¿Israel podría bombardear las instalaciones nucleares iraníes?
Muchos en Israel y EE. UU. quieren que se aproveche el momento para desbaratar una capacidad nuclear iraní que, según servicios de inteligencia y expertos, está cerca de producir una bomba. Sin embargo, algunos dudan que el país tenga la capacidad para hacerlo.
David E. Sanger, Eric Schmitt y Ronen Bergman | The New York Times
Hace dos años, se escuchó el estruendo de decenas de aviones de combate israelíes que, sobre el mar Mediterráneo, simulaban un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán, un simulacro que las fuerzas de defensa israelíes anunciaron abiertamente como un ejercicio de “vuelo de largo alcance, reabastecimiento aéreo y ataque a objetivos distantes”.
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Hace dos años, se escuchó el estruendo de decenas de aviones de combate israelíes que, sobre el mar Mediterráneo, simulaban un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán, un simulacro que las fuerzas de defensa israelíes anunciaron abiertamente como un ejercicio de “vuelo de largo alcance, reabastecimiento aéreo y ataque a objetivos distantes”.
El propósito del ejercicio no era simplemente intimidar a los iraníes. También estaba diseñado para enviar un mensaje al gobierno de Joe Biden: la fuerza aérea israelí se estaba entrenando para llevar a cabo la operación sin ayuda, aunque las posibilidades de éxito serían mucho mayores si Estados Unidos —con su arsenal de “rompebúnkeres” de 13.600 kilos— se unía al ataque.
En entrevistas, altos funcionarios israelíes, tanto actuales como anteriores, reconocieron sus dudas sobre si el país tiene la capacidad necesaria para causar daños significativos a las instalaciones nucleares iraníes. No obstante, durante los últimos días, funcionarios del Pentágono se han estado preguntando en privado si los israelíes se están preparando para actuar en solitario, tras haber llegado a la conclusión de que podrían no volver a tener un momento como este.
El presidente Biden les ha advertido que no ataquen instalaciones nucleares o energéticas, diciendo que cualquier respuesta debe ser “proporcionada” al ataque iraní contra Israel de la semana pasada, básicamente admitiendo que algún tipo de contraataque es apropiado. El secretario de Defensa, Lloyd Austin III, ha dicho claramente a su homólogo israelí, Yoav Gallant, que Estados Unidos quería que Israel evitara tomar medidas de represalia que pudieran dar lugar a una nueva escalada por parte de los iraníes. Gallant tiene previsto reunirse con Austin en Washington el miércoles.
Es probable que la primera represalia de Israel contra Irán por los ataques con misiles de la semana pasada se enfoque en las bases militares y tal vez en algunos sitios de inteligencia o de liderazgo, dicen los funcionarios. Al menos al principio, parece poco probable que Israel tenga en la mira a las joyas de la corona nuclear del país. Tras un debate considerable, esos objetivos parecen haberse reservado para más adelante, si los iraníes escalan con sus propios contraataques.
No obstante, dentro de Israel hay un llamado creciente, al que se suman algunos en Estados Unidos, para aprovechar el momento y revertir, por años o más, una capacidad iraní que, según los servicios de inteligencia estadounidenses y expertos externos, está cada vez más cerca de producir una bomba. Aunque gran parte del debate público se ha centrado en el hecho de que Irán podría aumentar el enriquecimiento para producir uranio apto para la fabricación de bombas en cuestión de semanas, el hecho más relevante es que los ingenieros iraníes tardarían meses o incluso más de un año en transformar ese combustible en un arma que puedan usar.
“Israel tiene ahora su mayor oportunidad en 50 años para cambiar la faz de Medio Oriente”, escribió recientemente en redes sociales Naftali Bennett, un nacionalista de línea dura y ex primer ministro que en su día se autodescribió como más a la derecha que el primer ministro Benjamín Netanyahu. “Debemos actuar ahora para destruir el programa nuclear de Irán, sus instalaciones energéticas centrales, y paralizar fatalmente este régimen terrorista”.
Y añadió: “Tenemos la justificación. Tenemos las herramientas. Ahora que Hizbulá y Hamás están paralizados, Irán está expuesto”.
Funcionarios estadounidenses, empezando por Biden, han montado una campaña para descartar tales ataques, diciendo que probablemente serían ineficaces y podrían sumir a la región en una guerra a gran escala.
