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“Todo el tiempo se ven incidentes de gente que es atacada por hablar español. Si ahorita no estuviéramos teniendo esta conversación acá, en un festival de música, sino en un café u otro lugar, dependiendo de la parte del país en la que estuviéramos puede ser que alguien venga y nos diga: ‘¿Ustedes por qué están hablando en español? Hablen en inglés’”, explica Andrés Salguero, fundador de la banda de música infantil 123 Andrés, en Chicago, donde estaba para presentarse en el Lollapalooza, uno de los festivales más reconocidos en el mundo. Dos horas antes de su aparición en el escenario, frente a decenas de niños a los que les canta en inglés y en español para romper las barreras lingüísticas, Patrick Crusius, supremacista blanco, asesinó a 22 personas en El Paso, Texas, entre las que se encontraban varios latinos. Su ataque iba dirigido a esta población. Se lo considera hoy un crimen de odio y ha provocado alertas en todo el país.
El discurso nacionalista contra los migrantes, impulsado en gran medida por el presidente estadounidense, Donald Trump, ha puesto a los latinos en la mira de los extremistas como Crusius. Por ello, algunos de ellos prefieren invisibilizar por estos días los rasgos naturales que se pueden dar el lujo de ocultar, como hablar en su lengua materna. Salguero no es el único que advierte sobre ello. Jennifer García, estudiante mexicana de la Universidad de Nuevo México en Estados Unidos, le aseguró a Associated Press que “algunas personas, especialmente nuestros mayores, ni siquiera quieren salir de casa o hablar español” debido al clima que generó el tiroteo de El Paso. La situación, según explica la agencia de noticias, tiene a los latinos evitando hablar español en público y buscando rutas de escape en medio del temor de ser objeto de un ataque. No es una opinión alarmista. Amnistía Internacional publicó una advertencia para quienes buscan visitar EE. UU. por estos días y señaló que hay que “evitar lugares concurridos, especialmente bares y casinos”, “estar vigilando todo el tiempo” y “ubicar rutas de escape en caso de emergencia”. “Dependiendo del género, raza o país de origen de los viajeros, pueden tener más riesgo de ser objetivo de un ataque”, concluye el comunicado.
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Pero el temor de hablar español en Estados Unidos no es un fenómeno nuevo. Desde inicios de 2018 se hicieron virales en internet varios videos en los que niños latinos o con herencia latina eran maltratados por no hablar en inglés o por usar su lengua materna. El venezolano Justin Zambrano, de 13 años, fue golpeado en Atlanta por un compañero que le exigía que hablara en inglés o cerrara la boca. Como él, otros menores han manifestado su miedo o rechazo a hablar en español por el maltrato que reciben o pueden recibir de sus compañeros. Pero los ataques no son exclusivos de las escuelas. Una mujer fue expulsada de un local de una compañía de envíos por hablar español en Florida. A Will Aplicano, reverendo de una iglesia en Texas, sus discípulos hispanohablantes le preguntaron si era seguro ir a rezar. Un abogado recriminó a dos trabajadores en un restaurante por hablarle en español. ¿Por qué?
La retórica de odio impulsada por los populismos de derecha es la principal causa a la que se atribuyen estos ataques. Y no solo es una tendencia en Estados Unidos, también en otros países. Tampoco el español es el único idioma que produce rechazo y la migración no es la circunstancia exclusiva que lo provoca. En Canadá, un hombre atacó a unos suramericanos en un centro comercial. Pero también hay un problema allí con el francés y el inglés. En Quebec hay una fuerte discusión sobre el idioma que se habla en la región. Incluso la ley intervino para hacer del francés el idioma oficial de la zona. En Francia se ha discriminado a quienes no hablan con el acento de París. Ucrania vivió una represión de parte de Rusia a quienes hablaban ucraniano. Ahora el nacionalismo lo ha invertido y el país ha comenzado a prohibir contenidos en ruso.
Todo esto es parte de una guerra cultural. Pero también de una guerra política. En Cataluña, por ejemplo, se discrimina a los hablantes del castellano. Algo que las Naciones Unidas ya está evaluando por discriminación a las minorías. Las luchas por la discriminación de lenguas también se han vivido en África, sobre todo en Sudáfrica, y Asia, especialmente en Corea y China.
Las retóricas nacionalistas y de rechazo a la migración contribuyen al crecimiento de la intolerancia en la sociedad y a convertir las diferentes lenguas en una fuente de inminente miedo para las minorías. Esto no solo afecta las condiciones de los migrantes en el diario vivir, sino su salud mental. “El trauma es acumulativo. Mientras más eventos traumáticos se hayan expuesto, es más probable experimentar trastorno de estrés postraumático”, explicó a la NBC Monnica Williams, psicóloga de la Universidad de Connecticut a propósito de una investigación realizada sobre el impacto del racismo en la salud mental. El costo de la discriminación es físico y emocional.
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Los latinos ya estaban bajo amenaza antes del tiroteo de El Paso. Los datos de la Oficina Federal de Investigaciones indican que los crímenes de odio se incrementaron desde la elección de Trump, quien dirige su discurso contra los migrantes. Muchos latinos han expresado en encuestas sus dificultades para vivir en Estados Unidos y ahora sienten más temor que antes por sus rasgos naturales. El rechazo a los migrantes, que ya se encontraba dentro de la sociedad estadounidense, ahora obliga a sus visitantes a callar.
“Para combatir este miedo, creo que tenemos que ir en contra de nuestros instintos para mezclarnos y pasar desapercibidos. Lo que se necesita es más visibilidad. Pero la visibilidad latina no es una responsabilidad que solo debe recaer en las comunidades latinas. Los medios de comunicación deben desempeñar un papel, y ese papel comienza con la revisión de la forma en que retrata a los latinos en su cobertura”, escribe Graciela Mochkofksy, profesora de español en Estados Unidos, para The New Yorker.