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Hun Daneth sentía eso, contaba con eso. Cuando dio a luz al niño, quien no se parecía a ella, solo confirmó eso.
Pero cuatro años después de actuar como un “vientre de alquiler” para un hombre de negocios, quien dijo que había usado un óvulo de una donadora rusa, los tribunales camboyanos están obligando a Hun Daneth a criar al pequeño o correr el riesgo de ir a la cárcel. El hombre de negocios está en prisión por la gestación subrogada y su apelación fue rechazada en junio.
Incluso mientras lidiaba con el impacto de tener que criar al bebé, Hun Daneth cambiaba diligentemente sus pañales. Con el paso de los meses y los años, empezó a abrazarlo y besarlo, y a convencerlo de que comiera más arroz para que creciera y se hiciera fuerte. Ahora considera a este niño como su hijo.
“Lo quiero tanto”, dijo Hun Daneth, quien cuida al niño junto con su esposo.
Los destinos de la mujer camboyana, un hombre chino y el niño que los une refleja los complejos dilemas éticos que presentan la industria global de la gestación subrogada. La práctica es legal —y a veces increíblemente costosa— en algunos países, mientras que otros la han prohibido. Y también otros países con sistemas legales más débiles, como Camboya, han permitido que operen mercados grises, lo cual pone en peligro a quienes participan en esta industria ya que las condiciones políticas de repente cambian y en consecuencia surgen procesos judiciales.
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Cuando se lleva a cabo de forma transparente y con las debidas precauciones, los partidarios afirman que la gestación subrogada comercial permite a las personas ampliar sus familias y compensar de manera justa a las mujeres que paren a los niños. Si se lleva a cabo incorrectamente, el proceso puede originar abusos contra personas vulnerables, ya sean las mujeres que alquilan su vientre o los futuros padres.
La práctica prospera en el nebuloso espacio que existe entre quienes pueden y no pueden tener hijos; entre quienes tienen los medios para contratar a alguien que alumbre a su descendencia biológica y las mujeres que necesitan el dinero; y entre quienes, por su sexualidad o estado civil, no pueden adoptar o convertirse en padres de otra manera y aquellas cuya fertilidad les evita tener que enfrentarse a esas restricciones.
Camboya se convirtió en un destino popular de gestación subrogada después de las medidas enérgicas que se tomaron en otros países asiáticos hace casi una década. Los extranjeros acudieron en masa a las nuevas clínicas de fertilidad y agencias de gestación subrogada de Nom Pen, la capital.
Cuando la industria floreció, el gobierno impuso una prohibición a la maternidad subrogada y prometió aprobar una legislación que la prohibiera oficialmente. La orden judicial, que estaba mal definida y aun así fue impuesta en un país plagado de corrupción y con un Estado de derecho escaso, acabó castigando a las mujeres que el gobierno había prometido proteger.
En 2018, Hun Daneth fue una de las 30 2madres de alquiler”, todas embarazadas, que fueron detenidas en una redada policial en un complejo de viviendas de lujo en Nom Pen. Aunque hasta la fecha Camboya no tiene una ley que restrinja específicamente la gestación subrogada, el gobierno criminalizó la práctica utilizando las leyes existentes contra la trata de personas, un delito que supone una condena de 20 años. Decenas de madres de alquiler han sido detenidas, acusadas de traficar con los bebés que han dado a luz.
“La gestación subrogada significa que las mujeres están dispuestas a vender bebés y eso cuenta como trata de personas”, afirmó Chou Bun Eng, una secretaria de Estado en el ministerio del Interior y vicepresidenta del Comité Nacional de Lucha Contra la Trata de Personas. “No queremos que Camboya sea conocida como un lugar que produce bebés para comprar”.
Pero la aplicación de una ley de trata de personas a la gestación subrogada ha hecho recaer el peso de la ley en las propias madres de alquiler. Casi todas las detenidas en la redada de 2018 dieron a luz estando bajo arresto en un hospital militar, algunas encadenadas a las camas. Ellas, junto con varios empleados de agencias de gestación subrogada, fueron declaradas culpables de traficar con bebés.
Sus sentencias, dos años después, llegaron con una condición: a cambio de la remisión de la pena de prisión, las madres de alquiler tendrían que criar ellas mismas a los niños. Si las mujeres intentaban entregar en secreto los niños a los futuros padres, el juez les advirtió que serían enviadas a prisión durante muchos años.
