, el Programa Mundial de Alimentos advirtió que millones de personas más podrían sufrir hambre a causa de la violencia.
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El éxodo masivo de extranjeros continúa este lunes en Sudán, sacudido por feroces combates entre el Ejército y un grupo paramilitar que han dejado cientos de muertos, sin que se aviste una solución al conflicto. Las explosiones y los disparos no han dejado de resonar desde hace diez días en la capital sudanesa, Jartum, y otras zonas del país africano, pero las capitales extranjeras lograron negociar con los dos beligerantes la evacuación de su personal diplomático y de sus ciudadanos.
Tuvimos que “aprovechar una pequeña ventana de oportunidad”, indicó un portavoz del gobierno británico. “Con los intensos combates en Jartum y el cierre del principal aeropuerto” desde el 15 de abril, día en el que estallaron los enfrentamientos, una evacuación mayor era “imposible”, añadió. En total, fueron evacuadas más de 1.000 ciudadanos de la Unión Europea, según el jefe de la diplomacia del bloque, Josep Borrell.
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España anunció la salida de 100 personas, españolas y también latinoamericanos. Estados Unidos evacuó en helicópteros a su personal diplomático, que suma menos de 100 personas. China, importante socio comercial de Sudán, también evacuó a un primer contingente de ciudadanos. Varias capitales árabes también evacuaron a cientos de sus nacionales.
Un libanés, evacuado en un autobús, contó que pudo irse tan solo con “una camiseta y un pijama”. “Es todo lo que me queda tras 17 años” en Sudán. En Jartum, “estábamos en estado de sitio”, afirma. Los más de 5 millones de capitalinos no tienen desde hace días agua ni electricidad, y la comida empieza a faltar. “Teníamos miedo de enfermar o resultar heridos en los combates”, continúa el hombre, que está entre un grupo de familias evacuadas. Ahora “todo está destruido”.
La violencia en este país del noreste de África, de unos 45 millones de habitantes, se desató el 15 de abril entre el Ejército del general Abdel Fatah al Burhan, gobernante de facto de Sudán desde el golpe de 2021, y su rival, el general Mohamed Hamdan Daglo, líder de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). Más de 420 personas han muerto y 3.700 han resultado heridas hasta ahora, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La mayoría de los extranjeros evacuados son personal diplomático. Muchos nacionales siguen esperando un sitio en los convoyes que parten continuamente hacia Puerto Sudán, a orillas del mar Rojo, o a las bases aéreas de las afueras de Jartum. La mayoría del personal diplomático evacuado fue trasladado a Yibuti, pequeño país del Cuerno de África, donde hay numerosas bases militares extranjeras.
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En un país donde la inflación es de tres dígitos en tiempos normales, el precio del arroz o de la gasolina está por las nubes. Esto es un problema, ya que la gasolina es clave para poder escapar de los enfrentamientos. De hecho, se necesita mucho carburante para llegar al vecino Egipto, que está a 1.000 km al norte, donde miles de sudaneses esperan poder refugiarse. Pasa algo parecido en el caso de Puerto Sudán, 850 km al este, donde esperan subirse a un barco.
“A medida que huyen los extranjeros, que pueden hacerlo, se agrava el impacto de la violencia en una situación humanitaria ya crítica en Sudán”, advirtió la ONU. Atrapadas en el fuego cruzado, sus agencias y muchas otras organizaciones humanitarias han suspendido sus actividades en el país. Cinco trabajadores humanitarios, entre ellos cuatro de Naciones Unidas, murieron, y, según el sindicato de médicos, casi tres cuartas partes de los hospitales están fuera de servicio.
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La disputa entre Burhan y Daglo surgió de los planes de integrar a las FAR al Ejército regular, un requisito clave del acuerdo para restaurar la democracia en Sudán, tras el golpe militar que depuso al gobernante autocrático Omar al Bashir en abril de 2019.
En el tercer país más grande de África, donde en tiempos normales un tercio de la población necesita ayuda humanitaria, el Programa Mundial de Alimentos advirtió que millones de personas más podrían sufrir hambre a causa de la violencia.
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