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Argentina vive tiempos de descomposición social y crisis económica. Y a solo un día del comienzo de la cumbre del G-20, es noticia por la suspensión de la final de la Copa Libertadores, que derivó en un papelón mundial. River-Boca, el superclásico, que reunió en el partido decisivo de la máxima competencia continental a los equipos más grandes del país, fue postergado por el ataque que sufrió el bus que transportaba al plantel xeneize. Tan grave fue el incidente que generó un conflicto internacional. Y puertas adentro, la salida de Martín Ocampo, Ministro de Justicia porteño. Sí, en la misma semana que Donald Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping y los máximos líderes del globo terráqueo aterrizarán en Buenos Aires, fue echado el encargado de la seguridad de la ciudad. El cimbronazo se produce a pocas horas del comienzo de la cumbre que se llevará a cabo entre viernes y sábado.
Es el peor año de la gestión de Mauricio Macri. Los números son irrefutables: El 2018 generó un 110 % de devaluación, casi 50 % de inflación y una caída de la industria, cuyos indicadores no se daban desde hace 17 años, desde el fatídico diciembre del 2001, que desembocó en el final del mandato de Fernando De La Rúa. Así y todo, el Presidente de la Nación no tendrá el desenlace de su antecesor de la Alianza, quien tuvo que abandonar la Casa Rosada a bordo de un helicóptero. Pero hay una realidad: su crédito político y su imagen están desgastadas de cara a las elecciones del próximo año. Y si todavía conserva posibilidades de seguir al frente del Gobierno, mucho tiene que ver con la polarización que estableció con Cristina Fernández de Kirchner y un peronismo fragmentado.
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El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la aprobación del presupuesto para el 2019, muy discutido en el Senado, genera rechazo en una población que ya sufrió un brutal ajuste en el bolsillo por la eliminación de los subsidios en los servicios de transporte y energía. La búsqueda del equilibrio fiscal, una imposición del organismo que conduce madame Cristine Lagarde, impone un esfuerzo descomunal. En el Gobierno, en tanto, ya se frotan las manos por los 7.600 millones de dólares del préstamo que recibirán en diciembre. Los argentinos, en cambio, sufren. Después de un octubre estable y sin corridas, gracias al sistema de “banda flotante” del Banco Central, el dólar volvió a orillar los 40 pesos, máximo histórico en el país.
Este es el panorama que se encontrarán los protagonistas del foro económico y político en estas tierras. Y una pregunta inquietante surge a partir de todo esto: ¿podrá Argentina estar a la altura de semejante acontecimiento después del fracaso del Superclásico? Todavía repiquetea la frase de Patricia Bullrich, ministra de Seguridad de la Nación: “Si podemos ocuparnos del G-20, el River-Boca es un tema menor”.
Quedó claro que no hubo capacidad y sobró inoperancia el sábado, antes del partido que fue catalogado “la final del mundo” por la cadena de televisión que transmite el torneo. El ataque al bus de Boca, con adoquines, botellas y gas pimienta no fue el único bochorno; además, 20.000 hinchas sin entradas se enfrentaron con la Policía, lastimaron y les robaron los tickets a los aficionados que dejaban el estadio y vandalizaron comercios y carros particulares. El incidente generó un conflicto sin precedentes. A tal punto que la Conmebol citó a Rodolfo D'Onofrio y a Daniel Angelici, presidentes de River Plate y Boca Juniors, a su sede en Asunción, y les comunicó que el partido se jugará en el exterior, porque “las garantías no están dadas en el territorio argentino”. Sí, Argentina mostró que no está preparada para su partido más convocante. ¿Lo estará para el G20?
“No puede ser que tengamos que militarizar el fútbol. ¿Cómo puede ser que se hayan detenido a 30 personas y a las horas queden libres? ¡No entiendo!”, bramó Macri en una conferencia de prensa en la que tuvo que poner la cara después de la escandalosa suspensión del River-Boca, el que terminó con un despido maquillado como renuncia de Ocampo. Lo reemplazará Diego Santilli, vicejefe de Gobierno porteño. En la semana del G-20, todo un desafío.
Las medidas de seguridad se extremaron en una ciudad que tendrá que convivir con su permanente clima de agitación e irrupción de marchas y protestas de organismos sociales que copan las calles. En todo el año ya hubo 900 movilizaciones y todavía queda diciembre, mes sensible, por delante. Sin ir más lejos, los Movimientos Populares, entre los que se encuentran Barrios de Pie, la CCC, CTEP y el Movimiento Evita, entre otros, llamarán en su contracumbre del martes a “construir una agenda política alternativa para enfrentar a este modelo de saqueo y exclusión que concentra cada día más riquezas en menos manos, descartando trabajadores, sometiéndolos al hambre y la desocupación”. La consigna es: “No al G20. Fuera el FMI”. Todos están impulsados por actores de la oposición, muy ocupada en tratar de desestabilizar al oficialismo que encabeza Macri.
La atención, de todos modos, está concentrada en custodiar a los líderes mundiales, 7.500 funcionarios y empresarios y 2.500 periodistas que llegarán esta semana. En total, aterrizarán 52 mil aeronaves con 10 mil personas. Y aunque habitualmente son 19 los miembros, habrá 26 jefes de Estado, porque Argentina invitó a España, Chile, Holanda, Jamaica, Singapur, Ruanda y Senegal. Según datos del Banco Mundial, entre todos los países acumulan 65,5 billones de dólares, lo que significa el 81 % del PIB global.
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Argentina se prepara
Habrá unos 23.000 efectivos dispuestos para el operativo: 13.400 serán agentes de Gendarmería, Policía Federal, Policía de Seguridad Aeroportuaria y Prefectura; 9.000 de la Policía de la Ciudad y la Bonaerense. Cada país tendrá su propio equipo de seguridad. Se calcula que serán 3.500 custodios, de los cuales 800 solo estarán destinados a cuidar la integridad física de Trump. Los empleados de los hoteles y aquellos que trabajen en el complejo de Costa Salguero, sede central del evento, fueron registrados. El objetivo es minimizar el riesgo de un atentado. En especial, después de la advertencia del Foreing Office del Reino Unido. "Los terroristas posiblemente traten de ocasionar ataques en Argentina. Los ataques podrían ser indiscriminados, incluyendo lugares frecuentados por expatriados y viajeros extranjeros", publicó el boletín. Theresa May, primera ministra británica, comprometió su presencia en la cumbre.
Las Fuerzas Armadas Argentinas, que hace años sufren una gran baja presupuestaria, fue reequipada con seis aviones de ataque I.A. 58 Pucará, cuatro cazabombarderos A-4AR Fightinghawk y seis aeronaves de entrenamiento I.A. 63 Pampa III. Además, se adquirió un director de tiro Skyguard para las baterías de cañones antiaéreos Oerlikon de 35 mm utilizadas por la Argentina.
Los diferentes anillos de seguridad comenzarán a desplegarse este miércoles y mañana entrarán en rigor la zona aérea exclusiva, el cierre de aeropuertos y limitación de los servicios de transporte. El viernes y el sábado no funcionarán los trenes. El subterráneo no llegará a sus cabeceras en esos días. La autopista Illia que une el norte con el sur de la ciudad estará cerrada. El aeroparque metropolitano solo tendrá actividad de vuelos oficiales. El de Palomar no operará. Ezeiza funcionará normalmente. ¿Argentina también?