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La invasión de Rusia a Ucrania produjo un nuevo drama humanitario en el mundo: desde el pasado 24 de febrero, miles de ucranianos se dirigen a los diferentes pasos fronterizos de su país para huir de los bombardeos rusos y del miedo que ocasiona el posible control de Moscú sobre el territorio nacional. Pero lo que más ha llamado la atención en ciertos sectores no ha sido tanto el desplazamiento forzado, sino el hecho de que, a diferencia de otras migraciones, las personas refugiadas de Ucrania se han encontrado con un panorama mucho más amable en el continente europeo. Las puertas, podría decirse, se les han abierto con mayor facilidad.
Países como Polonia y Hungría, que históricamente se han mostrado más reacios a los migrantes y refugiados, han dado un giro de 180 grados en sus políticas migratorias: Varsovia declaró una frontera abierta a los ucranianos que huyen incluso sin documentos oficiales y pruebas de covid-19, mientras que Budapest señaló que “todos podían entrar”. Acá es donde debemos recordar cuando el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, erigió una valla de púas para disuadir a las personas que huyen del conflicto de entrar a su país en 2015.
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Por esa razón, también por las imágenes frescas de embarcaciones de migrantes que se hunden en las costas europeas, las muestras de solidaridad europeas se han visto fuertemente cuestionadas en otros lugares del planeta: “¿Por qué con estos refugiados sí y con otros no?”, se pregunta la gente. Las inquietudes son más que válidas. Tratar a la población refugiada con un “doble estándar” y discriminarla por motivos de raza, religión o país de origen es algo que condena la Convención de las Naciones Unidas sobre los Refugiados.
Puntualmente, se les acusa a algunos países europeos de recibir a refugiados ucranianos en esta ocasión porque son de tez blanca y profesan, en su mayoría, una religión cristiana. Los países del mundo árabe y de África son los más indignados con la situación. Pero el debate es más complejo. Hay otros componentes que hemos visto y que ahora les invitamos a considerar porque dicho “doble estándar”, que es evidente e innegable, no se debe solo a la raza: hay una gran decisión política que enmarca el recibimiento a los ucranianos, igual de cuestionable.
Resultaría ligero analizar el caso de los refugiados ucranianos sin antes considerar otras cuestiones: políticas y geográficas. Entonces, vamos a dividir esta situación sobre la población refugiada de Ucrania en tres partes.
Arranquemos por lo bueno
Este jueves, la UE activó una legislación que muchos expertos daban por perdida. Hace 20 años, y luego de las guerras en la antigua Yugoslavia, el bloque aprobó la Directiva de Protección Temporal (TPD), una medida que nunca fue utilizada, hasta ahora. La decisión es un avance clave, pues otorgaría a los ucranianos el derecho a vivir, trabajar, acceder a atención médica, a vivienda y educación por un año, sin el requisito de pasar por los largos procedimientos de asilo. Si el conflicto continúa, o los refugiados no pueden regresar a su país de origen, ese estatus podría extenderse por dos años más. Esto sin mencionar que Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, anunció 500 millones de euros del presupuesto de la UE para hacer frente a las consecuencias humanitarias de la guerra.
Y tampoco hay que dejar de lado las iniciativas de Reino Unido, Polonia, Hungría y hasta Estados Unidos que están abriendo sus fronteras para recibir a estos refugiados. Polonia, por ejemplo, le permitió la entrada a cualquier ucraniano, incluso si no cuentan con pasaportes válidos, y se comprometió a recibir un millón de refugiados. Irlanda, otro miembro de la UE, eliminó los requisitos de visa. Mientras que EE. UU. otorgará el permiso temporal de permanencia a los ucranianos. Hasta los mismos sirios y afganos, que hace seis años fueron acogidos en Alemania, se movilizaron para atender a las familias ucranianas que llegaron a la estación central de Berlín.
