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El papa Francisco aterrizó este viernes en Puerto Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea, en la segunda etapa de su gira de 12 días por la región Asia-Pacífico. La visita del sumo pontífice, de 87 años, es la tercera de un papa a este país de 12 millones de habitantes, mayoritariamente cristianos.
Por aire, mar o a pie, los peregrinos viajaron a la capital para ver al papa. En Puerto Moresby, las calles, otrora polvorientas, fueron adecentadas y decoradas con los banderines amarillos y blancos de la Santa Sede.
Papúa Nueva Guinea es uno de los Estados más empobrecidos e inestables del Pacífico, escenario de recurrentes violencias tribales. En enero, unas manifestaciones antigubernamentales contra la bajada de salarios provocaron disturbios mortales.
Durante su visita, Jorge Bergoglio tiene previsto reunirse con obispos, niños que viven en la calle y oficiar una misa ante decenas de miles de fieles.
Entre los miles de personas que acudieron a la capital, un grupo de 43 peregrinos caminó más de 200 km desde Morobe, en la costa norte, atravesando la selva y la peligrosa cordillera central, indicó la Conferencia Episcopal de Papúa Nueva Guinea.
Para otros, el viaje fue menos arduo pero igual de trascendental. Sophie Balbal, procedente de la isla de Nueva Bretaña, en el noreste del país, llegó a la capital en representación de un grupo de madres.
“No formo parte de los líderes, pero me eligieron para venir”, contó a AFP, visiblemente emocionada. “Es la primera vez en mi vida que tomo un avión y vengo a Puerto Moresby”.
“Sea cual sea el mensaje, haré cuanto pueda para transmitírselo a mis compañeras madres, a todas las mamás de nuestra parroquia”, agregó.
Papúa Nueva Guinea: primera visita desde Juan Pablo II
Antes de Francisco, Papúa Nueva Guinea recibió la visita de otro papa, Juan Pablo II, en 1984 y 1995. Alrededor del 98 % de la población es cristiana, en su mayoría protestante, aunque mezclada con numerosos ritos indígenas. Entre los cristianos, un 25 % son católicos.
El primer ministro, James Marape, hijo de un predicador adventista del séptimo día y que raras veces responde al teléfono los sábados, día del sabbat, es un ejemplo de esta mezcolanza.
Marape también es uno de los jefes del pueblo Huli, una de las mayores tribus de las Tierras Altas de Papúa Nueva Guinea. A veces engalanado con la indumentaria ceremonial de su pueblo, que incluye una emblemática peluca ornamentada con plumas, el mandatario asegura que el cristianismo es la religión que mejor define a su país.
La Constitución establece que se deben proteger las “nobles tradiciones y los principios cristianos”. La visita del papa podría reimpulsar el debate sobre la revisión de la Carta Magna, para hacer de Papúa Nueva Guinea un Estado oficialmente cristiano.
Sin embargo, la iniciativa podría revelarse complicada, advierten los observadores, pues elegir una Iglesia entre todas las confesiones existentes podría desatar tensiones entre los grupos cristianos.
Asimismo, el viaje del papa podría acelerar la primera canonización de un papú, Peter Torot, un misionario abatido por el ejército de ocupación japonés durante la Segunda Guerra Mundial.
Para muchos habitantes, las iglesias, de cualquier confesión, palían las carencias del Estado proporcionando atención sanitaria, educación y ayudas sociales.
El papa también podría reiterar sus llamados para la defensa del medioambiente, en un país marcado por la deforestación. La gira de Francisco, la más larga y lejana de su papado, continuará en Timor Oriental, del 9 al 11 de septiembre y en Singapur, del 11 al 13.
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