La cuestión de cómo atacar a Irán se ha convertido en un tema de campaña. El expresidente Donald Trump argumentó que Israel debería “golpear primero lo nuclear y preocuparse por el resto después”. Es un enfoque que incluso él rehuyó como presidente. El domingo, el representante Michael Turner, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, criticó a Biden en el programa Face the Nation de la CBS, diciendo que “es totalmente irresponsable que el presidente diga que está descartado, cuando previamente ha dicho que está en consideración”.
El repentino debate sobre un ataque ha suscitado nuevas preguntas. Si Israel atacara, ¿cuánto podría revertir las capacidades nucleares de Irán, realmente? O, ¿sería el resultado simplemente llevar el programa nuclear iraní a una mayor clandestinidad, lo que llevaría a Irán a prohibir la entrada a los pocos inspectores nucleares que aún tienen acceso regular, aunque limitado, a sus principales instalaciones? ¿Y qué pasaría si un ataque israelí empuja a los dirigentes iraníes a decidir finalmente apresurarse a fabricar una bomba, una línea que los mulás y generales iraníes han estado cerca de cruzar durante casi un cuarto de siglo?
En Natanz, un objetivo viejo y uno nuevo
Durante 22 años, el foco de la atención de Israel —y de Washington— en Irán ha sido la planta de enriquecimiento nuclear de Natanz, enterrada a unos tres pisos de profundidad en el desierto.
Israel ha desarrollado planes para destruir o inutilizar la gigantesca sala de centrifugadoras, donde miles de estas máquinas, altas y plateadas, giran a velocidades supersónicas hasta que el uranio se acerca al material apto para bombas. Aunque Teherán niega oficialmente tener intenciones de poseer una bomba, en los últimos meses algunos funcionarios y comentaristas iraníes han debatido intensamente si se debería revocar una fetua emitida en 2003 por el ayatolá Alí Jamenei, que prohíbe la posesión de armas nucleares.
Mientras tanto, Irán ha incrementado la producción de uranio enriquecido al 60 por ciento de pureza, justo por debajo del nivel apto para bombas. Según los expertos, el país actualmente dispone de suficiente de ese combustible para tres o cuatro bombas, y hacerlo apto para bombas, al 90 por ciento, le llevaría solo unos días.
Aunque Natanz sería un objetivo bastante fácil, atacarlo sería un acto de guerra. Por eso, durante los últimos 15 años Estados Unidos ha instado a recurrir a la diplomacia, el sabotaje y las sanciones, no a las bombas, para desmantelar el programa. Y ha impedido activamente que Israel consiga las armas que necesitaría para destruir otra instalación de centrifugado, llamada Fordow, construida en las profundidades de una montaña.
El presidente George W. Bush rechazó las exigencias de Israel de entregar a su fuerza aérea las mayores bombas rompebúnkeres de Estados Unidos junto con los bombarderos B-2 necesarios para transportarlas. Esas armas serían esenciales en cualquier esfuerzo por destruir Fordow y otras instalaciones profundas y fuertemente reforzadas.
La decisión de Bush provocó una discusión dentro de la Casa Blanca. El vicepresidente Dick Cheney apoyaba la idea de un ataque, pero Bush se mantuvo firme, argumentando que Estados Unidos no podía arriesgarse a que hubiera otra guerra en Medio Oriente. Ehud Barak, quien sirvió como el oficial uniformado de más alto rango de Israel y también como primer ministro, dijo en 2019 en una entrevista con el Times que la advertencia de Bush “realmente no hacía ninguna diferencia para nosotros”. A finales de 2008, dijo, Israel no tenía un plan factible para atacar a Irán.
Pero pronto desarrolló varios. La discusión sobre los rompebúnkeres ayudó a dar origen a una enorme operación encubierta conocida como “Juegos Olímpicos”, un programa israelí-estadounidense altamente clasificado para destruir las centrifugadoras utilizando un arma cibernética. Más de mil centrifugadoras fueron destruidas por lo que se llegó a conocer como el virus Stuxnet, retrasando el programa un año o más.
Pero la operación Juegos Olímpicos no fue una solución mágica: los iraníes reconstruyeron el programa y añadieron miles de centrifugadoras más. Trasladaron una mayor parte de su esfuerzo a la profundidad. Y el hecho de que el código informático malicioso escapara de la planta y fuera revelado al mundo motivó a otros países a desarrollar sus propios ataques a infraestructuras, incluidas las redes eléctricas y los sistemas de abastecimiento de agua.
Los israelíes también asesinaron a científicos y atacaron instalaciones de enriquecimiento en superficie, atacaron centros de fabricación de centrifugadoras con drones e invirtieron enormes recursos en la preparación de un posible ataque a las instalaciones.
Los esfuerzos israelíes flaquearon después de que el gobierno de Barack Obama alcanzara un acuerdo nuclear con Irán que llevó al país a enviar gran parte de su combustible nuclear fuera del país. Y más tarde, cuando Trump se retiró del acuerdo, él y Netanyahu estaban convencidos de que los iraníes abandonarían sus proyectos en respuesta a las amenazas de Washington. Las Fuerzas de Defensa de Israel se centraron, en cambio, en Hizbulá y en los túneles subterráneos donde almacenaba misiles de producción iraní.
Cuando Bennett se convirtió en primer ministro en 2021, dicen los funcionarios israelíes, se sorprendió por la falta de preparación de Israel para atacar el programa iraní, ordenando nuevos ejercicios para simular el vuelo a largas distancias hasta Irán e invirtiendo grandes recursos nuevos en los preparativos. Incluso hoy, la capacidad de Israel es limitada. El país depende de una flota anticuada de aviones de reabastecimiento aéreo Boeing 707, y pasarán años antes de que Estados Unidos entregue modelos más nuevos, capaces de transportar combustible por distancias mucho mayores.
Los rompebúnkeres israelíes han sido eficaces contra los túneles en los que Hizbulá almacena misiles, y permitieron a las fuerzas israelíes matar a Hassan Nasrallah, el líder de Hizbulá, el mes pasado. Los israelíes creen que pueden eliminar las defensas antiaéreas que rodean muchos de los emplazamientos nucleares; alcanzaron uno, para enviar un mensaje, en un intercambio de misiles con Irán en abril. Sin embargo, Israel simplemente no puede penetrar en instalaciones nucleares altamente reforzadas que se encuentran bajo las montañas.
“El objetivo nuclear es muy difícil”, dijo el general Frank McKenzie, quien estuvo a cargo de los planes de guerra contra Irán cuando dirigía el Comando Central de Estados Unidos. “Hay muchas otras alternativas a ese objetivo”, dijo, y añadió que muchas de ellas —incluidas las infraestructuras energéticas— serían más fáciles de ejecutar.
Los próximos movimientos de Irán
Tanto si Israel ataca las instalaciones nucleares iraníes como si no, existen nuevos motivos de preocupación sobre el futuro nuclear de Irán.
La primera es una que el secretario de Estado Antony Blinken ha planteado varias veces en las últimas semanas. Él ha afirmado, basándose en información de inteligencia de la que Estados Unidos se niega a hablar, que Rusia está compartiendo tecnología con Irán en materia nuclear. Los funcionarios describen la ayuda como “asistencia técnica” y dicen que no hay pruebas de que esté proporcionando a Irán las herramientas que necesita para fabricar una ojiva nuclear.
Pero hasta que estalló la guerra en Ucrania, Rusia había cooperado con Estados Unidos y Europa para frenar el programa nuclear iraní, incluso uniéndose a las negociaciones de 2015 del lado de las naciones occidentales. Ahora, si los informes estadounidenses son correctos, la necesidad de Rusia de drones iraníes y otras armas implica que podría acelerar el avance de Irán hacia la construcción de un artefacto nuclear.
La segunda preocupación es que el daño causado a Hizbulá en las últimas semanas, incluida la eliminación de sus dirigentes, podría hacer que Irán se sienta vulnerable. Ya no puede contar con la capacidad del grupo terrorista para atacar a Israel. Avanzar hacia la obtención de un arma nuclear podría convertirse en su única manera real de disuadir a Israel.
Y la tercera preocupación es que el programa iraní será cada vez más difícil de atacar. Hace varios años, bajo la atenta mirada de los satélites estadounidenses e israelíes, Irán comenzó a excavar una vasta red de túneles al sur de Natanz, para lo que Estados Unidos cree que es un nuevo centro de enriquecimiento, el mayor de Irán. Aún no está en funcionamiento. En el pasado —cuando Israel destruyó reactores nucleares aún no terminados en Irak en 1981 y en Siria en 2007— ese fue exactamente el momento que eligió para lanzar ataques preventivos.
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