Es la oportunidad para recordar que Europa ya había implementado varios proyectos de gran utilidad frente a los refugiados de otros lados del mundo. ¿Algunos ejemplos? El mecanismo de la UE para los refugiados en Turquía ayudó a la escolarización de 685.000 niños y resolvió algunas de las necesidades básicas de 1,7 millones de refugiados. Mientras que el Fondo Fiduciario de Emergencia de la UE promueve proyectos para abordar las causas de la migración irregular: genera empleos, aporta ayuda alimentaria y brinda asistencia a víctimas de trata. Y en 2021 se aprobó el Fondo de Asilo, Migración e Integración, con un total de 9.900 millones de euros.
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No hay que olvidar la visión de algunos grandes líderes europeos: “Si Europa falla en la cuestión de los refugiados, entonces no será la Europa que deseábamos”, decía Ángela Merkel. Y aunque muchos advirtieron un desastre por no cerrar las fronteras alemanas ante la ola de migrantes, Constanze Stelzenmüller, experto del Brookings Institution, dijo que al final “la sensación es que ha habido comparativamente poco extremismo islámico como resultado de esta inmigración y que, en general, la mayor parte de estos inmigrantes se han integrado con éxito en la fuerza laboral alemana”, comentó el experto a The New York Times.
Antes de continuar con el argumento del racismo en Europa frente a los refugiados, debemos recordar que Alemania ha recibido más de 1,24 millones de refugiados, la mitad provenientes de Siria, y Francia ha acogido a casi medio millón, provenientes de Afganistán, Siria, Sri Lanka y República Democrática del Congo.
Lo malo
Pero no todos los dirigentes europeos tenían la visión de Merkel; muchos analistas se preguntan por qué la TPD no fue puesta en marcha tras la toma del talibán en Afganistán o luego de la reciente crisis migratoria en la frontera con Bielorrusia. “Aunque Europa da la bienvenida a los ucranianos, está financiando a la guardia costera libia para impedir que los migrantes crucen el Mediterráneo hacia Italia. Y las fuerzas de seguridad griegas han sido acusadas de empujar a los inmigrantes hacia aguas turcas, en violación del derecho internacional”, escribieron varios periodistas del Washington Post.
¿A qué se debe este cambio en sus políticas de los gobiernos que alguna vez se opusieron firmemente a los refugiados de las guerras de Siria, Irak y Afganistán?
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“Esta es una forma de rechazar la guerra. Cuando se brinda ese estatus de refugiado, significa que los países están repudiando ese conflicto de donde huyen las personas. Ahora, esto debería ocurrir con todos los conflictos que generan una crisis de refugiados. La pregunta es, ¿esto se va a tener en cuenta en el futuro? Desafortunadamente, no estoy tan segura”, le comentó a este diario Ildiko Szegedy-Maszák, profesora investigadora de la Universidad Javeriana. “En este caso, se está considerando que la guerra ocurre en Europa, y seamos honestos, obviamente toda la movilización en ese caso será diferente”, agregó la experta.
La explicación de la profesora Szegedy-Maszák da en el clavo: la bienvenida a los refugiados ucranianos es sobre todo una condena a la guerra de Putin. La recepción de este grupo, más que la cuestión sobre una cercanía con la cultura europea, es un instrumento político. Algo similar comentó Serena Parekh, profesora de la Universidad Northeastern en Boston, al Times: “Si piensas en causar la crisis de los refugiados como una de las herramientas de Putin para desestabilizar Occidente, entonces una respuesta tranquila, eficiente y ordenada es una muy buena reprimenda”.
