Japón planea verter al océano aguas de Fukushima y sus vecinos no están contentos
Este verano, el país nipón planea verter al océano toneladas de aguas residuales, provenientes de la central nuclear de Fukushima. Aunque cuenta con el respaldo del organismo internacional que es autoridad en la materia, así como de aliados como Corea del Sur, otros como China y Corea del Norte se oponen. Le explicamos qué pasa.
Las explicaciones del gobierno y del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) no han sido suficientes para calmar las preocupaciones por el vertido de más de un millón de toneladas de agua tratada proveniente de la central nuclear de Fukushima, en Japón. La resistencia regional al plan del país nipón, respaldado por un informe del organismo según el cual la estrategia se ajusta a los estándares internacionales de seguridad, se ha traducido en protestas y anuncios de más vetos o barreras comerciales, por ejemplo.
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Las explicaciones del gobierno y del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) no han sido suficientes para calmar las preocupaciones por el vertido de más de un millón de toneladas de agua tratada proveniente de la central nuclear de Fukushima, en Japón. La resistencia regional al plan del país nipón, respaldado por un informe del organismo según el cual la estrategia se ajusta a los estándares internacionales de seguridad, se ha traducido en protestas y anuncios de más vetos o barreras comerciales, por ejemplo.
Una de las autoridades que más recientemente se han pronunciado es la de la ciudad semiautónoma de Hong Kong. Su jefe ejecutivo, John Lee, dijo este martes que, de llevarse a cabo el vertimiento de aguas residuales al océano Pacífico, que está previsto para este verano, se prohibirán los productos de “un gran número de prefecturas” japonesas, aunque no especificó qué bienes o de qué regiones. Para él, pese al informe del OIEA, se trata de un ejercicio sin precedentes, por lo que debe primar el principio de precaución.
En todo caso, se trata de la más reciente señal de protesta contra el plan de Japón, después del descontento manifestado incluso por pescadores locales, así como por gobiernos como el de China y el de Corea del Norte. Aunque la administración de Corea del Sur ha dicho que respeta el concepto del OIEA, decenas de sus ciudadanos, incluyendo al partido opositor, han salido a protestar, como se vio el fin de semana durante la visita a Seúl del jefe del organismo internacional, Rafael Grossi.
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Vale la pena recordar que el terremoto y el tsunami de 2011 destruyeron los sistemas de enfriamiento de la central nuclear, lo que produjo que los reactores se sobrecalentaran y terminaran contaminando grandes cantidades de agua con material radiactivo. Diez años después, el gobierno de Japón anunció su plan para liberar el agua tratada (contenida en tanques que están a punto de alcanzar su máxima capacidad), tanto para evitar accidentes como para permitir los trabajos de desmantelamiento de la planta.
Según Associated Press, el operador de la central empezó el lunes a probar los equipos con los que se realizarán las descargas.
La reacción de los vecinos
La semana pasada China anunció que mantendrá la prohibición a las importaciones de alimentos provenientes de 10 prefecturas de Japón, incluyendo la de Fukushima, al tiempo que reforzará los controles sobre las compras externas de alimentos para evitar la presencia de material radiactivo que venga del país nipón.
Corea del Norte, por su parte, expresó: “La justa comunidad internacional no debe sentarse a observar la acción malvada, antihumanitaria y beligerante de la fuerza corrupta que intenta perturbar el hogar de la humanidad del planeta azul, y debe unirse para detenerlos y destruirlos por completo”, en palabras del Departamento de Protección de la Tierra y el Medio Ambiente.
Y aunque la posición oficial de Corea del Sur ha sido de respeto por lo determinado por el OIEA (según el cual “las descargas del agua tratada tendrían un impacto radiológico insignificante para las personas y el medio ambiente”), en las calles la actitud es otra. No son solo las protestas o que sondeos muestren que al 80 % de la población le preocupa el vertimiento, sino, por ejemplo, la compra masiva que se ha visto de productos como la sal y los mariscos.
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Como reportó CNN, “durante el último mes el país ha luchado con una grave escasez de sal marina, ya que los compradores la compran a granel, lo que refleja una mayor ansiedad pública ante la liberación planificada de agua radiactiva tratada de Fukushima, Japón”. A la acumulación también se habrían sumado otros bienes provenientes del mar, como las algas y las anchoas.
Pese a que Grossi estuvo en Japón y Corea del Sur tratando de calmar a las comunidades, la incertidumbre, el rechazo y las protestas continúan frente a un vertimiento que aún tiene su fecha exacta por definir.
Por otro lado, se especula sobre las implicaciones diplomáticas que podría tener el asunto. Christy Lee reportó para la Voz de América que expertos señalan que Pekín “podría usar las protestas contra el vertido de agua en el océano como una herramienta política para separar los lazos renovados entre Seúl y Tokio. Washington considera que los lazos bilaterales entre sus aliados claves son importantes en su esfuerzo por contrarrestar la asertividad regional de China”.
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