Haití: la eterna condena del país a diez años del terremoto que conmovió al mundo
Este domingo se cumple una década del terremoto de 7,3 de magnitud en Puerto Príncipe. La reconstrucción del país sigue siendo una tarea casi imposible debido a la corrupción y los problemas internos. Sin embargo, en medio de la catástrofe posterior al sismo, se destaca la creación de un barrio gracias a la solidaridad de los colombianos.
Andrés Camilo Gómez
Una década atrás, las imágenes del Palacio Presidencial de Haití en ruinas le dieron la vuelta al mundo. Era el 12 de enero de 2010 y el país se había derrumbado casi por completo tras un terremoto de 7,3 de magnitud a apenas 10 kilómetros de profundidad. El 65 % de las construcciones en la zona de Puerto Príncipe, la capital, se fueron al piso. Los edificios gubernamentales se redujeron a escombros y muchos de sus funcionarios murieron tras el colapso de aquellas estructuras. En total, más de 200 mil personas perdieron la vida. Otros dos millones perdieron todo lo demás. Fue una pesadilla que duró 34 segundos para unos. Meses, años e incluso toda una eternidad para otros.
Los expertos sostienen que la magnitud de esta catástrofe no fue producto esencialmente de la actividad sísmica, sino de la elevada exposición al riesgo en la zona, pues las edificaciones eran vulnerables y no había medidas preventivas para un evento de este calibre. Además, había superpoblación en zonas de alto riesgo. De la noche a la mañana el caos se apoderó de este pequeño punto en el Caribe y hoy no está ni cerca de abandonarlo.
Haití ha regresado esporádicamente a los titulares de prensa, pero no por haber cumplido con la meta de las labores de reconstrucción cerca de una década después, sino por haberse sumido más en la desgracia. El año pasado las protestas sociales contra el gobierno consumieron al país desde febrero. Muchos de los manifestantes reclaman que los políticos se han robado el dinero de la nación, incluyendo el que llegó del extranjero para subsanar la crisis que dejó el terremoto.
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Recuperarse de la tragedia ha sido una misión imposible, principalmente porque este es un país que se mantiene tambaleando por crisis políticas y por la corrupción. En 2015, un escándalo que involucraba a la Cruz Roja reveló las dificultades a las que se enfrentaban las labores de reconstrucción. Los medios Propublica y National Public Radio publicaron un reportaje en el que se señala que la Cruz Roja, aunque había recaudado medio billón de dólares para la construcción de casas nuevas en Haití y celebraba su labor en el Caribe, solo había hecho seis viviendas en un período de cuatro años. “Al carecer de la experiencia para montar sus propios proyectos, la Cruz Roja terminó dando gran parte del dinero a otros grupos para que hicieran el trabajo. Esos grupos sacaron una parte de cada dólar para cubrir los gastos generales y la gestión”, destaca el reportaje.
Según la organización internacional Cruz Roja, uno de los grandes desafíos que enfrentaron en Haití, luego del terremoto, fue enfrentarse al sistema disfuncional de títulos de propiedad del país, pues había muchas demoras en la coordinación con el gobierno sobre la propiedad de la tierra en donde se pretendían hacer las nuevas casas. Esta interpretación, aunque no justifica los retrasos en las obras, es correcta. Muchas de las labores se vieron perjudicadas porque el gobierno no agilizaba los procesos de entrega de predios, otras veces porque estos no eran transparentes y otras porque no se contaba con la mano de obra necesaria. “Las agencias internacionales que con arrogancia creyeron posible la refundación de un nuevo Haití demostraron ineficacia en la coordinación de sus acciones y falta de transparencia en la gestión de los fondos recibidos”, destacó la antropóloga María Teresa Tapada en el diario El País de España.
