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Las redes sociales se han convertido en un espacio amplio de participación. Con ello, también se ha extendido la circulación de la desinformación, desde noticias falsas creadas con la intención de engañar al público hasta el uso inadecuado de contenidos que aumentan la confusión. La coyuntura actual en Colombia, caracterizada por manifestaciones masivas en contra de las políticas del gobierno de Iván Duque, ha sido un laboratorio para observar el fenómeno desinformativo en redes.
La publicación de videos editados y sacados de contexto, junto con la amplificación de ideas que rozan con la ilegalidad, conviven con información verídica y análisis documentados. En consecuencia, se dificulta el discernimiento sobre lo que realmente ocurre y se propician sesgos de confirmación mediante los cuales se reafirman las creencias propias, dando menos credibilidad a otras alternativas posibles. Entre sus consecuencias negativas, esto ha servido de pretexto para la adopción de medidas excepcionales y el uso excesivo de la fuerza, en detrimento del Estado de derecho.
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Dentro del abanico de herramientas que posibilitan las redes sociales para la confrontación de ideas, algunas estrategias que se han utilizado en otras latitudes han cobrado importancia en el debate virtual colombiano. Una de estas es la realizada por seguidores del pop coreano (K-pop), quienes de manera coordinada se han encargado de modificar las tendencias posicionadas por los grupos de derecha más radical. Con ese norte, ingresaron a Colombia para hacer frente a los hashtags que apoyan los discursos oficiales en contra de las protestas sociales ocurridas desde el 28 de abril.
En respuesta a ello, en días pasados el Ministerio de Defensa calificó el accionar de los seguidores de K-pop como un ataque vía manipulación de hashtags creados -según la misma cartera- de manera transparente con el propósito de dialogar en redes sociales. Dichas declaraciones invitar a preguntar cómo se entiende la transparencia en los métodos usados en redes sociales y cómo estas sirven de espacio para el diálogo. Tildar las tácticas empleadas por los K-popers como un ataque en detrimento del diálogo resulta, cuanto menos, exagerado.
Esta subcultura comenzó a ser visible en redes debido a su actividad durante la elección y entrega de premios musicales. No obstante, ha ampliado sus márgenes de acción al activismo político digital. Uno de sus éxitos más reconocidos se dio en el rally de Donald Trump en Tulsa durante la campaña presidencial de 2020, en el que reservaron un alto porcentaje de las entradas y no asistieron, logrando reducir de manera significativa la afluencia al evento.
Adicionalmente han conseguido desechar aplicaciones móviles de la policía y bloquear páginas de pornografía y de ideas en contra de las minorías. Su protagonismo digital también tuvo lugar en las protestas #BlackLivesMatters, en las que consiguieron eliminar la tendencia en Twitter #WhiteLivesMatters que se proponía como contrapeso a la primera. ¿Cómo lo hicieron? El actuar de los K-popers se basa en infiltrar la tendencia a eliminar, publicándola en grandes cantidades sin contenido relacionado con el tema tratado, sino con imágenes de sus artistas favoritos. Ello, aunque resulta beneficioso para la tendencia porque la ubica en los primeros lugares de tops nacionales y mundiales, dificulta la interacción con la misma pues no se encuentran, fácilmente, publicaciones que aborden el asunto buscado. Mientras tanto el algoritmo de Twitter cataloga la tendencia como un tema de K-pop o musical y no como político. Cuando esto se logra, los K-popers proceden a denunciar la tendencia como spam a lo que la red social, viendo que el contenido no es correspondiente, termina por eliminarla.
Precisamente, así es que esta subcultura se ha encargado de eliminar las tendencias a favor del Gobierno durante las manifestaciones en Colombia, lo que ameritó el calificativo de “ataques no transparentes” por parte del Ministerio de Defensa. Con lo anterior en mente nos dimos a la tarea de explorar a profundidad la distribución de los hashtags en Twitter a favor del supuesto diálogo transparente que había sido atacado por los seguidores del K-pop en el país, tales como #YoApoyoAMiPolicía, #YoApoyoAlEsmad y #YoProtejoMiPais.
Para nuestro análisis, empleamos una de las metodologías que se ha desarrollado dentro de un proyecto de mayor envergadura con el tanque de pensamiento estadounidense Global Americans, dedicado a la detección y análisis de desinformación en América Latina proveniente de estados extrarregionales. Del hashtag #YoApoyoMiPolicía logramos recolectar información antes y después de ser infiltrado por los K-popers con el objetivo de identificar las características de la distribución transparente a la que se refirió el Ministerio. En las imágenes a continuación se pueden ver ambos momentos: el primero de ellos cuando el hashtag se ubicaba como tendencia en Colombia con más de 2.000 trinos y el segundo cuando la tendencia fue catalogada con K-pop como su temática, ya con más de 8.600 trinos.
Los hallazgos del primer momento son los que resultan reveladores, ya que dan cuenta de un comportamiento inorgánico por parte de algunos usuarios que respaldan al Gobierno. Es decir, se trata de una actividad irregular que intenta viralizar contenidos específicos mediante ritmos de publicación elevados que no son equiparables a los del uso normal señalados por la misma plataforma. Ello recalca la incoherencia de las acusaciones emitidas por el Ministerio de Defensa, puesto que la “transparencia” por la que aboga no aplica, aparentemente, a la distribución y amplificación de aquellos mensajes favorables al Estado colombiano.
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El hashtag analizado también nos permitió confirmar que quienes se encargaron de reproducirlo fueron perfiles de instituciones y personas adscritos a la fuerza policial además de la concejal de Bogotá, Lucía Bastidas. Sin embargo, dicha reproducción cobró fuerza gracias a otros usuarios, algunos de los cuales llaman la atención por sus características específicas, incluyendo el uso de seudónimos y los contenidos, pues dichos elementos son propios de perfiles no operados por identidades reales. A su vez, no tienen un comportamiento orgánico en Twitter, ya que su volumen de publicaciones recientes supera los 1.000 trinos semanales y estas se limitan a la defensa del Gobierno o el ataque a los sectores de izquierda.
En resumen, las estrategias empleadas en el debate virtual para posicionar enunciados como “Yo Apoyo A Mi Policía” no varían mucho de las ejecutadas por los K-popers. La diferencia radica en la coordinación y la cantidad de usuarios involucrados. Lo anterior sugiere que la transparencia en redes sociales es algo borrosa. Por ello, resulta necesario investigar los comportamientos habituales en plataformas como Twitter antes de hacer señalamientos como los que realizó el Ministerio de Defensa. De lo contrario, se podría caer en un ridículo similar al ocurrido en Chile durante las movilizaciones sociales de 2019, en las que un informe de inteligencia basado en big data fue utilizado para “comprobar” que los seguidores del K-pop y otros actores extranjeros estaban detrás de las protestas.
Peor aún, en un contexto como el de Colombia en el que el discurso oficial ha tildado a manifestantes civiles de “vándalos” la tergiversación de los contenidos informativos en Twitter puede atizar la polarización y el odio, traduciéndose en (más) sangre derramada. Varios son los casos documentados en los que la fuerza pública se ha excedido en su actuar, transgrediendo los límites de la legalidad y minando así los principios rectores de la democracia. La ligereza gubernamental en sus acusaciones sobre la subcultura K-pop fija un precedente peligroso por la narrativa general que posibilita sobre las redes sociales y las represalias adoptadas frente a quienes han sido definidos como “enemigos”.