¿Fue misoginia? Australia se cuestiona tras el ataque masivo
Pero para muchas personas, fue un recordatorio más de la misoginia y las amenazas de violencia que pueden sufrir las mujeres en la sociedad australiana.
Victoria Kim | The New York Times
Quince de las 18 víctimas del sábado eran mujeres. Aunque es posible que nunca se conozcan los motivos del agresor, muchos afirman que el incidente pone de manifiesto un problema mayor.
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Quince de las 18 víctimas del sábado eran mujeres. Aunque es posible que nunca se conozcan los motivos del agresor, muchos afirman que el incidente pone de manifiesto un problema mayor.
Mary Aravanopoulos estaba abrazada a su hija, acurrucada para ponerse a salvo con otras 15 mujeres en la tienda de vestidos de organza etéreos. Habían visto pasar a un hombre por el pasillo del centro comercial, sin prisa, balanceando en la mano un gran cuchillo.
Pronto oyeron que apuñalaban a una mujer y luego a otra.
En medio de la confusión de aquellos momentos de pánico, Aravanopoulos dijo que pensó inmediatamente: “Dios mío, es contra las mujeres”.
El lunes, muchos otros australianos habían llegado a la misma conclusión sobre el espeluznante ataque con arma blanca del fin de semana en un centro comercial de Sídney, en el que murieron seis personas, cinco de ellas mujeres. De la decena de personas que resultaron heridas por lo que al parecer fue un acto aleatorio de violencia masiva —uno de los más mortíferos ocurridos en el país en las últimas décadas—, todas menos dos eran mujeres, entre ellas una bebé de apenas 9 meses.
Es posible que nunca se aclaren los motivos del agresor, del que se sabía que padecía una enfermedad mental y que fue abatido a tiros por una inspectora de policía, Amy Scott.
Pero para muchas personas, fue un recordatorio más de la misoginia y las amenazas de violencia que pueden sufrir las mujeres en la sociedad australiana. Menos de 24 horas antes de los apuñalamientos, cientos de personas habían salido a la calle para protestar por la reciente cadena de asesinatos de tres mujeres. Y el lunes, la sentencia de un caso civil parecía dar validez a una denuncia de violación que se remontaba a años atrás y que obligaba a replantearse cómo la clase dirigente australiana, dominada por hombres, había victimizado a las mujeres durante décadas.
“La ideología del agresor estaba muy clara: odio a las mujeres”, escribió el lunes Josh Burns, miembro del Parlamento, en la red social X. “Debemos denunciarlo por lo que es”.
Para Maria Lewis, escritora y guionista, las acciones del agresor, por inexplicables que fueran, tenían ecos de una idea australiana de lo que significa ser hombre.
“La cultura de ‘hermanos que apoyan a hermanos’ está tan profunda e intrínsecamente ligada a la idea australiana de masculinidad”, afirma. “Esa idea cargada de testosterona de lo que representa la masculinidad se refuerza constantemente en la cultura pop”.
El lunes fue un día de luto nacional en Australia, con las banderas ondeando a media asta en todo el país. El atacante fue identificado por las autoridades como Joel Cauchi, de 40 años, un hombre conocido por las autoridades que nunca había sido detenido.
“El desglose por sexos es, por supuesto, preocupante”, dijo el primer ministro Anthony Albanese en una entrevista radiofónica el lunes por la mañana, afirmando que la policía estaba investigando si el atacante había atacado deliberadamente a mujeres.
Cauchi se había mudado recientemente miles de kilómetros desde Queensland, en el noreste del país, a la zona de Sídney.
En Toowoomba, Queensland, los periodistas congregados frente a su casa le preguntaron al padre de Cauchi, Andrew Cauchi, por qué su hijo, que no había estado en contacto regular con su familia, podía haber atacado a mujeres.
Cauchi padre dijo que podía deberse a la frustración que le producía su incapacidad para salir con mujeres.
“Quería una novia, no tenía habilidades sociales y se sentía frustrado hasta el tuétano”, declaró Cauchi a los medios de comunicación locales.
Tessa Boyd-Caine, directora ejecutiva de la Organización Nacional de Investigación para la Seguridad de las Mujeres de Australia, dijo que era comprensible que la gente buscara una explicación basada en el género inmediatamente después del ataque. Al mismo tiempo, advirtió que la inmensa mayoría de los casos de violencia contra las mujeres se producen en el hogar y a manos de personas conocidas, y no de forma indiscriminada, como en el ataque del sábado.
“¿Cómo entender un acto aleatorio de violencia tan brutal y mortal, perpetrado por un hombre que la policía considera que podría haber atacado a mujeres?”, dijo. “Es una fase tan temprana de la investigación, pero la gente va a querer respuestas a preguntas difíciles”.
El lunes ya habían sido identificadas las seis víctimas mortales de los apuñalamientos del sábado. Las mujeres eran Ashlee Good, de 38 años y madre primeriza; Jade Young, de 47 años y madre de dos hijas; Dawn Singleton, de 25 años y empleada del sector de la moda; Pikria Darchia, de 55 años, artista y diseñadora; y Yixuan Cheng, de nacionalidad china y estudiante en Sídney. El único hombre era Faraz Tahir, de 30 años, guardia de seguridad y recién llegado de Pakistán.
Las autoridades policiales declararon el lunes que habían concluido la investigación de la extensa escena del crimen y devuelto el control del complejo comercial a sus operadores.
Frente al lugar, que permanecía cerrado, un flujo constante de dolientes seguía dejando flores el lunes, que se sumaban a una gran pila que había crecido hasta extenderse por varios escaparates. Muchos de los visitantes eran grupos de mujeres: madres e hijas cogidas de la mano, amigas que se secaban las lágrimas unas a otras, mujeres que parecían aferrarse un poco más a sus hijas.
Aravanopoulos y su hija, Alexia Costa, estaban entre los que dejaban flores. Habían vuelto para recuperar su automóvil, que desde el sábado había quedado inaccesible en el centro comercial acordonado.
Aravanopoulos, de 55 años, dijo que se sentía especialmente culpable por el roce con el peligro del sábado, porque había insistido en ir de compras esa tarde a fin de elegir un vestido para el próximo cumpleaños, 21 años, de su hija. Como mujer que trabaja en el sector de la construcción, dominado por los hombres, ha educado a sus hijas para que nunca se echen atrás y siempre se defiendan.
“Creen que las mujeres no nos vamos a defender”, dijo.
Al creer que el atacante estaba escogiendo a mujeres, dijo que le estremecía pensar qué habría pasado si las jóvenes encargadas de la tienda no hubieran actuado con rapidez y bajado la puerta enrrollable.
“Era una tienda llena de mujeres, y las encargadas fueron las heroínas para nosotras”, relató.
Simone Scoppa, de 42 años, que también estuvo en el lugar de homenaje el lunes, dijo que la oleada de apuñalamientos era solo el más reciente incidente dirigido contra mujeres que le hace mirar por encima del hombro mientras pasea a su perro por la noche, incluso en su barrio de las afueras, y llevar las llaves en la mano como arma defensiva, por si acaso.
El hecho de que el lugar del atentado sea un centro comercial también hace que las mujeres se sientan vulnerables.
“¿Dónde van a estar muchas mujeres un sábado por la tarde?”, dijo Scoppa. “Ves a los padres y a los maridos en los asientos cuidando las bolsas, y a las madres amamantando”.
*Yan Zhuang colaboró con reportería.
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