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                                                                                                                                  Jorge Ramos: El dictador de Venezuela se gana su título

                                                                                                                                  Este es el texto que escribió el periodista mexicano tras su deportación de ese país, porque a Nicolás Maduro de molestaron las preguntas que le hacía durante una entrevista.

                                                                                                                                  Jorge Ramos, New York Times

                                                                                                                                  Ilustración exclusiva para el texto que escribió Jorge Ramos luego de su expulsión de Venezuela / Adam Maida/The New York Times
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Conseguimos la entrevista a la vieja usanza: llamamos por teléfono y la pedimos. Un productor de Univisión —la cadena de televisión en la que trabajo desde 1984— contactó a Jorge Rodríguez, ministro para la Comunicación y la Información de Venezuela, y le preguntó si Maduro estaba dispuesto a darnos una entrevista. El líder dijo: “Vengan a Caracas”. Y así lo hicimos, con documentos oficiales que nos permitían la entrada al país.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  (Puede leer: Periodistas de Univisión fueron detenidos por el gobierno de Maduro en Venezuela)

                                                                                                                                  Pero no lo fue. La primera pregunta que le hice a Maduro fue si debía llamarlo “presidente” o “dictador”, como le dicen muchos venezolanos. Lo confronté sobre las violaciones a los derechos humanos, los casos de tortura que han sido registrados por Human Rights Watch y sobre la existencia de prisioneros políticos. Cuestioné su aseveración de que había ganado las elecciones presidenciales de 2013 y de 2018 sin fraude y, lo más importante, sus afirmaciones de que Venezuela no atraviesa una crisis humanitaria. Fue en ese momento cuando saqué mi iPad.

                                                                                                                                  El día anterior había grabado con mi celular a tres hombres jóvenes que buscaban comida en un camión de basura en un barrio pobre que se encuentra a minutos del palacio presidencial. Le enseñé esas imágenes a Maduro. Cada segundo del video contradecía su relato oficial de una Venezuela próspera y progresista después de 20 años de Revolución bolivariana. En ese instante, Maduro explotó.

                                                                                                                                  Cuando la entrevista llevaba aproximadamente 17 minutos, Maduro se levantó, intentó bloquear las imágenes de mi tableta de manera absurda y anunció que la conversación se había terminado. “Eso es lo que hacen los dictadores”, le dije.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Alguien gritó que me sacaran de inmediato del palacio presidencial, pero en vez de eso dos miembros de la seguridad del gobierno me llevaron a un cuarto pequeño en donde me ordenaron que les diera mi celular y la contraseña. Estaban preocupados de que hubiera grabado el audio de la entrevista y no querían ninguna filtración. Pero me rehusé a hacerlo.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Un momento después, mi colega María Martínez —una de las mejores productoras del país— fue llevada a la misma habitación en la que estaba yo. Para frustración de los agentes de seguridad, María se las arregló para hacer una llamada fugaz al presidente de Univisión News, quien a su vez le advirtió al Departamento de Estado de Estados Unidos y anunció a muchos medios de comunicación lo que estaba pasando. Después me enteré que el resto de nuestro equipo —cinco empleados de Univisión—, fue conducido a la sala de prensa y luego los sacaron y subieron a un camión del gobierno.

                                                                                                                                  Alguien apagó las luces en nuestra pequeña habitación y entonces un grupo de personas entró y me quitaron a la fuerza mi celular y mi mochila. Revisaron con furia mis pertenencias. Me palparon de pies a cabeza. María pasó por la misma experiencia humillante con una oficial. Pregunté si estábamos detenidos. Dijeron que no, pero aún así no nos dejaron salir de la habitación.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Finalmente nos dijeron a María y a mí que nos uniéramos con nuestros colegas en el camión. Dijeron que querían llevarnos a nuestro hotel, pero, de nuevo, nos rehusamos. En ese momento estábamos preocupados por nuestra seguridad y la posibilidad de que fuéramos llevados a un centro de detención o a algún lugar aún más turbio.

