"Esta es la limpieza étnica más brutal que haya visto el mundo en años": Washington Post
El editorial del diario estadounidense denuncia la crisis que están atravesando los musulmanes de Myanmar, perseguidos y expulsados por su propio gobierno. Una Nobel de Paz, en tela de juicio por esta situación.
redacción internacional
Un conflicto étnico no resuelto tiene a organizaciones de derechos humanos con los ojos puestos en Myanmar (antigua Birmania) y en la premio Nobel de Paz de 1991, Aung San Suu Kyi, quien se convirtió en figura mundial por su lucha no violenta en pro de la democracia de su país natal y en contra de la dictadura militar que lo gobernaba desde 1992. Las críticas contra su trabajo, sin embargo, crecen por estos días sin parar.
San Suu Kyi ha sido activista, presa, y desde 2016 se encarga de los ministerios de Exteriores, Energía, Educación y la Oficina de la Presidencia. Es, palabras más palabras menos, el poder a la sombra en Myanmar. Pero hoy su trayectoria es justamente la razón de las críticas que le llueven: en las últimas tres semanas, denuncian organizaciones como Human Rights Watch, más de 370.000 musulmanes de Myanmar han tenido que huir del país a raíz de acciones de su propio Estado, que no los considera ciudadanos. )
(Entienda la crisis que alimenta la tensión entre Birmania y Bangladesh)
Los musulmanes son reconocidos en Myanmar como una etnia minoritaria, llamada rohingya. En defensa de ellos, que han partido principalmente hacia Bangladesh, el prestigioso diario estadounidense The Washington Post hizo su editorial este domingo. "La respuesta internacional a este crimen, que se asimila a las campañas de limpieza en Darfur, Sudán, a principios de los 2000, y en Kosovo en los 90, ha sido sorprendentemente débil".
Este episodio de lo que el Post llama "limpieza étnica" comenzó el 25 de agosto, cuando un grupo disidente de Myanmar, autodenominado Ejército de Salvación de los Rohingya de Arakan, atacó puestos de la Fuerza Pública y le causó la muerte a 12 personas. La respuesta del Estado de Myanmar ha sido, según la BBC, una campaña militar en la que más de 400 personas han perdido la vida. Y según Amnistía Internacional, una "campaña de tierra quemada" en la que se han incinerado decenas de pueblos habitados por musulmanes rohingyas.
Y en medio de esta violencia a gran escala, la Nobel de Paz San Suu Kyi continúa en el gobierno. Su pasividad ante la crisis humanitaria que está surgiendo en Myanmar ha sido duramente criticada por líderes mundiales, como el sacerdote anglicano sudafricano y también Nobel de Paz, Desmond Tutu. "Si el precio político de tu ascenso a la posición más alta en Myanmar es tu silencio, seguro que es un precio demasiado alto", dijo el religioso en una carta con la cual, señaló, rompía su voto de silencio frente a asuntos públicos con "profunda tristeza".
En su editorial, The Washington Post reclama, precisamente, que los reflectores hayan estado siempre puestos sobre la Nobel de Paz. "Demasiada atención se ha puesto sobre la líder civil de facto de Burmania, Aung San Suu Kyi, quien ha mostrado un silencio desafortunado sobre las atrocidades e, igualmente, falta de control sobre las fuerzas militares. Lo que se necesita es más presión sobre el Ejército" de Myanmar, resaltó la pieza periodística.
(En contexto: El silencio de Aung San Suu Kyi sobre el drama de la migración)
Un conflicto étnico no resuelto tiene a organizaciones de derechos humanos con los ojos puestos en Myanmar (antigua Birmania) y en la premio Nobel de Paz de 1991, Aung San Suu Kyi, quien se convirtió en figura mundial por su lucha no violenta en pro de la democracia de su país natal y en contra de la dictadura militar que lo gobernaba desde 1992. Las críticas contra su trabajo, sin embargo, crecen por estos días sin parar.
San Suu Kyi ha sido activista, presa, y desde 2016 se encarga de los ministerios de Exteriores, Energía, Educación y la Oficina de la Presidencia. Es, palabras más palabras menos, el poder a la sombra en Myanmar. Pero hoy su trayectoria es justamente la razón de las críticas que le llueven: en las últimas tres semanas, denuncian organizaciones como Human Rights Watch, más de 370.000 musulmanes de Myanmar han tenido que huir del país a raíz de acciones de su propio Estado, que no los considera ciudadanos. )
(Entienda la crisis que alimenta la tensión entre Birmania y Bangladesh)
Los musulmanes son reconocidos en Myanmar como una etnia minoritaria, llamada rohingya. En defensa de ellos, que han partido principalmente hacia Bangladesh, el prestigioso diario estadounidense The Washington Post hizo su editorial este domingo. "La respuesta internacional a este crimen, que se asimila a las campañas de limpieza en Darfur, Sudán, a principios de los 2000, y en Kosovo en los 90, ha sido sorprendentemente débil".
Este episodio de lo que el Post llama "limpieza étnica" comenzó el 25 de agosto, cuando un grupo disidente de Myanmar, autodenominado Ejército de Salvación de los Rohingya de Arakan, atacó puestos de la Fuerza Pública y le causó la muerte a 12 personas. La respuesta del Estado de Myanmar ha sido, según la BBC, una campaña militar en la que más de 400 personas han perdido la vida. Y según Amnistía Internacional, una "campaña de tierra quemada" en la que se han incinerado decenas de pueblos habitados por musulmanes rohingyas.
Y en medio de esta violencia a gran escala, la Nobel de Paz San Suu Kyi continúa en el gobierno. Su pasividad ante la crisis humanitaria que está surgiendo en Myanmar ha sido duramente criticada por líderes mundiales, como el sacerdote anglicano sudafricano y también Nobel de Paz, Desmond Tutu. "Si el precio político de tu ascenso a la posición más alta en Myanmar es tu silencio, seguro que es un precio demasiado alto", dijo el religioso en una carta con la cual, señaló, rompía su voto de silencio frente a asuntos públicos con "profunda tristeza".
En su editorial, The Washington Post reclama, precisamente, que los reflectores hayan estado siempre puestos sobre la Nobel de Paz. "Demasiada atención se ha puesto sobre la líder civil de facto de Burmania, Aung San Suu Kyi, quien ha mostrado un silencio desafortunado sobre las atrocidades e, igualmente, falta de control sobre las fuerzas militares. Lo que se necesita es más presión sobre el Ejército" de Myanmar, resaltó la pieza periodística.
(En contexto: El silencio de Aung San Suu Kyi sobre el drama de la migración)