Esto significa que las mujeres cuya precariedad económica las llevó a la gestación subrogada están ahora se enfrentan a dificultades para alimentar una boca más.
Desde detrás de las rejas de un juzgado de Nom Pen, Xu Wenjun, el padre previsto para el niño que dio a luz Hun Daneth, habló rápidamente, y sus palabras salieron a tropezones antes de que la policía interviniera. Lleva tres años en prisión.
“Seguramente mi hijo ya estará muy grande”, dijo Xu, vestido con un traje de prisión naranja. “¿Crees que se acuerde de mí?”.
‘¿De dónde vino?’
En medio de una nube de mosquitos, cerca de un montón de basura empapada por las lluvias recientes, un niño corrió hacia Hun Daneth, quien todavía vestía el uniforme de la maquiladora. Ella cogió a su hijo y le olió la mejilla, una señal de afecto en algunas partes del sudeste asiático.
Hun Daneth, que ahora tiene 25 años, decidió convertirse en “madre de alquiler” por la misma razón que las demás: una gran cantidad de deudas.
Al igual que casi un millón de camboyanos, en su mayoría mujeres, había dejado el campo para coser camisetas y sujetadores, bolsas de deporte y sudaderas en las fábricas. Pero un par de cientos de dólares al mes no rinde mucho en las ciudades.
Una reclutadora de la fábrica de ropa donde trabajaba Hun Daneth le habló de una alternativa. Podía ganar 9000 dólares —unas cinco veces su salario base al año— por alquilar su vientre.
La reclutadora estaba conectada con una agencia que un hombre chino y su esposa camboyana dirigían en la localidad. Su hermana dirigía villas de lujo donde se alojaban las madres de alquiler.
Ocho “madres de alquiler” que hablaron con The New York Times describieron las lámparas de araña, el aire acondicionado y los inodoros con descarga de agua que había en las villas, nada de lo cual tenían en casa. Sus comidas eran abundantes.
Xu, un próspero empresario de la ciudad meridional china de Shenzhen, fue emparejado con Hun Daneth. Lo único que le faltaba, dijo a sus amigos que hablaron con The Times, era un hijo que continuara la línea familiar.
La mayoría de los bebés chinos gestados por “madres de alquiler” camboyanas son varones. En China está prohibido seleccionar el sexo del bebé, pero no en Camboya. La maternidad subrogada comercial no se practica de manera abierta en China, a pesar de la preocupación oficial por la caída de la natalidad en el país tras décadas de la política de un solo hijo que se aplicó de manera sumamente estricta.
En el testimonio del tribunal camboyano, Xu dijo que su mujer no podía tener hijos. Pero los amigos de Xu, que hablaron bajo condición de anonimato por miedo a enemistarse con las autoridades camboyanas, dijeron que su situación era más complicada: no tenía esposa y era abiertamente gay. Hun Daneth dijo que Xu le habló de su sexualidad. Las parejas LGBTQ no pueden adoptar en China, y las personas solteras u homosexuales no pueden recurrir a la gestación subrogada en la mayoría de los países donde esta práctica es legal.
Perfect Fertility Center, o PFC por su sigla en inglés, una agencia de gestación subrogada registrada en las Islas Vírgenes Británicas, mostró una simpatía inusual por los futuros padres LGBTQ y les ofrecía bebés mediante “vientres de alquiler” en Camboya, México y Estados Unidos. El sitio web de la empresa está ilustrado con fotografías de parejas del mismo sexo acunando bebés.
PFC fue fundada por Tony Yu, que recurrió a “vientres de alquiler” camboyanos para sus propios hijos. Yu, quien es abiertamente gay, dijo que los abogados camboyanos le aseguraron que su agencia era legal.
En 2017, Xu firmó un contrato con PFC, en el que acordaba pagar 75.000 dólares por la subrogación en Camboya, según documentos revisados por The New York Times.
Xu visitó a Hun Daneth en la villa de lujo. Le dijo que la donante del óvulo era una modelo rusa, y más tarde les mostró a Hun Daneth y a su marido fotografías de una mujer blanca de pelo ondulado junto a un auto deportivo.
Para las “madres de alquiler” camboyanas, verse obligadas a criar niños de otras etnias puede crear tensiones adicionales en sus familias y comunidades. Los rasgos de los niños hacen que sea difícil explicar su procedencia.
“La gente se pregunta: ‘¿Por qué tiene cabello café? ¿De dónde viene?’”, contó Vin Win, de 22 años, otra madre de alquiler que fue arrestada junto con Hun Daneth.
