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Facebook ha estado en el ojo del huracán desde hace tiempo por diferentes motivos, pero la profundidad de sus efectos negativos en la sociedad posiblemente hasta ahora están saliendo a la luz. En Estados Unidos, por ejemplo, Donald Trump vendió durante todo su mandato la teoría de un enemigo externo que estaba intentando penetrar las redes sociales para influir en la política local. La gravedad del hecho es indiscutible, pero una investigación del periódico británico The Guardian, publicada esta semana, pone sobre la mesa puntos claves en la discusión alrededor de la red social.
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El primero es que la gran amenaza digital para engañar y manipular políticamente a la población ya no solo viene de afuera, sino desde las entrañas de los gobiernos locales. El segundo es que Facebook habría puesto la lupa únicamente sobre los problemas que tiene su plataforma en países ricos, lo cual supondría la consolidación de un sistema tecnológico mundial que aumenta la desigualdad a través de sus algoritmos.
En la investigación, The Guardian estableció que Facebook permitió en repetidas ocasiones que los líderes y políticos mundiales utilizaran la plataforma para engañar al público, a pesar de haber recibido alertas sobre las irregularidades. “Facebook ha permitido grandes abusos de su plataforma en países pobres, pequeños y no occidentales para priorizar el abordaje de abusos que atraen la atención de los medios o afectan a EE. UU. y a otros países ricos”, dice el diario.
El gigante tecnológico resolvió casos graves de manipulación política en Corea del Sur, Taiwán, Polonia y Estados Unidos, pero avanzó muy poco, o casi nada, en Afganistán, Irak, Mongolia, México y gran parte de América Latina, de acuerdo con el diario. “Facebook está causando mucho daño y no responde por él, porque considera que no afecta las relaciones públicas de la empresa”, dijo Sophie Zhang, excientífica de datos de esta red social a The Guardian.
¿Un ejemplo? En 2018, Zhang descubrió que el personal del presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, reelegido en unos comicios cuestionados y señalado hace unas semanas de colaborar con un narcotraficante para ingresar droga a Estados Unidos, impulsó el contenido de la página de Hernández en Facebook con cientos de miles de “me gusta” falsos. Suena simple, pero si lo pensamos en grandes proporciones, esa cantidad de comentarios, publicaciones o me gusta pueden manipular a los electores y distorsionar el debate público. El gigante tecnológico tardó casi un año en eliminar la red de Honduras; estamos hablando de 181 cuentas y 1.488 páginas de la plataforma que estaban involucradas en actividades no auténticas coordinadas. Fueron más de US$23.000 gastados en anuncios de la red social pagados en dólares y lempiras hondureñas. Todo para impulsar la imagen de Hernández.
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“No hay duda de que Facebook tiene un profundo efecto en el mundo político. Impulsa la polarización, amplifica la desinformación y permite a los candidatos políticos mentir impunemente sin comprobar los hechos. También se doblega regularmente ante los gobernantes para evitar una regulación significativa. Como acabamos de ver en los informes sobre Turquía, Facebook permitió que el país censurara las opiniones contrarias. Esto viene de una empresa que se esconde detrás de un argumento de ‘libertad de expresión’ en EE. UU. para evitar tener que moderar a escala. Si esto continúa, y lo hará, Facebook conducirá a una mayor erosión de la democracia en todo el mundo y a una mayor desigualdad en general”, dijo Matt Rivitz, fundador de la organización Sleeping Giants, a El Espectador.
Algo similar explica Ulrike Reisach, profesora en el Departamento de Gestión de la Información de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Neu-Ulm: “La captura y la minería de datos, sumado a la publicidad conductual, son actividades típicas de las empresas de redes sociales. La consecuencia para las democracias es que los medios impulsados por el mercado tienden a favorecer a los anunciantes y consumidores sobre los ciudadanos”.
¿Cómo los políticos y sus asesores logran inmiscuirse en la red? The Guardian explica que existe un vacío legal en el gigante tecnológico que permite a los líderes mundiales engañar y acosar a sus ciudadanos. “La compañía requiere que las cuentas de usuario sean auténticas y prohíbe que los usuarios tengan más de una, pero no tiene reglas comparables para las páginas”, explica el diario. En pocas palabras, una página de Facebook es la presencia digital de un negocio, por ejemplo, y no tiene las mismas restricciones que un perfil personal; pueden hacer muchas de las mismas interacciones que las cuentas, incluyendo dar me gusta, compartir y comentar.
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Por ejemplo, uno de los administradores de la página oficial de Hernández en Facebook también estaba administrando cientos de otras páginas que se habían configurado para simular cuentas de usuario. “El miembro del personal usó las páginas ficticias para entregar me gusta falsos a las publicaciones de Hernández, el equivalente digital de viajar en autobús en una multitud falsa para un discurso”, se lee en la publicación del diario.
Contrario a lo que menciona la excientífica de datos, el gigante tecnológico dice que rastrea “agresivamente” el abuso dentro de la plataforma. “Hemos eliminado más de 100 redes de comportamiento no auténtico coordinado. Aproximadamente la mitad de ellas eran redes nacionales que operaban en países de todo el mundo, incluidos los de América Latina, Oriente Medio y África del norte, y en la región de Asia Pacífico”, dijo Liz Bourgeois, portavoz de Facebook, al diario británico. Incluso, la plataforma hace un informe mensual sobre el comportamiento no auténtico coordinado, al tiempo que elimina cuentas y páginas falsas.
La solución y el actuar de la compañía son válidos, pero llegan tarde y siembran dudas sobre problemas futuros. Facebook dijo que bloqueó 4.500 millones de cuentas en los primeros nueve meses de 2020. “Esa cantidad equivale a casi el 60 % de la población mundial. Es alucinante, y también está inflado”, escribió el periodista de The New York Times Jack Nicas, quien agregó que el número de cuentas falsas procesadas está muy sesgado por ataques simplistas. Una explicación similar la dio Alex Stamos, exdirector de seguridad de la información de Facebook: “Si un actor malo y poco sofisticado intenta montar un ataque y crear cien millones de cuentas falsas, y las eliminamos tan pronto como se crean, son cien millones de cuentas falsas procesadas. Pero nadie está expuesto a estas cuentas y, por lo tanto, no hemos evitado ningún daño a nuestros usuarios”.
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¿Cómo saber realmente cuál es la dimensión del problema? La prevalencia de cuentas falsas es una métrica reveladora. “Facebook estima que el 5 % de sus perfiles son falsos, o más de 90 millones de cuentas, una cifra que no ha cambiado en más de un año”, se lee en la publicación de Nicas.
El problema no es nuevo, y no solo pasa en Facebook. Los bots, es decir, cuentas programadas para publicar determinados mensajes de forma automática, han estado sesgando las discusiones en las redes sociales durante años: aproximadamente una quinta parte de todos los trinos sobre las elecciones presidenciales de EE. UU. en 2016 fueron publicados por bots, al igual que cerca de un tercio de todos los trinos sobre la votación del Brexit, según datos publicados por el profesor de Harvard Bruce Schneier en The Atlantic.
“Todos estamos en medio de un nuevo experimento social”, escribió Schneier. De ahí que la preocupación de Zhang es que no se tomen cartas en el asunto en países con democracias particularmente frágiles.
“El público comenzó a comprender que el negocio de publicidad política de Facebook es una forma de alquilar las capacidades de la compañía para microsegmentar a los usuarios, manipularlos y sembrar el caos, girando toda la máquina solo unos pocos grados desde los objetivos comerciales a los políticos”, dijo Shoshana Zuboff, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard.