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Estados Unidos, omnipresente durante toda su intervención militar en Irak, dio forma al régimen pos-Sadam Husein y ayudó a construir un nuevo cuadro político. Pero cuando los iraquíes reclaman la caída de este sistema, Washington enmudeció. Este silencio estadounidense refleja, según los analistas, el declive de su influencia en el país, y quizás un cierto desinterés por Irak, escenario desde hace semanas -sobre todo en Bagdad y el sur chiita- de protestas antigubernamentales.
"La brecha (entre Bagdad y Washington) nunca fue tan grande, y se ensancha cada vez más", asegura a la AFP un alto responsable iraquí, que requirió el anonimato.
Durante su intervención militar en Irak (2003-2011), que movilizó hasta a 170.000 de sus soldados, Estados Unidos desmanteló el régimen del exdictador Sadam Husein y reconstruyó el Estado y el ejército, instalando una nueva clase dirigente con la que mantuvo estrechos vínculos durante mucho tiempo. Pero estas decisiones abrieron también la puerta de Bagdad a su poderoso vecino iraní.
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Hasta hace poco, Washington tenía una especie de compromiso en Irak al dirigir una coalición internacional para ayudar al ejército iraquí a eliminar el grupo yihadista Estado Islámico (EI). Y siguió de cerca varios giros políticos importantes, como el referéndum sobre la autonomía en el Kurdistán iraquí en 2017 o la formación de un nuevo gobierno federal el año siguiente. Pero ahora que Irak vive su movimiento de protestas más importante en décadas, Washington se vuelve discreto y difunde varios comunicados condenando la violencia --que causó la muerte a más de 330 personas, en su mayoría manifestantes-- sin comprometerse demasiado a nivel diplomático. Frente a las críticas, el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, intentó el lunes elevar el tono.
"No vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras que responsables corruptos hacen sufrir a los iraquíes", recalcó ante la prensa en Washington. Pero se limitó a anunciar que Estados Unidos no dudaría en "sancionar a las personas corruptas que roben la riqueza de los iraquíes" y a quienes "maten y hieran a manifestantes pacíficos".
Hasta hace poco, Estados Unidos habría sido "mucho más explícito", según el alto responsable iraquí. "Modeló la estructura gubernamental que produjo esta clase política. ¿Está dispuesto a remodelarla? Creo que todavía no lo decidieron". Para Kirk Sowell, un analista que publica la revista Inside Iraqi Politics, "el proyecto estadounidense de construcción del Estado en Irak fracasó".
Esta semana, Mike Pompeo afirmó que habló por teléfono con el primer ministro iraquí, Adel Abdel Mahdi, "para pedirle proteger a los manifestantes". Al día siguiente, cuatro manifestantes murieron. Más preocupante para Estados Unidos es quizás ver que el general iraní Qasem Soleimani va a Bagdad para ayudar a las fuerzas políticas a poner fin a las protestas.
"La influencia estadounidense no es igual a cero, pero es insignificante en esta crisis", afirma a la AFP Sowell.
En Bagdad, la embajada de Estados Unidos está casi vacía desde que se ordenó la retirada del personal en mayo, en un contexto de escalada de tensión entre Washington y Teherán. Para Robert Ford, antiguo diplomático estadounidense en la capital iraquí y actualmente analista en el Middle East Institute en Washington, esto muestra ya el poco interés de Washington.
Además, los actuales altos responsables estadounidenses ya no mantienen una estrecha relación con sus homólogos iraquíes, como era el caso en las anteriores administraciones, explica a la AFP este analista. Según fuentes estadounidenses e iraquíes, esta relación estaría en su "nivel más bajo" desde hace tiempo. Le puede interesar: Irak, un país en continua reconstrucción
Según Ramzy Mardini, analista de United States Institute of Peace, Estados Unidos, que por el momento no es blanco de críticas de los manifestantes, tendría que estar más presente: "Si la generación joven ve que Estados Unidos habla sin actuar, será más difícil ganarse la confianza de la futura clase política".
Entre tanto, un informe publicado este lunes por los medios estadounidenses The New York Times y The Intercept expone la "amplia influencia" de Irán en el Gobierno de Irak, resultado de años de espionaje para "controlar" a sus líderes e infiltrarse en "todos los aspectos de su vida política, económica y religiosa".
El informe se basa en "cientos de informes y cables escritos principalmente en 2014 y 2015 por funcionarios del ministerio de Inteligencia y Seguridad iraní que trabajaban sobre el terreno en Irak", un archivo que fue enviado de forma anónima al medio The Intercept, que a su vez lo compartió con The New York Times.
Se trata de unas 700 páginas que fueron traducidas del persa al inglés y cuya autenticidad fue verificada por los dos medios, aunque no se conoce la identidad de quien filtró, que se comunicó con The Intercept por canales encriptados y querer "que el mundo sepa "Lo que Irán está haciendo en mi país, Irak".
En el informe se detalla que los funcionarios de inteligencia y de la Guardia Revolucionaria iraníes trabajaron en paralelo en Irak, así como el "papel único" del general Qassim Suleimani, jefe de los Quds, la fuerza de élite de esta última entidad establecida en 2009 por el líder supremo del país, el ayatolá Ali Khamenei.
"De acuerdo a los documentos, muchos de los altos funcionarios políticos, militares y de seguridad iraquíes han tenido relaciones secretas con Teherán", y un cable mencionado que el primer ministro iraquí, Adel Abdul-Mahdi, tuvo una "relación especial con la República Islámica de Irán "cuando fue ministro de Petróleo en 2014.
También se señaló que el ex primer ministro iraquí Ibrahim al-Jafari, que en 2014 ocupó la cartera de Asuntos Exteriores, tuvo una "relación especial" con Irán, que "contó también con la lealtad de muchos miembros inferiores del gabinete".
Funcionarios iraníes reconocieron en entrevistas con el NYT que Irán consideró "crucial" para su supervivencia y seguridad vigilar las actividades estadounidenses en Irak y, la caída de Saddam Hussein, la república islámica trasladó allí a algunos de sus "mejores" activos de inteligencia y de la Guardia Revolucionaria.
Después de que la Casa Blanca retirara sus tropas de Irak en 2011, Irán reclutó una red de exinformantes de la CIA, y en ese sentido, los medios de comunicación cómo cómo la república islámica "ha superado tácticamente a EE.UU. en la competencia por la influencia, en casi cada giro".
Según lo descrito en un cable, Teherán ofreció un potencial de la espía del Departamento de Estado estadounidense con los incentivos financieros, como un salario y monedas de oro, un cambio de datos probatorios sobre las operaciones encubiertas de Washington, entre ellas las dirigidas contra el Estado Islámico.
Muchos de los agentes que trabajan para el servicio secreto de EE.UU. se habían dejado sin trabajo y, temerosos por sus vidas debido a sus vínculos con Washington, revelaron un cambio de protección "todo lo que sabían sobre las operaciones de la CIA en Irak".
Las filtraciones operacionales nuestras tareas eran evitar que Irak se derrumbara; alimentar militantes suníes en la frontera; escalar guerras sectarias que podrían convertirse a los chiítas en objetivos de la violencia y desligarse de un Kurdistán independiente que amenaza la estabilidad regional e integridad regional de Irán.
"Este retrato resultó impactante en un momento de tensiones entre EE. UU. e Irán", señala el NYT, recordando que el presidente Donald Trump salió del acuerdo nuclear en 2018 y reimpuso las pérdidas al país, y desde entonces la Casa Blanca ha enviado barcos al Golfo Pérsico y revisado sus aviones militares contra Irán.
El diario subraya que hoy Irán lucha por mantener su hegemonía en Irak, "como EE. UU. hizo tras la invasión de 2003", y los funcionarios del Gobierno iraquí están "cada vez más preocupados" de una "provocación en Irak por cualquier "puede ser desatar una guerra entre dos poderosos países que rivalizan por el dominio de su patria".