‘Entonces ocurrió el desastre’
La policía franqueó los arcos de mármol del complejo e irrumpió en las dos villas, esposando a las mujeres embarazadas que habían estado dormitando en sus camas de cabecera rosa o descansando en los sofás mientras jugaban Candy Crush.
La operación policial de julio de 2018 se produjo tras una ofensiva en toda la región contra la gestación subrogada comercial.
Diez mujeres camboyanas que hablaron con The Times, incluidas las ocho que fueron detenidas en 2018, dijeron que la subrogación había sido una decisión propia.
A finales de 2016, el Ministerio de Salud de Camboya anunció la prohibición de la gestación subrogada, pero lo hizo sin adoptar una nueva legislación que la convirtiera en un delito. Como consecuencia de ello, siguieron abriéndose clínicas de fertilidad y agencias de gestación subrogada.
Las redadas comenzaron al año siguiente.
Yu, que no estaba en Camboya cuando la policía allanó las villas, dijo que no tenía idea de que su agencia estuviera infringiendo ninguna ley. Lotus Fertility, una de las clínicas en las que la agencia confiaba para realizar la fecundación in vitro de las “madres de alquiler”, operaba en el Hospital Central, un centro privado con un fuerte pedigrí político. La directora y el subdirector del hospital son la nuera y el hijo de Mam Bunheng, ministro de Sanidad de Camboya. El hospital no ha respondido a las peticiones de comentarios.
“Quería hacerlo todo de manera legal y abierta”, dijo Yu. “Con la clínica de fertilidad, todo el mundo decía: ‘Todo es seguro, todo es cómodo, tienen buenos antecedentes’, así que les creí”.
“Pero entonces ocurrió el desastre”, añadió.
Hun Daneth dijo que había tenido la sensación de que no debía hablar tan abiertamente de lo que estaba haciendo.
Una empleada camboyana de Lotus Fertility, que accedió a hablar solo si no se utilizaba su nombre, dijo que la clínica presentaba documentación en la que se afirmaba que todas las fecundaciones in vitro eran para futuras madres camboyanas, aunque estaba claro que muchas de las mujeres eran “madres de alquiler”.
Lotus Fertility cerró. Un representante de la clínica culpó al coronavirus del cierre.
‘Nuestros bebés son el crimen’
Encadenada a la cama de un hospital militar en agosto de 2018, Hun Daneth dio a luz a un bebé de pelo castaño suave, tez pálida y los mismos ojos anchos que su padre previsto.
Después de que Yu, según su relato, pagara a la policía casi 150.000 dólares, las “madres de alquiler” fueron liberadas. En total, Yu dijo haber gastado más de 740.000 dólares en intentar arreglar la situación, dinero que pagó en efectivo a intermediarios o a cuentas bancarias anónimas.
El gobierno ordenó a una organización benéfica cristiana, fundada por estadounidenses para combatir el tráfico sexual de niños, que vigilara a las mujeres después de que dieran a luz, según las autoridades. Algunas “madres de alquiler” dijeron que también tenían que presentarse en la comisaría, con los niños a cuestas.
“Era como si fuéramos delincuentes”, dijo Ry Ly, otra madre de alquiler. “Nuestros bebés son el delito”.
A pesar de las promesas de las madres de alquiler al tribunal de que criarían a los bebés, muchos de estos niños ya no están en Camboya y se han unido a sus padres chinos, sostuvo Yu.
Xu, el empresario chino ahora encarcelado, fue a Camboya para intentar sacar a su hijo. Se puso en contacto directamente con Hun Daneth, a pesar de que la agencia le había advertido que mantuviera un perfil bajo. Compró juguetes y pañales para el niño, al que llamó Yeheng en mandarín, un nombre que alude a la perseverancia kármica.
Xu presentó una prueba de paternidad a la embajada china en Nom Pen. En 2019, consiguió un pasaporte para el niño.
Un trabajador de la organización benéfica cristiana acompañó a Xu a la comisaría para que terminara el papeleo. El fundador de la agencia de gestación subrogada le advirtió a Xu de que era una trampa de la policía. Y así fue, los agentes estaban esperando. Desde entonces está en la cárcel.
Los representantes de la organización benéfica, Agape International Missions, no quisieron hacer comentarios sobre la detención de Xu.
En 2020, Xu fue declarado culpable de tráfico de personas y condenado a 15 años de prisión. En junio, se le denegó la apelación.
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