¿La paz está cerca? Los afganos, más esperanzados que nunca por un acuerdo
Este sábado, los talibanes y el gobierno de Estados Unidos y el de Afganistán firmarán un acuerdo significativo que dará paso a los anhelados diálogos para ponerle fin a al guerra en el país.
Baber Khan Sahel - EFE
La firma este sábado de un acuerdo entre los talibanes y Estados Unidos es visto por muchos afganos como un paso esperanzador para poner fin a casi dos décadas de guerra, aunque también despierta temores entre una parte de la población, sobre todo las mujeres, que ve peligrar sus derechos con el regreso de los insurgentes.
El acuerdo supondrá la retirada gradual de las tropas extranjeras y abrirá el camino para que finalmente los talibanes y el Gobierno afgano comiencen un proceso de conversaciones que culmine en la ansiada paz.
"¿Por qué no debería estar feliz por la paz? Estoy tan emocionado como una persona que espera (la llegada de) Eid (Fiesta del Sacrificio)", dijo a Efe Muqamuddin, que perdió a su padre y a dos hermanos en las consecutivas guerras que arrasado Afganistán durante los últimos 40 años.
"No creo que haya una sola persona en Afganistán que no esté feliz por la paz", añadió sonriendo junto a su casa, en la ladera de una colina a las afueras de Kabul.
Este octogenario, natural del distrito de Sayed Abad, un conflictivo territorio de la provincia central de Maidan Wardak, siente que se encuentra ya "al borde de la muerte", y que su "único deseo por cumplir es ver la paz antes de cerrar los ojos para siempre", reveló el anciano, tembloroso, rodeado de sus nietos. Le recomendamos: El Espectador le explica: las mentiras de EE. UU. sobre la guerra en Afganistán
Los anhelos de este hombre son similares a los de muchos otros afganos que ven en este proceso la única vía para acabar con la guerra.
"Estoy muy feliz y optimista de que finalmente habrá paz, y todos podremos vivir tranquilos", dijo, por su parte, a Efe el kabulí Shah Wali, de 47 años, que durante gran parte de su vida sólo ha conocido la guerra.
El conflicto se ha cobrado la vida de varios de sus familiares y amigos, y él mismo se convirtió en una víctima cuando a los 8 años perdió un dedo durante una explosión.
Wali forma parte del 80 por ciento de los afganos que cree que la guerra podría terminar con un acuerdo político, frente al 20 por ciento que todavía piensa que la guerra es la única solución para lograr la paz, según el estudio "La percepción de la paz del pueblo afgano", publicada el mes pasado por Instituto de Estudios de Guerra y Paz (IWPS), una organización sin fines de lucro con sede en Kabul.
Además, a diferencia de otros muchos afganos, no teme el eventual regreso de los talibanes al poder, incluso si el grupo vuelve a recurrir a su dura interpretación del islam, como sucedió durante el régimen insurgente entre 1996 y 2001, año en el que fueron derrocados a raíz de la invasión estadounidense.
"No temo a los cambios, (...) me alegrará que exista un sistema islámico y que todas nuestras leyes sean acordes a la sharía" o ley islámica, comentó a Efe este padre de ocho hijos, que trabaja en una panadería capitalina. Pero a diferencia de Wali, hay quienes todavía ven con desconfianza un acuerdo con los talibanes y el posible regreso de su estricta interpretación del islam.
"Estoy feliz por la paz, pero temo por los derechos de las mujeres, derechos de trabajo, derechos de educación y otras libertades, para que no sean arrebatados nuevamente por los talibanes", dijo a Efe Zeeba, que a sus 34 años tiene ocho hijos.
Zeeba es una vendedora ambulante de comida, un empleo que obtuvo gracias a una cocinilla móvil de tres ruedas que consiguió a través de un programa de subvenciones financiado por la ONU para empoderar a las mujeres afganas.
Para ella, que teme el fin de su libertad e independencia con los talibanes -que cuando estaban en el poder prohibieron a las mujeres trabajar y las obligaban a permanecer recluidas en sus casas-, el Gobierno "no debería aceptar que estos derechos se reviertan o se pierdan nuevamente durante las conversaciones de paz", dijo.
"Como mujer, necesito trabajar y ganar dinero para mi familia, definitivamente necesitamos la paz, pero también necesitamos un pedazo de pan y nuestras hijas necesitan ir a la escuela, de lo contrario serán analfabetas como yo y tendrán que vender comida en la calle", explica la mujer, que gana alrededor de 4 dólares diarios.
Aunque, al igual que la mayoría, reconoce que está cansada de la guerra y cree que "la paz finalmente debería llegar".
"Espero que dejemos de ser testigos de atentados suicidas, de las incontables muertes de jóvenes en esta guerra", deseó la joven madre, antes de añadir que los últimos seis días han sido el periodo en el que se ha sentido más segura en los últimos 18 años.
