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Utilizada como símbolo propagandístico contra la brutalidad del Ejército estadounidense, Kim Phuc, la llamada niña del napalm es, 50 años después de que fuera tomada su icónica foto corriendo desnuda, un personaje incómodo para el régimen vietnamita por la manera en que huyó del país en busca de libertad.
La foto de la pequeña Kim Phuc llorando dolorida por el napalm que corroía su piel aquel 8 de junio de 1972 se puede contemplar hoy en el Museo de la Guerra de Ho Chi Minh (antigua Saigón), donde se exhiben las atrocidades cometidas por los soldados estadounidenses, pero durante veinte años la imagen más icónica del conflicto estuvo desaparecida.
La fotografía era una de las más destacadas del museo en los años 80, cuando, según cuenta la escritora canadiense Denise Chong en el libro “La niña de la foto”, la propia Kim Phuc se sorprendió al toparse con ella en el recinto, pero desapareció después de que Phuc huyera de Vietnam y pidiera asilo en Canadá en 1992.
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La imagen tardó más de dos décadas en regresar al museo: lo hizo en 2013 de la mano de su autor, Nick Ut, que la donó en uno de sus múltiples viajes a su Vietnam natal, donde algunas heridas de la guerra siguen abiertas, pero ya no supuran tanto. El texto que acompaña la fotografía en el museo refleja bien la incomodidad de las autoridades vietnamitas: habla de la niña de 9 años Phan Thi Kim Phuc “desesperadamente quemada” por el napalm, del ataque estadounidense sobre la aldea de Trang Bang, donde ella vivía, y de los premios recibidos por Ut, pero no dice nada de la mujer en que se convirtió aquella niña.
La prensa vietnamita, que apenas menciona el 50 aniversario de la foto en los últimos días, suele ir algo más lejos al señalar que Phuc, de 59 años, vive en Canadá con su familia, sin mencionar su traumática salida del país ni sus padecimientos por haberse convertido en un arma propagandística del régimen.
Ser médica, un sueño frustrado
Durante la fase final de la guerra, terminada en 1975, y los duros años de la posguerra, Phuc continuó viviendo su infancia y adolescencia en su aldea de Trang Bang con la normalidad que le permitía la precaria situación económica de su familia y los dolores que ha arrastrado toda su vida por las abrasiones en la piel.
Soñaba con convertirse en doctora y a los 19 años, diez años después de que fuera tomada la imagen, comenzó sus estudios de Medicina en la antigua Saigón, ya rebautizada como Ciudad Ho Chi Minh, a 50 kilómetros de su aldea. Fue entonces cuando la fotografía que ya tenía casi olvidada volvió a su vida: tras una dura posguerra, el régimen vietnamita se fue abriendo a periodistas extranjeros y sus líderes se dieron cuenta de que la joven Phuc era un arma propagandística poderosa para mostrar las secuelas de la brutalidad estadounidense.
Los dirigentes comunistas de su provincia la empezaron a requerir para atender a los reporteros y se vio obligada a faltar a clase varias veces por semana para ir a su aldea y mostrar a los medios foráneos “el lugar del crimen”. Chong cuenta en su libro cómo después de los primeros encuentros, un dirigente local la reprendía por hablar de las penurias económicas que vivía el país y le ordenaba que se limitara a hablar del sufrimiento infligido por aquel ataque y del optimismo del Vietnam de entonces.
Aquel ir y venir constante de la ciudad a su aldea por carreteras sin asfaltar la obligaba a faltar a clase varias veces a la semana y terminó por hacer imposible su sueño de convertirse en médica. Abandonó los estudios “por problemas de salud”, según la versión que se vio obligada a ofrecer ante los medios. Probó con estudios de Inglés, menos exigentes, pero sus profesores no eran flexibles con sus ausencias forzosas para viajes propagandísticos y entrevistas a medios, por lo que también tuvo que abandonar.
Huida a Canesesperada al ver que su vida no estaba en sus manos, pidió ayuda al primer ministro de entonces, Pham Van Dong, un hombre cuyo poder iba menguando pero que, por la amistad que se formó entre ellos, la ayudó a viajar a Cuba en 1986 para estudiar Español y Farmacología.
Sin embargo, Phuc sabía que el paréntesis cubano tendría un final y que, como cuenta Denise Chong, “una vez de vuelta en Vietnam estaría más firmemente sujeta por el régimen”. ”Se dijo a sí misma que ‘ellos’ tomarían las decisiones en su vida, antes de que ella misma las conociera, si es que las llegaba a conocer”, cuenta la escritora en su libro, para cuya preparación entrevistó a Phuc durante decenas de horas.
En Cuba, Phuc se casó con su novio, Toan, un joven vietnamita al que conoció allí y consiguió que las autoridades les permitieran viajar a Moscú para su luna de miel, un viaje que se convirtió en la llave para escapar del país. Durante una escala técnica en Canadá para regresar a Cuba, vio la oportunidad y pidió asilo político junto a Toan, un paso previo a la ciudadanía de la que hoy disfruta.
Tres décadas después de su huida, Phuc ha podido regresar en alguna ocasión de manera discreta a su Vietnam natal, uno de los pocos países donde el aniversario de la foto y el momento que cambió su vida pasa sin pena ni gloria.
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