Kagame, el hombre que convirtió a Ruanda en una controvertida potencia africana
Bajo la bandera de la unidad, el líder ruandés logró trasformar un país golpeado por el asesinato de casi un millón de miembros del pueblo tutsi. A pesar de sus resultados, Kagame ha desarrollado políticas fuertemente cuestionadas que son base del protagonismo que tiene hoy el país de África Oriental.
Hugo Santiago Caro
Durante los 30 años que han pasado del genocidio en Ruanda, el nombre de Paul Kagame ha estado involucrado con el poder de la nación de África Oriental. Primero como vicepresidente y luego, en los últimos 24 años, como mandatario.
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Durante los 30 años que han pasado del genocidio en Ruanda, el nombre de Paul Kagame ha estado involucrado con el poder de la nación de África Oriental. Primero como vicepresidente y luego, en los últimos 24 años, como mandatario.
Kagame, de 66, hizo carrera primero como militar y fue entrenado en Estados Unidos. Además adquirió experiencia en batalla combatiendo en conflictos internos de Uganda, antes de ser uno de los fundadores del Frente Patriótico Ruandés (FPR), la organización política y militar fundada en el exilio por parte de tutsis militantes con la promesa de derrocar al régimen hutu de Juvenál Habyarimana.
Se trató de una promesa cumplida de forma extraña, pues no fue el FPR el que derrocó a Habyarimana, pero sí aquellos que expulsaron al régimen hutu extremista que, durante tres meses, ejecutó el genocidio de más de 800.000 miembros de la población tutsi en el país.
De este hecho, la finalización del genocidio tutsi, parten varios pilares del régimen de Kagame, lo que podría llamarse su éxito, y también una serie de políticas gubernamentales que han dejado ver costuras cuestionables en una gestión que, sin duda, transformó a Ruanda y le dio la identidad y el papel internacional que hasta el día de hoy sigue ocupando.
Con la expulsión de los hutus genocidas, simultáneamente se dio la salida de más de un millón y medio de miembros de esta población, perpetradores o no, del país. Todos partieron inicialmente hacia el Zaire, territorio que hoy conocemos como la República Democrática del Congo. Kagame, de cierta forma, continuó combatiendo a los rebeldes hutus, por lo que las fuerzas ruandesas han intervenido en diferentes períodos durante los últimos 30 años en territorio congoleño, involucrándose hasta el día de hoy en conflictos internos de su vecino país.
Aymeric Durez, docente de la Pontificia Universidad Javeriana, menciona que hubo un momento de buena relación entre el régimen de Kagame y su vecino, específicamente con el ascenso de Laurent-Désiré Kabila al poder en 1997, pero rápidamente, en 1998, hubo un divorcio entre ambos países que terminó en la segunda guerra de República Democrática del Congo, entre 1998 y 2002.
“Es una historia que nunca ha acabado. Ruanda tiene presencia y alianzas con grupos congoleños, y, en la actualidad, efectivamente, hay un apoyo, como ha sido comprobado por informes de la ONU, a grupos guerrilleros como el M23, lo que provoca una fuerte tensión con el Gobierno de la República Democrática del Congo”, añade. “Ruanda enfrenta esta presencia militar con un montón de condenas por parte de Estados Unidos y Francia, pero la justificación de aún no reconocer oficialmente su presencia militar es decir que todavía existen que tienen relación con los antiguos genocidas del Frente de Liberación de Ruanda (FDLR). Es una manera de siempre encontrar un pretexto para justificar la acción”.
Durez coincide en que detrás de esta tensión geopolítica también hay intereses económicos que Ruanda ha desarrollado a lo largo de los años. RD Congo es un territorio rico en minerales y la presunta presencia en este país le garantiza cierto control gracias a las alianzas con estos grupos insurgentes.
Es pertinente apuntar que el sector mineral es uno de los pilares que encontró el régimen de Kagame para hacer crecer la economía de Ruanda durante sus 24 años en el poder. Esto, sumado a una fuerte asesoría militar a otros países africanos que se encuentran enfrentando conflictos bélicos.
“Ruanda está presente en la República Centroafricana en la misión de la ONU y de manera bilateral con soldados que apoyan al Gobierno de la República Centroafricana en contra de grupos rebeldes. Además, brinda ayuda a Mozambique y a otros Estados del continente, lo que influye en su impacto político en África”, continúa Durez.