                                                                                                                                  Cuando nos estaban llevando a la calle, Rodríguez nos increpó para reclamarnos sobre la entrevista y el modo en el que la condujimos. Le respondí que nuestro trabajo es plantear preguntas y que nos estaban robando la grabación de la entrevista y nuestro equipo. Para entonces, nos dimos cuenta después, se habían publicado ya las primeras noticias de nuestra detención. Ya no podían mantener el secreto. Eran las 9:30 p.m., dos horas después de que había terminado la conversación con Maduro.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Nuestro conductor, quien había estado esperando todo ese tiempo en uno de los costados de la calle, apareció de manera repentina. A esa altura, las mismas personas que nos habían detenido querían que nos marcháramos. Pronto. Y así lo hicimos.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Nos subimos a nuestro coche y nos volvimos al hotel. Algunos miembros de la agencia de inteligencia venezolana acordonaron el hotel para que no nos escapáramos. Unas horas después, un funcionario de migración nos informó que al día siguiente por la mañana seríamos expulsados del país. Aproximadamente a la 1:00 a.m., una persona que se presentó como “capitán” —uno de los hombres que me habían detenido en el palacio presidencial— vino a mi habitación para devolverme el celular en una bolsa de plástico. Todo su contenido había sido borrado completamente. Asumo que antes de hacerlo hackearon todo lo que pudieron.

                                                                                                                                  (Puede ver además: Así fue la llegada del equipo de Univisión deportado por Maduro a Estados Unidos)

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El lunes vivimos solo una pequeña prueba del acoso y abuso que los periodistas venezolanos han padecido por años. En nuestro equipo hay dos venezolanos —el corresponsal Francisco Urreiztieta y el camarógrafo Edgar Trujillo—, quienes habrían enfrentado riesgos terribles de haberse quedado en su país. Por fortuna, todos regresamos a salvo a Miami, en Estados Unidos. Pero nuestras cámaras y grabaciones de la entrevista se quedaron en Venezuela.

                                                                                                                                  ¿A qué le teme Maduro? Debería permitir que el mundo vea la entrevista. Si no lo hace, solo habrá probado que se está comportando precisamente como un dictador.

                                                                                                                                  * Jorge Ramos es periodista. Es conductor de los programas “Noticiero Univision” y “Al Punto” y autor del libro "Stranger: El desafío de un inmigrante latino en la era de Trump".

                                                                                                                                  c.2019 New York Times News Service

                                                                                                                                  Ilustración exclusiva para el texto que escribió Jorge Ramos luego de su expulsión de Venezuela / Adam Maida/The New York Times
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Conseguimos la entrevista a la vieja usanza: llamamos por teléfono y la pedimos. Un productor de Univisión —la cadena de televisión en la que trabajo desde 1984— contactó a Jorge Rodríguez, ministro para la Comunicación y la Información de Venezuela, y le preguntó si Maduro estaba dispuesto a darnos una entrevista. El líder dijo: “Vengan a Caracas”. Y así lo hicimos, con documentos oficiales que nos permitían la entrada al país.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Pero no lo fue. La primera pregunta que le hice a Maduro fue si debía llamarlo “presidente” o “dictador”, como le dicen muchos venezolanos. Lo confronté sobre las violaciones a los derechos humanos, los casos de tortura que han sido registrados por Human Rights Watch y sobre la existencia de prisioneros políticos. Cuestioné su aseveración de que había ganado las elecciones presidenciales de 2013 y de 2018 sin fraude y, lo más importante, sus afirmaciones de que Venezuela no atraviesa una crisis humanitaria. Fue en ese momento cuando saqué mi iPad.

                                                                                                                                  El día anterior había grabado con mi celular a tres hombres jóvenes que buscaban comida en un camión de basura en un barrio pobre que se encuentra a minutos del palacio presidencial. Le enseñé esas imágenes a Maduro. Cada segundo del video contradecía su relato oficial de una Venezuela próspera y progresista después de 20 años de Revolución bolivariana. En ese instante, Maduro explotó.