Desde la medianoche del pasado sábado, los afganos han experimentado una reducción significativa de la violencia como parte de un acuerdo entre los insurgentes y las fuerzas gubernamentales y extranjeras, requisito para que mañana, después de casi dos décadas de guerra, llegue la ansiada firma que acerca la paz a Afganistán.
La firma este sábado de un acuerdo entre los talibanes y Estados Unidos es visto por muchos afganos como un paso esperanzador para poner fin a casi dos décadas de guerra, aunque también despierta temores entre una parte de la población, sobre todo las mujeres, que ve peligrar sus derechos con el regreso de los insurgentes.
El acuerdo supondrá la retirada gradual de las tropas extranjeras y abrirá el camino para que finalmente los talibanes y el Gobierno afgano comiencen un proceso de conversaciones que culmine en la ansiada paz.
"¿Por qué no debería estar feliz por la paz? Estoy tan emocionado como una persona que espera (la llegada de) Eid (Fiesta del Sacrificio)", dijo a Efe Muqamuddin, que perdió a su padre y a dos hermanos en las consecutivas guerras que arrasado Afganistán durante los últimos 40 años.
"No creo que haya una sola persona en Afganistán que no esté feliz por la paz", añadió sonriendo junto a su casa, en la ladera de una colina a las afueras de Kabul.
Este octogenario, natural del distrito de Sayed Abad, un conflictivo territorio de la provincia central de Maidan Wardak, siente que se encuentra ya "al borde de la muerte", y que su "único deseo por cumplir es ver la paz antes de cerrar los ojos para siempre", reveló el anciano, tembloroso, rodeado de sus nietos. Le recomendamos: El Espectador le explica: las mentiras de EE. UU. sobre la guerra en Afganistán
Los anhelos de este hombre son similares a los de muchos otros afganos que ven en este proceso la única vía para acabar con la guerra.
"Estoy muy feliz y optimista de que finalmente habrá paz, y todos podremos vivir tranquilos", dijo, por su parte, a Efe el kabulí Shah Wali, de 47 años, que durante gran parte de su vida sólo ha conocido la guerra.
El conflicto se ha cobrado la vida de varios de sus familiares y amigos, y él mismo se convirtió en una víctima cuando a los 8 años perdió un dedo durante una explosión.
Wali forma parte del 80 por ciento de los afganos que cree que la guerra podría terminar con un acuerdo político, frente al 20 por ciento que todavía piensa que la guerra es la única solución para lograr la paz, según el estudio "La percepción de la paz del pueblo afgano", publicada el mes pasado por Instituto de Estudios de Guerra y Paz (IWPS), una organización sin fines de lucro con sede en Kabul.
Además, a diferencia de otros muchos afganos, no teme el eventual regreso de los talibanes al poder, incluso si el grupo vuelve a recurrir a su dura interpretación del islam, como sucedió durante el régimen insurgente entre 1996 y 2001, año en el que fueron derrocados a raíz de la invasión estadounidense.
"No temo a los cambios, (...) me alegrará que exista un sistema islámico y que todas nuestras leyes sean acordes a la sharía" o ley islámica, comentó a Efe este padre de ocho hijos, que trabaja en una panadería capitalina. Pero a diferencia de Wali, hay quienes todavía ven con desconfianza un acuerdo con los talibanes y el posible regreso de su estricta interpretación del islam.
"Estoy feliz por la paz, pero temo por los derechos de las mujeres, derechos de trabajo, derechos de educación y otras libertades, para que no sean arrebatados nuevamente por los talibanes", dijo a Efe Zeeba, que a sus 34 años tiene ocho hijos.
Zeeba es una vendedora ambulante de comida, un empleo que obtuvo gracias a una cocinilla móvil de tres ruedas que consiguió a través de un programa de subvenciones financiado por la ONU para empoderar a las mujeres afganas.
Para ella, que teme el fin de su libertad e independencia con los talibanes -que cuando estaban en el poder prohibieron a las mujeres trabajar y las obligaban a permanecer recluidas en sus casas-, el Gobierno "no debería aceptar que estos derechos se reviertan o se pierdan nuevamente durante las conversaciones de paz", dijo.
"Como mujer, necesito trabajar y ganar dinero para mi familia, definitivamente necesitamos la paz, pero también necesitamos un pedazo de pan y nuestras hijas necesitan ir a la escuela, de lo contrario serán analfabetas como yo y tendrán que vender comida en la calle", explica la mujer, que gana alrededor de 4 dólares diarios.
Aunque, al igual que la mayoría, reconoce que está cansada de la guerra y cree que "la paz finalmente debería llegar".
"Espero que dejemos de ser testigos de atentados suicidas, de las incontables muertes de jóvenes en esta guerra", deseó la joven madre, antes de añadir que los últimos seis días han sido el periodo en el que se ha sentido más segura en los últimos 18 años.
Desde la medianoche del pasado sábado, los afganos han experimentado una reducción significativa de la violencia como parte de un acuerdo entre los insurgentes y las fuerzas gubernamentales y extranjeras, requisito para que mañana, después de casi dos décadas de guerra, llegue la ansiada firma que acerca la paz a Afganistán.