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Si bien en Colombia es una práctica común (además de reprobable y condenable) pagar favores políticos y personales con embajadas, consulados y otros nombramientos diplomáticos, ningún caso había generado tanta indignación como el nombramiento del presentador de noticias y de entretenimiento, Carlos Calero, como cónsul en San Francisco (EE.UU.) el año pasado. Lo que más se criticó de su ingreso al servicio diplomático fue su falta de experiencia y conocimiento para ejercer un cargo consular.
La absurda justificación del Ministerio de Relaciones Exteriores aumentó más la molestia de los colombianos, que en redes sociales se explayaron en críticas. “La experiencia nos ha demostrado que en los cargos consulares, que requieren funcionarios con don de gentes, que se entreguen a las personas a través de un acercamiento permanente, los comunicadores cumplen una excelente labor…”, explicó en un comunicado la Cancillería.
Palabras más, palabras menos: tener los conocimientos para defender los derechos e intereses de los colombianos en el exterior, así como manejar la política interna del país en el que está el consulado o la embajada, además de dominar los temas migratorios y de negocios, entre otros, son para la Cancillería habilidades menos importantes que tener “don de gentes”.
Por eso el abogado Mario Andrés Sandoval presentó una demanda de nulidad de elección de Calero, argumentando que no había hecho la carrera diplomática. El Tribunal Administrativo de Cundinamarca le dio la razón y ordenó apartar a Calero del cargo. El fallo agrega que los funcionarios diplomáticos o de carrera consular tienen prioridad para asumir estos cargos ya que cuentan con los méritos para hacerlo.
Algo que poco se cumple en el país, pues la nómina de funcionarios poco competentes (pero bien recomendados) que nos representan en el exterior, es larga. De las cerca de 60 embajadas que tiene Colombia en el extranjero, sólo 10 (menos del 20% exigido por ley) tiene embajadores de carrera, según exfuncionarios de Cancillería. Una auditoría realizada por la Contraloría publicada en 2013, revelaba que solo había 13 cónsules, en 48 consulados, con formación en materia diplomática. Y daba un dato preocupante: en Estados Unidos, la mayoría de cargos consulares estaba en manos de recomendados políticos.
Algo que habla muy mal de la carrera diplomática en Colombia. En Estados Unidos, por ejemplo, el Departamento de Estado se rige por una regla, que aunque no está escrita, sí se cumple: que el 70% de los embajadores deben ser diplomáticos profesionales, el 30% son políticos. En Chile, el 80% de funcionarios diplomáticos son de carrera y en Brasil y Francia el número de recomendados se reduce a apenas el 2%. En Colombia, pasa todo lo contrario: el 80% pertenece a nombramientos de amigos.
Cuando Calero fue nombrado, por medio de una misiva que tiene como encabezado “Colombia merece un cuerpo diplomático profesional”, Margarita Manjarrez Herrera, presidenta de la Asociación Diplomática y Consular, criticó con dureza el nombramiento de Calero. Para Manjarrez, esto es un síntoma de por qué, según ella, Colombia está lejos de consolidarse como un país con un servicio exterior profesional, a pesar de que tiene normas claras que apuntan a lograrlo, pero que no se cumplen.
El usufructo clientelista del servicio diplomático no es un mal nuevo. Sin importar la ideología o partido en el poder, la práctica es muy común. El informe de la Contraloría demostraba que de 258 funcionarios de carrera diplomática, 111 ocupaba cargos por debajo de su categoría.
Hace poco, en mayo, cuando la canciller María Ángela Holguín fue convocada a un debate en el Congreso que al final no se dio, la senadora Maria del Rosario Guerra planteó varios cuestionamientos: dijo que la Cancillería derrochaba dinero y que la práctica del nepotismo había aumentado en el gobierno de Juan Manuel Santos.
Guerra preguntó, sin obtener respuesta: “Qué ha pasado con concurso de carrera diplomática? ¿Por qué hay barrera para que los colombianos participen? Y, ¿por qué tiene nombrada a toda la parentela de los altos funcionarios del Gobierno, e incluso a las amigas de Tutina de Santos, devengando además sueldos millonarios?”.
Denunció también que de 2010 a 2017 se triplicó el costo y número de cargos en el Ministerio de Relaciones Exteriores. La Cancillería respondió que en 2010 eran 1.140 cargos y en 2017 1.599. El costo de esa nómina, según el ministerio, estaba en $120.055 millones de pesos.
Carrera diplomática
Hace apenas unos días se cerraba la convocatoria hecha por la Cancillería para que jóvenes profesionales entraran en la carrera diplomática. De acuerdo con datos del Ministerio, se recibieron solicitudes de 2.436 colombianos. A las pruebas escritas, que realizarán este sábado 29 de septiembre en Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cali y Medellín, se presentarán 793 aspirantes que cumplieron con los requisitos.*La formación dura aproximadamente diez meses. Sin embargo, varios jóvenes que pasaron por estos estudios se quejan porque cursar la carrera no les garantiza un nombramiento en embajadas, pues “las principales están en manos de gente que tiene palanca o políticos y sus familias”, le dijo a este diario una exestudiante, que no quiso aceptar un cargo por las pésimas condiciones laborales que le ofrecían.
La Carrera Diplomática y Consular en Colombia se remonta al año 1911 en la administración de Carlos E. Restrepo, que decidió profesionalizar la diplomacia colombiana. Pero fue sólo hasta 1922 cuando se concretaron los procesos de ingreso y permanencia. Quienes hacen el curso de formación entran a concursar por puestos en un escalafón de siete categorías, comenzando por tercer secretario, la de más bajo nivel, hasta llegar Embajador.
“El ingreso a la Carrera Diplomática y Consular se hace exclusivamente en la categoría de Tercer Secretario de Relaciones Exteriores y se asciende a las demás categorías del escalafón, en el siguiente orden y tiempo de permanencia, hasta llegar a la categoría de Embajador: Tercer Secretario: Tres (3) años, luego de un (1) año de período de prueba. Segundo Secretario: Cuatro (4) años. Primer Secretario: Cuatro (4) años. Consejero: Cuatro (4) años. Ministro Consejero: Cuatro (4) años. Ministro Plenipotenciario: Cinco (5) años. Y finalmente, Embajador”, explica la página web de la Cancillería.
Y aunque han existido casos de muy buenos embajadores por “nombramientos políticos”, lo que evidencian los nombramientos como el de Calero es que el amiguismo y el favoritismo priman sobre la idoneidad y vocación como criterios de reconocimiento y premiación.
*Nota del editor: El artículo decía inicialmente que el número de admitidos a la carrera diplomática era 85. La cifra fue corregida.