Vamos a abordar el mejor ejemplo para exponer que detrás del “doble estándar” de la UE frente a los migrantes, más allá del componente de raza que es innegable en países como Eslovaquia, impera una razón geopolítica. En 2014, durante la crisis desatada por la anexión rusa de Crimea, Austria se negó a recibir refugiados ucranianos. Ahora, el canciller de ese país, Karl Nehammer, manifestó que sí los van a recibir. ¿La razón del cambio? La vemos en la declaración de Nehammer cuando dijo: “Somos una familia europea, y las familias europeas se apoyan unas a otras”. La idea del europeísmo es algo que Vladimir Putin rechaza. Aceptar a los refugiados ucranianos es una forma del bloque de manifestarle al presidente ruso que están totalmente con Kiev, sin dar el polémico paso de aceptar a Ucrania en el bloque.
Lo feo
La idea de este análisis no era negar la existencia de un doble estándar de Europa frente a los refugiados, sino mostrar que antes de la cuestión de la raza o la religión existe un componente político: Europa recibirá a ucranianos porque reconoce que tal decisión incomodará a Putin en este momento. También era importante destacar algunas acciones de la UE en el pasado frente a los refugiados: si bien no ha sido el trabajo que todos esperan, el bloque ha adoptado políticas para acoger a refugiados de otros continentes.
En medio del debate, la declaración de Ali Khlaif, quien vive en un campamento en el noroeste de Siria, también es interesante de analizar: “No culpamos a los países europeos, culpamos a los países árabes. Los países europeos dan la bienvenida a los de su pueblo. Culpamos a nuestros hermanos árabes, no al resto”, le dijo este refugiado a Reuters. Fuera de países como Siria, Jordania y Líbano, los países árabes han acogido a pocas personas desplazadas por la guerra. Muchas menos de las que ha acogido Europa.
Con estas áreas exploradas, es el momento de lo feo. Mejor, de lo horrible. El racismo de ciertos países frente a los refugiados es innegable. En países como Eslovaquia, ya lo decíamos, es un asunto de larga data: en 2015, el país declaró explícitamente que no aceptaría refugiados sirios a menos de que fueran cristianos. Es algo que va totalmente en contra de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Refugiados y se está viendo de nuevo: son varias las denuncias de estudiantes africanos y árabes en Ucrania que encuentran mayores barreras para salir del país que el resto de la población.
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Es aún más lamentable que el racismo visto en estos días provino principalmente del cubrimiento de los medios de comunicación. Kelly Cobiella, de NBC, dijo sobre los ucranianos que “estos no son refugiados de Siria. Son cristianos, blancos, son muy similares a nosotros”, mientras que David Sakvarelidze, de la BBC, señaló que veía “europeos de ojos azules y pelo rubio siendo asesinados”. La cobertura de las noticias de Ucrania ha demostrado una gran hipocresía de los medios occidentales que han asumido con mayor emoción lo que ocurre en el este de Europa que en Oriente Medio .
¿Qué queda ahora?
El caso de Ucrania es un llamado urgente para que el bloque europeo adoptar una política unitaria y duradera que priorice la solidaridad y el reparto equitativo de responsabilidad para evitar que la carga sea solo para los países del sur, como se ve ahora. Pero sobre todo, este lineamiento que debe salir del tan esperado Pacto Europeo sobre Migraciones y Asilo, anunciado en 2020 y todavía esperando ser debatido, debe ser respetuoso con los derechos humanos y con la Convención de las Naciones Unidas sobre los Refugiados.
Szegedy-Maszák agrega que en la UE no existe una política común sobre refugiados, por lo que el bloque sigue los lineamientos del derecho internacional público. “Pero estos lineamientos son vagos y poco detallados, y brindan una protección mínima (...) Además, en muchos casos, cuando vemos estas olas en Europa, algunos países se escudan en decir que estas personas no cuentan con los lineamientos para ser refugiados, y empiezan a llamarlos migrantes”, agregó la experta.
El caso de Ucrania sienta un importante precedente: por ninguna razón debe haber un doble estándar frente a los refugiados. Ni por razones de raza, como se vio en Eslovaquia en el pasado, ni como instrumento geopolítico, como se está viendo ahora.