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Marta Domínguez cumple este domingo su doceavo día de encierro voluntario en su casa en Barcelona, el séptimo por decreto. Solo el viernes quebró por un minuto exacto su aislamiento preventivo para sacar la basura, una actividad que, así como darle un breve paseo al perro para que haga sus necesidades, da placer en estos momentos a los españoles, porque les hace creer por contados segundos que las rutinas han regresado a su normalidad, aun cuando la crisis que los golpea, y a todo el mundo de paso, no tiene punto de retorno a la vista.
El viernes, España superó el millar de muertos por causa del brote del nuevo coronavirus. El país ahora transita por el mismo sendero de otros como Italia, Irán y más recientemente Francia, que a diario reportan ya no muertes aisladas, sino números de decesos que no bajan de las dos o tres cifras. Como agravante para este panorama desolador, el Ministerio de Sanidad español ha expresado que todavía no se vislumbra el pico de los efectos de la pandemia en el país, así que los próximos días podrían ser aún más tenebrosos.
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El País, para rematar, informó el viernes que las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) de los hospitales se aproximan a su límite de capacidad, mientras la curva sigue creciendo, lo que los obligaría a darles prioridad a los enfermos que tengan “más esperanza de vida”. “Es, probablemente, uno de los titulares más dolorosos desde que el tema se desbordó en España”, reflexiona Domínguez. Los efectos del brote, además, todavía no han tocado otras partes sensibles como la economía.
En los primeros días, cuando no se había decretado el estado de alarma, pero ya era un problema notorio, hubo psicosis colectiva con las compras, dice Domínguez. Ahora eso se ha reducido porque los supermercados han tomado medidas concretas para mantener el control. El gobierno, por otro lado, ha garantizado el abastecimiento, lo que ayuda a reducir la psicosis. “Sin embargo, el tema del papel higiénico sigue estando ahí, sin saber muy bien por qué. Pero creo que es a escala mundial”, añade.
Según una encuesta de la agencia de investigación 40dB para “El País”, más del 90 % de los españoles son pesimistas sobre cómo esta pandemia los afectará en el plano económico. La mitad teme perder su empleo y la mayoría cree que verá su salario reducido.
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La incertidumbre es tal, que se han roto récords de audiencia en los medios de comunicación. La nación está pendiente de las noticias que en ocasiones, y en medio de la tormenta, destacan historias positivas. Un grupo de ingenieros, por ejemplo, se unió a través de Telegram para coordinar la fabricación de respiradores artificiales de bajo costo para abastecer a los hospitales durante la pandemia. “No existe ningún interés más allá de dar cobertura a una necesidad sanitaria. Todos los que participamos únicamente queremos ayudar y aportar lo que podamos, juntos tenemos más opciones para salir de esta pandemia”, comenta Carlos González de Dios, miembro del grupo de ingenieros Coronamakers, a La Vanguardia. Así, hay varios proyectos que buscan colaborar a contra reloj para fabricar equipos solicitados en los centros hospitalarios.
Algunas empresas en el sector textil dejaron de fabricar sus productos para manufacturar mascarillas y batas sanitarias. El grupo Inditex, un grande de la textilería española, ha dicho que podría sumarse a esta iniciativa proporcionando su capacidad logística. Mientras que Arehucas, una mítica fábrica de ron, detuvo su producción para destilar solo alcohol sanitario. Es así como los españoles en conjunto se han sumado a la lucha contra el coronavirus en el país.
También están las ya simbólicas rondas de aplausos a las 20:00 para agradecer al personal sanitario, de los supermercados y a los transportistas que continúan en sus labores en medio de la crisis. En la red se ha creado, entretanto, el Memorial 2020, un proyecto cuyo objetivo es humanizar las cifras de muertos en el país. Se trata de un monumento digital en el que se pueden dedicarles palabras a los seres queridos que han fallecido a causa de la pandemia.
“La soledad es muy compleja de por sí, y más una soledad impuesta”, dice Domínguez. “Yo tengo a mis abuelos a 800 kilómetros y el otro día conseguimos a duras penas hacer una videollamada y quedamos todos tranquilos, aunque casi no nos escucháramos. Pero por lo menos logramos estar más cerca y eso fue positivo, acercarnos en momentos complicados. Cuidar a nuestros mayores, atendiéndolos y estando pendientes de ellos es esencial porque evidentemente son días muy difíciles”, agrega. Los más afectados hasta ahora son los mayores de 65 años. La mayoría de las muertes se producen por encima de los 60 años, y varios ancianos han muerto en hogares de asilo.
Marta no solo llamó a sus abuelos, sino también a su excasera, cuyo nombre resulta muy particular para este momento: Esperanza. “Nos reímos o te cuento historias de lo que sea que no tenga que ver con el virus, el caso es que por un momento estés evadida de la realidad”, le dice Marta a Esperanza, de 83 años. “Ella vive sola. Más o menos está acostumbrada a pasar tiempo en casa porque sí, pero no es lo mismo pasar un tiempo voluntario que impuesto por una pandemia global y estar todo el rato recibiendo noticias en la radio o televisión de eso del número de contagios y de fallecidos, y que tú como adulto mayor eres más vulnerable”, dice Domínguez.
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“Me decía que tenía amigas mayores, incluso acostumbradas a salir a la calle. Una de ellas le decía a Esperanza ‘yo no sé si voy a salir de esto’ porque claro, ella también vive sola y sin contacto. Ahora no está saliendo ni al balcón por miedo. Son días muy complicados. La escuchaba llorando y me sentía fatal. Me parece que lo que tenemos que hacer es humanizar, principalmente a las víctimas que tienen nombres y apellidos. No sé cómo ni cuándo vamos a salir de esto. Pero para los que están deseando salir de casa tras días de encierro, hay que recordar que ahora hay mil personas que no van a poder volver, y familias para las que ya nada será lo mismo. Es clave tener empatía y no ser egoístas, y pensar en el viaje que se nos pudo cancelar porque hay gente que se está muriendo, gente que está dando la vida porque todo no colapse. Tenemos que tomarnos las cosas en serio. Hay que pensar en colectivo”, concluye Domínguez.