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De no ser por la guerra que empezó Vladímir Putin en Ucrania, la historia geopolítica del año habría sido el 20° Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, en el que Xi Jinping fue reelegido para un tercer mandato como secretario general del partido. Esto significa que, para principios de 2023, Xi comenzará un nuevo período de cinco años como jefe de Estado de China, el cual traerá consigo grandes noticias para el mundo: se espera una intensificación del estilo de la política exterior agresiva que ha caracterizado su primera década en el poder, bajo la llamada “diplomacia del guerrero lobo”. Es decir, una actitud más combativa, con un papel más activo en el escenario mundial, que espera la creación de un “verdadero multilateralismo” y la reducción de la influencia estadounidense en el globo.
Andrew Small, autor de Sin límites: la historia interna de la guerra de China con Occidente, dice que China estará mucho más involucrada en una rivalidad sistémica con el bloque occidental. “Habrá mayor asertividad, posiciones ideológicamente más abiertamente hostiles, más esfuerzos para construir contracoaliciones propias y un mayor impulso para apuntalar la posición de China en el mundo en desarrollo”, según le explicó a CNN. Y bajo este enfoque más combativo, una de las mayores preocupaciones es lo que pueda ocurrir con la isla de Taiwán, sobre la que Beijing reclama soberanía.
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“Las ruedas de la historia avanzan hacia la reunificación de China y el rejuvenecimiento de la nación china. Se debe realizar la reunificación completa de nuestro país… China luchará por una reunificación pacífica”, dijo Xi en el congreso de este año, añadiendo que “nunca prometería renunciar al uso de la fuerza”.
Desde la llegada de Xi, las alarmas por una invasión china de Taiwán solo han aumentado. Y la guerra de Putin solo empeoró los pronósticos. ¿Podría repetirse un escenario similar al de Ucrania este año con Taiwán en 2023? Es cierto que Xi se ha tomado cada vez más en serio la posibilidad de un conflicto militar, y por eso se ha asegurado de modernizar el Ejército Popular de Liberación de China (EPL). El último informe de trabajo resalta la ambición de tener la posibilidad de “ganar guerras”.
En 2022, China se convirtió en la segunda potencia militar en portaaviones, superando a Reino Unido, al lanzar su buque Fujian, el más moderno hasta ahora. En su flota hay una serie de barcos que alarman a Estados Unidos, como el destructor tipo 055 o el submarino tipo 039. También ha aumentado su inversión militar en los misiles hipersónicos y ojivas nucleares. Con un presupuesto de unos US$230.000 millones, el gigante asiático es el país con el segundo mayor gasto militar del planeta.
Pero lo más probable -aunque no hay que dar nada por descartado y Xi puede verse tentado a seguir el ejemplo de Moscú- es que una invasión no ocurra este año por la suma de varios factores. Analizando el discurso de Xi, nos encontramos con que su tono, si bien es agresivo, no dista mucho del que adoptó su antecesor Jian Zemin o él mismo en los congresos anteriores desde 2002. Y aunque sus palabras suenan brutales, China no ha ejecutado operaciones de combate como lo hizo Rusia antes de invadir Ucrania en lugares como Chechenia, Georgia, Crimea o Siria.
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“(En contraste) Putin envió señales claras e inequívocas sobre la intención y voluntad de Rusia de atacar durante años y meses antes de la invasión. China, bajo Xi, no ha hecho tales gestos con respecto a Taiwán”, explica Timothy R. Heath, investigador internacional y de defensa sénior de RAND Corporation, organización no partidista y sin fines de lucro, en War on Rocks.
Que China decidiera lanzar un ataque sin probar su ejército antes en una operación de combate “no tendría precedentes y sería extremadamente arriesgado, pues lanzar un ataque así podría convertirse en una guerra con el ejército más importante del mundo, como lo es el de Estados Unidos”, señala Heath. La modernización del ejército, sostiene, obedece a otras dinámicas, como la de fortalecer su poder político a nivel local y aumentar el sentimiento nacionalista.
Cabe destacar que, para 2027, el EPL cumplirá 100 años, por lo que se espera un gran desfile en el que se exhiban unas tropas de primera clase. Se busca mantener la profesionalidad en las tropas y evitar que caigan en tramas de corrupción -como ocurrió con Rusia-. Pero también está el fortalecimiento del discurso político de disuasión. Taiwán celebrará elecciones presidenciales en 2024, por lo que exhibir un ejército poderoso podría servirle a Beijing en su propósito de sofocar los movimientos de secesión en la isla.
China entra al año nuevo con desincentivos para lanzar una guerra, y acá es donde coinciden la mayoría de expertos en sus proyecciones. Los brotes de casos de covid-19, que se espera continúen durante el primer trimestre de 2023, harán aún más la débil recuperación económica y avivarían las protestas que surgieron a finales de este año, de acuerdo con James Palmer, editor adjunto de Foreign Policy. Por esto, el gobierno tendrá que lidiar de entrada ya con suficientes crisis como para sumar una extra. Esto no significa que Beijing renuncie a su obsesión por la reunificación, pero son indicadores de que una invasión no pueda verse en el futuro más inmediato. Eso sí: la cuestión sobre Taiwán será un punto central de la geopolítica.
“Para algunos, la posibilidad de una guerra, por remota que sea, es razón suficiente para mejorar la postura de disuasión de EE. UU. No hay duda de que una fuerte postura disuasoria de EE. UU. puede ayudar a incentivar a Beijing a evitar siquiera contemplar un ataque. Pero las evaluaciones precisas de las intenciones chinas sí importan. Subestimar a un adversario, como hicieron EE. UU. y Occidente con Putin, puede conducir a preparativos inadecuados y un desastre potencial para la víctima de la agresión, como casi le sucedió a Ucrania”Pero sobrestimar la voluntad de un estado rival de arriesgarse a un conflicto tiene sus propios inconvenientes. Una sensación exagerada de peligro puede exacerbar las tensiones y agravar las percepciones de intenciones hostiles”, explica Heath.
¿Qué esperar entonces? Como sugiere Emma Ashford, investigadora sénior del programa Reimaginando la Gran Estrategia de EE. UU. en el Centro Stimson, a Foreign Policy, el campo de batalla alrededor de Taiwán, por ahora, será sobre todo en el comercio, más que un enfrentamiento entre tropas. China podría expandir su influencia internacional mediante la coerción económica como se ha visto últimamente. Lituania, que abrió una oficina de representación taiwanesa en noviembre de 2021, fue castigada por Beijing que destruyó su relación comercial bilateral, causándole pérdidas de US$320 millones, por ejemplo. Mientras Estados Unidos y Europa tratan de desvincularse comercialmente con cautela, el gigante asiático gana terreno en otros lugares como Asia Central, África o Latinoamérica. El pulso sigue y la cuestión sobre Taiwán será seguida con lupa en 2023.
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