Fernando Lugo aceptó ser el padre de un niño
Confesión del ex obispo y presidente de Paraguay.
Redacción Internacional
Era fácil imaginar que podía ser una burda conspiración aprovechando la Semana Santa y la crisis ministerial del presidente paraguayo, Fernando Lugo. Pero el lunes, frente a las cámaras, el mandatario y ex obispo asumió la paternidad de Guillermo Armindo, un niño de dos años concebido con la joven Viviana Carrillo.
“Aquí y ahora, ante mi pueblo y mi conciencia, manifiesto con la más absoluta honestidad y sentido del deber, transparencia, que hubo una relación con Viviana Carrillo”, dijo con seriedad, y concluyó: “Que la Pascua de Resurrección nos anime a seguir adelante”.
El miércoles Santo, el diario ABC reveló que dos abogados de Carrillo, a pedido de ésta, habían interpuesto una demanda de paternidad en la sureña ciudad de Encarnación. El texto de la demanda, según se hizo público, relataba que Carrillo “fue seducida con bellas palabras por el entonces obispo del departamento San Pedro”, y sostuvo que desde que tenía 16 años ambos “coincidieron en la vivienda de su madrina, donde el religioso se quedaba a dormir y ella vivía”.
Horas después fue la misma Carrillo quien negó que existiera una demanda contra el presidente de la República. “Probablemente, nuestra cliente ya llegó a un acuerdo con el mandatario. Es lo que queríamos, que Lugo se hiciera cargo de la manutención del niño”, dijo ese mismo miércoles Wálter Acosta, uno de los abogados de Carrillo.
La presión debió ser entonces insoportable para un presidente que subió al poder en nombre de los pobres y la renovación, y que prometía acabar con el “secretismo” en el Paraguay, justamente en la misma semana en que Miguel López, su jefe de gabinete, renunciaba por desacuerdos internos. “Su inexperiencia para el cargo se puede tolerar. También sus errores, su falta de liderazgo y carácter para gobernar. Pero la mentira, el engaño, la farsa, el silencio y la indiferencia ante situaciones particularmente graves no son admisibles”, le reprochó el editorialista del diario La Nación, Carlos Peralta.
No pasó mucho tiempo ayer para que la opinión pública se dividiera en polos irreconciliables: aquellos que están con él, aplaudieron su honestidad; y los que no, se fueron lanza en ristre por haber engañado a la Iglesia y haber “incumplido su juramento de castidad”.
Dice la demanda que Lugo “le prometió (a Carrillo) que dejaría la sotana y se uniría a ella, para formar una familia”. Pero en 2006, Lugo cambió los púlpitos por la plaza pública y se lanzó, contrario a su promesa, a una inédita carrera política que lo condujo a derrocar a la dinastía del Partido Colorado, en el poder desde 1947.
Era fácil imaginar que podía ser una burda conspiración aprovechando la Semana Santa y la crisis ministerial del presidente paraguayo, Fernando Lugo. Pero el lunes, frente a las cámaras, el mandatario y ex obispo asumió la paternidad de Guillermo Armindo, un niño de dos años concebido con la joven Viviana Carrillo.
“Aquí y ahora, ante mi pueblo y mi conciencia, manifiesto con la más absoluta honestidad y sentido del deber, transparencia, que hubo una relación con Viviana Carrillo”, dijo con seriedad, y concluyó: “Que la Pascua de Resurrección nos anime a seguir adelante”.
El miércoles Santo, el diario ABC reveló que dos abogados de Carrillo, a pedido de ésta, habían interpuesto una demanda de paternidad en la sureña ciudad de Encarnación. El texto de la demanda, según se hizo público, relataba que Carrillo “fue seducida con bellas palabras por el entonces obispo del departamento San Pedro”, y sostuvo que desde que tenía 16 años ambos “coincidieron en la vivienda de su madrina, donde el religioso se quedaba a dormir y ella vivía”.
Horas después fue la misma Carrillo quien negó que existiera una demanda contra el presidente de la República. “Probablemente, nuestra cliente ya llegó a un acuerdo con el mandatario. Es lo que queríamos, que Lugo se hiciera cargo de la manutención del niño”, dijo ese mismo miércoles Wálter Acosta, uno de los abogados de Carrillo.
La presión debió ser entonces insoportable para un presidente que subió al poder en nombre de los pobres y la renovación, y que prometía acabar con el “secretismo” en el Paraguay, justamente en la misma semana en que Miguel López, su jefe de gabinete, renunciaba por desacuerdos internos. “Su inexperiencia para el cargo se puede tolerar. También sus errores, su falta de liderazgo y carácter para gobernar. Pero la mentira, el engaño, la farsa, el silencio y la indiferencia ante situaciones particularmente graves no son admisibles”, le reprochó el editorialista del diario La Nación, Carlos Peralta.
No pasó mucho tiempo ayer para que la opinión pública se dividiera en polos irreconciliables: aquellos que están con él, aplaudieron su honestidad; y los que no, se fueron lanza en ristre por haber engañado a la Iglesia y haber “incumplido su juramento de castidad”.
Dice la demanda que Lugo “le prometió (a Carrillo) que dejaría la sotana y se uniría a ella, para formar una familia”. Pero en 2006, Lugo cambió los púlpitos por la plaza pública y se lanzó, contrario a su promesa, a una inédita carrera política que lo condujo a derrocar a la dinastía del Partido Colorado, en el poder desde 1947.