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“La historia entre Estados Unidos e Irán ha sido desafortunada”, afirma Felipe Medina Gutiérrez, profesor de Oriente Medio de la Universidad Externado y la Universidad Javeriana, y el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), como se llama formalmente el acuerdo nuclear iraní, y muestra los roces en dicha relación. Si en 2015 estos países, acompañados de Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania, optaron por la vía del diálogo para limitar el enriquecimiento de uranio al 3,67 %, restringiendo las capacidades de Irán de obtener armas nucleares, la decisión de Donald Trump de unilateralmente retirar a Estados Unidos del pacto (en 2018) ahondó en la desconfianza histórica entre Washington y Teherán. Ahora, con administraciones distintas y en medio de tensiones internacionales por cuenta de la guerra en Ucrania, que ha escalado a tal nivel que se ha hablado del uso de armas nucleares, la renegociación del acuerdo iraní representa una apuesta por la diplomacia y el diálogo para resolver los conflictos.
El Palacio Coburg, en Viena, ha sido el escenario de las conversaciones alrededor del pacto, que según comenta Medina Gutiérrez, aunque quedó “cojo” con la salida de Estados Unidos, subsistió entre los demás países firmantes e Irán. “Conviene revivirlo en este momento porque fue un error salirse y es la oportunidad de corregir la historia”, agrega el docente. Y es que, con el acuerdo, Irán busca revocar las sanciones que la administración Trump impuso sobre él, entre las que resaltan la restricción a la compra o adquisición de dólares por parte del gobierno iraní y a las transacciones relacionadas con la compra o venta de riales (la moneda nacional), o el mantenimiento de fondos o cuentas con montos considerables de riales fuera del territorio de Irán, así como las sanciones a las transacciones relacionadas con petróleo y el sector energético del país. La carga de estas sanciones se ha hecho sentir: si en 2015 la inflación de Irán fue del 0.429 %, en 2020 fue del 39,006 %, según el Banco Mundial.
Para Angélica Alba, internacionalista y profesora del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, retomar el acuerdo nuclear es una cuestión estratégica. Por un lado, Irán se liberaría de las sanciones que ahogan su economía y, por el otro, habría una garantía de seguridad para Estados Unidos, Europa y Oriente Medio. Y es que, según comenta la docente, “el pacto se vio truncado por el gobierno de Trump, guiado por una retórica hostil contra Irán en su política exterior y no tanto por los intereses de Estados Unidos”. A su parecer, era de esperar que con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca se retomara el PAIC.
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Según las declaraciones de los negociadores, el pacto está casi listo. “Hemos hecho un progreso significativo. Estamos cerca de un posible acuerdo, pero aún no hemos llegado”, aseguró el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price. “Creemos que las cuestiones pendientes pueden superarse”, agregó. Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Hossein Amir-Abdollahian, dijo que un acuerdo depende completamente de Washington. “Más que nunca, la pelota está en la cancha de Estados Unidos para proporcionar las respuestas necesarias para la conclusión exitosa de las conversaciones”, aseveró el funcionario, quien recientemente hizo énfasis en la necesidad de tener una “garantía económica” que proteja a Irán de las sanciones internacionales si se repite el escenario de 2018.
Ahora bien, que las negociaciones del acuerdo nuclear iraní se estén llevando a cabo al mismo tiempo que se vive la guerra en Ucrania es una coincidencia. “Creo que el acuerdo nuclear tiene independencia. El protagonista aquí es Irán, no Rusia”, dice Medina Gutiérrez. En días pasados, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergey Lavrov, dijo que quería una garantía por escrito de que las sanciones “lanzadas por Estados Unidos no interferirán en nuestro derecho a una cooperación comercial y económica, de inversión libre y plena, y en una cooperación técnico-militar con Irán”. Si bien esto suscitó dudas con respecto al futuro del acuerdo nuclear, parece ser que el pacto se firmará con Estados Unidos y Rusia en la mesa de negociación.
Lo cierto es que a las partes les conviene el PAIC. Por un lado, Estados Unidos quiere concretarlo, porque Irán es el cuarto país con reservas probadas de petróleo y el segundo con reservas de gas, después de Rusia. Además, según afirma Alba, en el acuerdo hay varios aspectos que dependen de Moscú: además de ser miembro de la comisión conjunta que supervisa el cumplimiento de lo acordado, también tiene la responsabilidad de tomar el control del exceso de uranio enriquecido de Irán y trabajar con Teherán para convertir su planta nuclear Fordow en una instalación de investigación. “Esto es clave para Rusia, pues significa mantener una posición fuerte en un contexto multilateral con altas tensiones, además de que le conviene preservar su posición de poder relativo frente a los demás negociadores, sin mencionar la necesidad que tiene de mantener la relación estratégica con Irán”.
Para la internacionalista, estamos viviendo una situación paradójica: Europa del Este presencia una guerra y altas tensiones, al punto de que Vladimir Putin puso en alerta a las fuerzas nucleares, pero el acuerdo iraní, en contraposición, tiene un valor simbólico a favor de la seguridad internacional. “En momentos en los que estamos viendo una invasión, una guerra, la firma del pacto mostraría el triunfo del diálogo, que hoy es cada vez más necesario en medio de la desconfianza, la desesperanza y el pesimismo”.
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En 2020, Medina Gutiérrez escribió en este diario que “el acuerdo de 2015 representó el triunfo de la diplomacia sobre los tambores de la guerra. No era perfecto, pero demostró que mediante el diálogo y la armonía se pueden alcanzar consensos, en lugar de optar por la vía militar y del conflicto”. Hoy el docente mantiene dicha postura, y agrega que “el hecho de que haya países con armas nucleares y que no sean firmantes del Tratado de No Proliferación Nuclear, como el Estado de Israel, demuestra las paradojas del mundo actual”.
Para el docente, la firma del acuerdo nuclear iraní sería el triunfo de la diplomacia por encima de los esfuerzos de otros actores, como el Estado de Israel y Arabia Saudita, por tratar de sabotearlo, e “Irán sería el gran ganador”. Pero según él, el trasfondo de la discusión va más allá e implica llevar a cabo una distinción entre energía nuclear, “que es ciencia y progreso”, y armas nucleares, además de distinguir entre los países que las tienen (Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, China, India, Pakistán e Israel), y los que no. “Detrás de esto hay una hipocresía mundial, pero también hay que tener en cuenta la historia: el programa nuclear iraní comenzó su desarrollo a finales de la década de los años 50, con la asistencia tecnológica de Francia y Estados Unidos, en aras de desarrollar el programa de energía nuclear con potencial de armas nucleares. Es decir, la discusión, en el fondo, no se trata de tener derecho o no, se trata de quiénes tienen las armas y si quienes las poseen son ‘nuestros amigos’ o no”.
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