Esta influencia le ha valido a Kagame ser partidario de una iniciativa Panafricana que lo llevó a presentar en 2017 el Informe Kagame ante la Unión Africana, que incluía una serie de reformas para el organismo continental que a la postre terminó dirigiendo entre 2018 y 2019, siendo reemplazado por Abdelfatah El Sisi, presidente de Egipto.
Aunque sin una confrontación directa, la Ruanda de Kagame en su ascenso como líder en África ha llegado a estar enfrentada en posiciones con otras potencias del continente como Sudáfrica, que tradicionalmente ha contado con protagonismo, y hoy en día apoya al gobierno de RD Congo en su lucha contra los rebeldes y contra el M23, el grupo que, según los informes de la ONU, respalda Kagame.
Fuera de África
Una de las premisas del FPR y su presidente ha sido privilegiar la efectividad y la unidad por encima de la democracia. Al asumir, tenían la tarea urgente de unir una sociedad que había quedado destrozada por el genocidio y que antes de eso había pasado toda su historia como nación en medio de extremismos políticos que incentivaron la división entre hutus y tutsis.
Por ello, con la reforma constitucional de 2003, además de eliminar de manera definitiva los distintivos étnicos como asunto legal y promover la unidad bajo una sola bandera, la ruandesa, se estableció que al menos el 30 % de los escaños parlamentarios debían ser ocupados por mujeres. Estos logros, junto con el éxito económico, mineral y militar, contribuyeron a que la aceptación de Kagame sea considerable hasta el día de hoy, mientras busca su cuarta reelección en julio de 2024.
A esto se le suma que el régimen impulsó los tribunales comunitarios que buscaron establecer justicia tras los hechos del genocidio, creando los gacaca (tribunales comunitarios), que siguieron la forma tradicional de resolución de conflictos en Ruanda. Estos funcionaron a partir de 2005 y operaron de manera independiente a los tribunales internacionales establecidos en Tanzania desde 1994.
“Esta política institucional ha sido criticada por aspectos como la falta de libertad de prensa y los límites impuestos a la creación de partidos de oposición, en nombre de la unidad, el consenso y una visión que sostiene que una democracia muy abierta podría provocar divisiones y violencia como las del pasado. Adoptan un sistema democrático más limitado y restringido en aras de la unidad y la prioridad dada al desarrollo económico y la eficacia. Es decir, el argumento del FRP es privilegiar los resultados obtenidos, como la reducción de la pobreza, la mortalidad infantil y la lucha contra la corrupción, sobre una mayor apertura política”, explica Durez.
Todo lo anterior ha hecho que Ruanda reciba incentivos económicos internacionales para superar la tragedia del genocidio y que, además, sea un atractivo para potencias mundiales para llevar a cabo negocios. Tal es el caso de Reino Unido, que desde la era del primer ministro Boris Johnson ha negociado con Kagame la posible llegada de vuelos con migrantes expulsados que buscan llegar a suelo británico.
“Kagame siempre ha buscado tener influencia en una política ambiciosa a nivel internacional (...) podemos interpretarlo como un intento de Ruanda para ganar apoyo del Reino Unido y evitar críticas, al menos desde esa nación, respecto al intervencionismo militar en la República Democrática del Congo. Hay una clara tensión diplomática, política y económica detrás de esta decisión”, analiza Durez.
Sin embargo, este proyecto británico ha tenido mil líos que merecen un análisis especial. Pero, a grandes rasgos, así analiza Javier Sajuria, docente de Queen Mary University of London, la posición de Ruanda ante Reino Unido: “Hay que entender cómo operan estas definiciones de violaciones a los derechos humanos respecto a los derechos humanos en el caso de Ruanda. El Reino Unido hoy día recibe refugiados, personas que están buscando refugio porque se consideran perseguidos políticos en Ruanda y, por lo tanto, no sienten que su vida esté segura allí. Aun así, el gobierno británico está promoviendo la idea de enviar personas que vienen refugiadas de Siria, con un régimen especial, pero principalmente gente que viene de África o del Medio Oriente como refugiados al Reino Unido y están considerando mandarlos a Ruanda, que es un país que reconocen como fuente de refugiados también. Es decir, hay un problema práctico”.
Este es un acuerdo que sigue teniendo sus propios problemas dentro de Reino Unido, pues el Supremo británico ha cuestionado las garantías de DD. HH. que brinda Ruanda para los refugiados, lo que dilata aún más este acuerdo y con él, las posibilidades de Kagame de asentarse como un aliado de las potencias europeas.
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