                                                                                                                                  Cuando la entrevista llevaba aproximadamente 17 minutos, Maduro se levantó, intentó bloquear las imágenes de mi tableta de manera absurda y anunció que la conversación se había terminado. “Eso es lo que hacen los dictadores”, le dije.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Alguien gritó que me sacaran de inmediato del palacio presidencial, pero en vez de eso dos miembros de la seguridad del gobierno me llevaron a un cuarto pequeño en donde me ordenaron que les diera mi celular y la contraseña. Estaban preocupados de que hubiera grabado el audio de la entrevista y no querían ninguna filtración. Pero me rehusé a hacerlo.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Un momento después, mi colega María Martínez —una de las mejores productoras del país— fue llevada a la misma habitación en la que estaba yo. Para frustración de los agentes de seguridad, María se las arregló para hacer una llamada fugaz al presidente de Univisión News, quien a su vez le advirtió al Departamento de Estado de Estados Unidos y anunció a muchos medios de comunicación lo que estaba pasando. Después me enteré que el resto de nuestro equipo —cinco empleados de Univisión—, fue conducido a la sala de prensa y luego los sacaron y subieron a un camión del gobierno.

                                                                                                                                  Alguien apagó las luces en nuestra pequeña habitación y entonces un grupo de personas entró y me quitaron a la fuerza mi celular y mi mochila. Revisaron con furia mis pertenencias. Me palparon de pies a cabeza. María pasó por la misma experiencia humillante con una oficial. Pregunté si estábamos detenidos. Dijeron que no, pero aún así no nos dejaron salir de la habitación.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Finalmente nos dijeron a María y a mí que nos uniéramos con nuestros colegas en el camión. Dijeron que querían llevarnos a nuestro hotel, pero, de nuevo, nos rehusamos. En ese momento estábamos preocupados por nuestra seguridad y la posibilidad de que fuéramos llevados a un centro de detención o a algún lugar aún más turbio.

                                                                                                                                  Cuando nos estaban llevando a la calle, Rodríguez nos increpó para reclamarnos sobre la entrevista y el modo en el que la condujimos. Le respondí que nuestro trabajo es plantear preguntas y que nos estaban robando la grabación de la entrevista y nuestro equipo. Para entonces, nos dimos cuenta después, se habían publicado ya las primeras noticias de nuestra detención. Ya no podían mantener el secreto. Eran las 9:30 p.m., dos horas después de que había terminado la conversación con Maduro.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Nuestro conductor, quien había estado esperando todo ese tiempo en uno de los costados de la calle, apareció de manera repentina. A esa altura, las mismas personas que nos habían detenido querían que nos marcháramos. Pronto. Y así lo hicimos.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Nos subimos a nuestro coche y nos volvimos al hotel. Algunos miembros de la agencia de inteligencia venezolana acordonaron el hotel para que no nos escapáramos. Unas horas después, un funcionario de migración nos informó que al día siguiente por la mañana seríamos expulsados del país. Aproximadamente a la 1:00 a.m., una persona que se presentó como “capitán” —uno de los hombres que me habían detenido en el palacio presidencial— vino a mi habitación para devolverme el celular en una bolsa de plástico. Todo su contenido había sido borrado completamente. Asumo que antes de hacerlo hackearon todo lo que pudieron.

                                                                                                                                  (Puede ver además: Así fue la llegada del equipo de Univisión deportado por Maduro a Estados Unidos)

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El lunes vivimos solo una pequeña prueba del acoso y abuso que los periodistas venezolanos han padecido por años. En nuestro equipo hay dos venezolanos —el corresponsal Francisco Urreiztieta y el camarógrafo Edgar Trujillo—, quienes habrían enfrentado riesgos terribles de haberse quedado en su país. Por fortuna, todos regresamos a salvo a Miami, en Estados Unidos. Pero nuestras cámaras y grabaciones de la entrevista se quedaron en Venezuela.

                                                                                                                                  ¿A qué le teme Maduro? Debería permitir que el mundo vea la entrevista. Si no lo hace, solo habrá probado que se está comportando precisamente como un dictador.

                                                                                                                                  * Jorge Ramos es periodista. Es conductor de los programas “Noticiero Univision” y “Al Punto” y autor del libro "Stranger: El desafío de un inmigrante latino en la era de Trump".

                                                                                                                                  c.2019 New York Times News Service

                                                                                                                                  Por Jorge Ramos, New York Times

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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