“En Haití las condiciones legales son muy distintas. Estuvimos tratando de encontrar un lugar en el que pudiéramos reasentar a la población, que no tuviera condiciones de riesgo y que fuera un lugar adecuado para poderlo entregar con escritura pública. Pero fue difícil. En el país hay mucha corrupción. Nos iban a vender un predio y cuando hicimos el estudio de títulos no era válido”, cuenta Marcela Ochoa, directora ejecutiva de Antioquia Presente, una corporación colombiana con quizás uno de los casos más exitosos de labores de reconstrucción en Haití tras el terremoto. Debido a los inconvenientes para conseguir los predios, Antioquia Presente hizo una alianza con la Congregación de las Hermanas Dominicas, quienes hicieron la labor para conseguir el predio.
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A través de los esfuerzos de Antioquia Presente, las Hermanas Dominicas y la solidaridad de muchos colombianos se logró construir un barrio para las familias damnificadas por el devastador terremoto. El resultado final fue Villa Colombia, un barrio con viviendas para 72 familias seleccionadas por sus niveles de vulnerabilidad frente a la situación. El nombre lo puso la misma comunidad en agradecimiento con los colombianos.
“Cuando llegamos a Haití el panorama era desolador, el terremoto dejó destrucción, viviendas colapsadas, escombros hasta de tres metros de altura por todas partes y la población con estrés postraumático. Encontramos total carencia de servicios públicos, comunidades enteras con sed, hambre, oscuridad y mucha desesperanza. La gente vendía de manera informal las ayudas humanitarias para cambiar algunos elementos de aseo por alimentos o agua… luego, gracias a la alianza con algunas organizaciones, se lograron superar muchos inconvenientes”, dicen los miembros de Antioquia Presente. Pero el éxito de este barrio no fue solo vencer la tramitología haitiana y la corrupción para cumplir con sus metas, sino que además de la construcción de viviendas se hizo un esfuerzo por darles a las familias herramientas para su futuro.
“Las personas tienen todas las garantías con estas casas. Con trabajadores sociales se guió a las familias para ver cómo sería su actividad productiva de ahora en adelante y se les ayudó para que ellos echaran adelante sus planes. Salieron 70 de ellos: cada uno eligió qué iba a hacer. En algunos su actividad fue hacer pastas, en otros fue ser profesor en la escuela, cada uno diferente. Además, en todos los proyectos se entregó un acompañamiento social con el que nos cercioramos de que la familia salga adelante en su proceso psicosocial porque tienen que superar un duelo. El de Haití para nosotros ha sido un proyecto emblemático, porque nos tomamos todo el tiempo hasta asegurarnos de que lo que habíamos hecho era sostenible, y hoy estamos seguros de que ese barrio existe, está en buenas condiciones y que la gente que vive allí ha salido adelante y es resiliente”, explica Ochoa, “muchas veces hay organizaciones públicas o privadas que entregan viviendas que son como elefantes blancos, porque no tienen ni agua ni luz, y eso no le sirve a una familia porque deben tener acceso a todos los servicios públicos”, agrega.
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Los elefantes blancos en Haití tras el terremoto son una de las peores consecuencias de la malversación. Según reportes, Haití gastó el dinero para realojar a las víctimas del terremoto en polémicos proyectos que hoy no se han concluido. En 2019, el Tribunal de Cuentas del país publicó una investigación sobre Petrocaribe, una alianza iniciativa de Hugo Chávez que destinó millones de dólares a la reconstrucción del país, pero cuyos fondos se desviaron de su objetivo. Algunos ejemplos son los edificios ministeriales, cuyos contratos ascendían a más de US$8 millones y que tuvieron ausencia total de respeto a la ética y libre competencia, según el tribunal. “El pago que Petrocaribe hizo por obras inexistentes llenó los bolsillos de al menos tres presidentes, senadores y poderosos grupos empresariales de la región. El plan para reconstruir Haití después del devastador terremoto de 2010 es la mayor muestra de cómo la corrupción damnificó por partida doble a los ciudadanos que pusieron en estos fondos sus esperanzas”, destaca una investigación de Connectas titulada “El Petrofraude”.
La corrupción ha sido una eterna condena para los haitianos, como para muchos países de la región, y ha perjudicado a las víctimas del terremoto más que por el mismo movimiento de la tierra. Debido a esta, miles de personas continúan malviviendo en refugios levantados en 2010 y que se suponía eran de carácter provisional. Hoy, bajo los mismos techos de zinc en los que se filtra el agua cuando llueve, sin comida y cobijados por la miseria, el pueblo les reclama a sus dirigentes que deje de robar. Haití desde hace una década ya no vive, intenta no morir.
Una década atrás, las imágenes del Palacio Presidencial de Haití en ruinas le dieron la vuelta al mundo. Era el 12 de enero de 2010 y el país se había derrumbado casi por completo tras un terremoto de 7,3 de magnitud a apenas 10 kilómetros de profundidad. El 65 % de las construcciones en la zona de Puerto Príncipe, la capital, se fueron al piso. Los edificios gubernamentales se redujeron a escombros y muchos de sus funcionarios murieron tras el colapso de aquellas estructuras. En total, más de 200 mil personas perdieron la vida. Otros dos millones perdieron todo lo demás. Fue una pesadilla que duró 34 segundos para unos. Meses, años e incluso toda una eternidad para otros.
Los expertos sostienen que la magnitud de esta catástrofe no fue producto esencialmente de la actividad sísmica, sino de la elevada exposición al riesgo en la zona, pues las edificaciones eran vulnerables y no había medidas preventivas para un evento de este calibre. Además, había superpoblación en zonas de alto riesgo. De la noche a la mañana el caos se apoderó de este pequeño punto en el Caribe y hoy no está ni cerca de abandonarlo.
Haití ha regresado esporádicamente a los titulares de prensa, pero no por haber cumplido con la meta de las labores de reconstrucción cerca de una década después, sino por haberse sumido más en la desgracia. El año pasado las protestas sociales contra el gobierno consumieron al país desde febrero. Muchos de los manifestantes reclaman que los políticos se han robado el dinero de la nación, incluyendo el que llegó del extranjero para subsanar la crisis que dejó el terremoto.
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Recuperarse de la tragedia ha sido una misión imposible, principalmente porque este es un país que se mantiene tambaleando por crisis políticas y por la corrupción. En 2015, un escándalo que involucraba a la Cruz Roja reveló las dificultades a las que se enfrentaban las labores de reconstrucción. Los medios Propublica y National Public Radio publicaron un reportaje en el que se señala que la Cruz Roja, aunque había recaudado medio billón de dólares para la construcción de casas nuevas en Haití y celebraba su labor en el Caribe, solo había hecho seis viviendas en un período de cuatro años. “Al carecer de la experiencia para montar sus propios proyectos, la Cruz Roja terminó dando gran parte del dinero a otros grupos para que hicieran el trabajo. Esos grupos sacaron una parte de cada dólar para cubrir los gastos generales y la gestión”, destaca el reportaje.
Según la organización internacional Cruz Roja, uno de los grandes desafíos que enfrentaron en Haití, luego del terremoto, fue enfrentarse al sistema disfuncional de títulos de propiedad del país, pues había muchas demoras en la coordinación con el gobierno sobre la propiedad de la tierra en donde se pretendían hacer las nuevas casas. Esta interpretación, aunque no justifica los retrasos en las obras, es correcta. Muchas de las labores se vieron perjudicadas porque el gobierno no agilizaba los procesos de entrega de predios, otras veces porque estos no eran transparentes y otras porque no se contaba con la mano de obra necesaria. “Las agencias internacionales que con arrogancia creyeron posible la refundación de un nuevo Haití demostraron ineficacia en la coordinación de sus acciones y falta de transparencia en la gestión de los fondos recibidos”, destacó la antropóloga María Teresa Tapada en el diario El País de España.
“En Haití las condiciones legales son muy distintas. Estuvimos tratando de encontrar un lugar en el que pudiéramos reasentar a la población, que no tuviera condiciones de riesgo y que fuera un lugar adecuado para poderlo entregar con escritura pública. Pero fue difícil. En el país hay mucha corrupción. Nos iban a vender un predio y cuando hicimos el estudio de títulos no era válido”, cuenta Marcela Ochoa, directora ejecutiva de Antioquia Presente, una corporación colombiana con quizás uno de los casos más exitosos de labores de reconstrucción en Haití tras el terremoto. Debido a los inconvenientes para conseguir los predios, Antioquia Presente hizo una alianza con la Congregación de las Hermanas Dominicas, quienes hicieron la labor para conseguir el predio.
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A través de los esfuerzos de Antioquia Presente, las Hermanas Dominicas y la solidaridad de muchos colombianos se logró construir un barrio para las familias damnificadas por el devastador terremoto. El resultado final fue Villa Colombia, un barrio con viviendas para 72 familias seleccionadas por sus niveles de vulnerabilidad frente a la situación. El nombre lo puso la misma comunidad en agradecimiento con los colombianos.
“Cuando llegamos a Haití el panorama era desolador, el terremoto dejó destrucción, viviendas colapsadas, escombros hasta de tres metros de altura por todas partes y la población con estrés postraumático. Encontramos total carencia de servicios públicos, comunidades enteras con sed, hambre, oscuridad y mucha desesperanza. La gente vendía de manera informal las ayudas humanitarias para cambiar algunos elementos de aseo por alimentos o agua… luego, gracias a la alianza con algunas organizaciones, se lograron superar muchos inconvenientes”, dicen los miembros de Antioquia Presente. Pero el éxito de este barrio no fue solo vencer la tramitología haitiana y la corrupción para cumplir con sus metas, sino que además de la construcción de viviendas se hizo un esfuerzo por darles a las familias herramientas para su futuro.
“Las personas tienen todas las garantías con estas casas. Con trabajadores sociales se guió a las familias para ver cómo sería su actividad productiva de ahora en adelante y se les ayudó para que ellos echaran adelante sus planes. Salieron 70 de ellos: cada uno eligió qué iba a hacer. En algunos su actividad fue hacer pastas, en otros fue ser profesor en la escuela, cada uno diferente. Además, en todos los proyectos se entregó un acompañamiento social con el que nos cercioramos de que la familia salga adelante en su proceso psicosocial porque tienen que superar un duelo. El de Haití para nosotros ha sido un proyecto emblemático, porque nos tomamos todo el tiempo hasta asegurarnos de que lo que habíamos hecho era sostenible, y hoy estamos seguros de que ese barrio existe, está en buenas condiciones y que la gente que vive allí ha salido adelante y es resiliente”, explica Ochoa, “muchas veces hay organizaciones públicas o privadas que entregan viviendas que son como elefantes blancos, porque no tienen ni agua ni luz, y eso no le sirve a una familia porque deben tener acceso a todos los servicios públicos”, agrega.
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Los elefantes blancos en Haití tras el terremoto son una de las peores consecuencias de la malversación. Según reportes, Haití gastó el dinero para realojar a las víctimas del terremoto en polémicos proyectos que hoy no se han concluido. En 2019, el Tribunal de Cuentas del país publicó una investigación sobre Petrocaribe, una alianza iniciativa de Hugo Chávez que destinó millones de dólares a la reconstrucción del país, pero cuyos fondos se desviaron de su objetivo. Algunos ejemplos son los edificios ministeriales, cuyos contratos ascendían a más de US$8 millones y que tuvieron ausencia total de respeto a la ética y libre competencia, según el tribunal. “El pago que Petrocaribe hizo por obras inexistentes llenó los bolsillos de al menos tres presidentes, senadores y poderosos grupos empresariales de la región. El plan para reconstruir Haití después del devastador terremoto de 2010 es la mayor muestra de cómo la corrupción damnificó por partida doble a los ciudadanos que pusieron en estos fondos sus esperanzas”, destaca una investigación de Connectas titulada “El Petrofraude”.
La corrupción ha sido una eterna condena para los haitianos, como para muchos países de la región, y ha perjudicado a las víctimas del terremoto más que por el mismo movimiento de la tierra. Debido a esta, miles de personas continúan malviviendo en refugios levantados en 2010 y que se suponía eran de carácter provisional. Hoy, bajo los mismos techos de zinc en los que se filtra el agua cuando llueve, sin comida y cobijados por la miseria, el pueblo les reclama a sus dirigentes que deje de robar. Haití desde hace una década ya no vive, intenta no morir.