La última lección de liderazgo de Jacina Ardern, ¿cuál es su legado?
La amabilidad marcó el gobierno de Jacinda Ardern y la convirtió a ella en un ícono global de la izquierda. Aunque refrescó la política mundial, en casa no están satisfechos con su dirección.
Hasta 2019, Nueva Zelanda permanecía fuera del radar mundial, como lamenta la periodista Katie Kenny. Al país solo se le recordaba como el lugar en el que fue filmada la saga de El Señor de los Anillos. Pero ese año algo cambió: dos tiroteos masivos consecutivos en mosquitas en la ciudad de Christchurch, que fueron transmitidos en vivo por Internet, pusieron de nuevo a los neozelandeses en el mapa y a su primera ministra, Jacinda Ardern, como símbolo del progresismo mundial y de la necesidad de humanidad entre la clase política.
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Hasta 2019, Nueva Zelanda permanecía fuera del radar mundial, como lamenta la periodista Katie Kenny. Al país solo se le recordaba como el lugar en el que fue filmada la saga de El Señor de los Anillos. Pero ese año algo cambió: dos tiroteos masivos consecutivos en mosquitas en la ciudad de Christchurch, que fueron transmitidos en vivo por Internet, pusieron de nuevo a los neozelandeses en el mapa y a su primera ministra, Jacinda Ardern, como símbolo del progresismo mundial y de la necesidad de humanidad entre la clase política.
Esa fue la primera gran crisis que Ardern, quien anunció la renuncia a su cargo el miércoles en la noche, tuvo que afrontar. La joven estrella en ascenso del Partido Laborista, que se convirtió en líder de la centro-izquierda nacional en agosto de 2017, hizo de su compasión la estrategia principal para unificar al país en este momento de crisis. Ese se hizo su sello y se convirtió en la nueva identidad de su gobierno. Al pronunciarse sobre las víctimas de la masacre, la política destacó su calidad de migrantes y pidió que el mundo los viera también como neozelandeses.
“Muchos de quienes han sido directamente afectados por este tiroteo pueden ser migrantes en Nueva Zelanda. Pueden incluso haber buscado refugio aquí. Han elegido hacer de Nueva Zelanda su hogar y este es su hogar. Ellos son nosotros. La persona que ha perpetrado esta violencia contra nosotros, no lo es”, dijo Ardern tras el ataque terrorista de Christchurch.
A los pocos meses llegó su segunda gran crisis: la erupción del volcán en White Island al noreste del país, en donde también recibió elogios por su respuesta humanitaria. No pasaría un mes antes de que llegara una tercera emergencia, esta vez mucho mayor: la pandemia de coronavirus. La mandataria ordenó el cierre de las fronteras de inmediato, lo que llevó a que el país esquivara un gran brote de coronavirus. Al corte de enero, el país solo registraba 2.437 muertes por el virus. Las maniobras de Ardern fueron aplaudidas por todo el mundo, que cuando fue conociendo más detalles de su historia hizo explotar la “Jacindamanía”.
Ardern anunció su embarazo en 2018, poco después de su victoria en las urnas, lo que puso un debate nacional —y mundial— sobre el rol de las madres trabajadoras y el poco reconocimiento que se les da. Su pareja, el presentador Clarke Gayford, dejó su trabajo en televisión para dedicarse al cuidado de la bebé en casa. En septiembre de ese año, Neve, la hija de Ardern, se convirtió en la primera bebé en acompañar a su madre a una Asamblea General de las Naciones Unidas. Criada como mormona, Ardern abandonó la fe cuando tenía 20 años debido a su postura contra la homosexualidad. En Occidente se le veía como el rostro de muchas batallas: por la compasión, por la igualdad, por el feminismo.
“Sé fuerte, sé amable”, repitió la primera ministra más joven de Nueva Zelanda
Pero no todo fue una luna de miel: esa respuesta a la pandemia, aplaudida en el exterior, fue reprochada en casa por su rigidez. Los ciudadanos tenían prohibido incluso pasar a la casa de sus vecinos a recuperar pelotas de cricket, si es que estas se les iban por error fuera de su hogar. La primera ministra y su partido controlaron oportunamente la narrativa y se mostraron como eficaces por sus resultados en la emergencia sanitaria, pero en realidad no lograron la transformación que prometieron. La desigualdad y la pobreza siguen siendo evidentes, y a estos se les ha sumado la crisis de fuerza laboral en los sectores de educación y construcción. Todo esto deja hace que el legado de Ardern sea ambiguo.
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Los altos niveles de inflación, que se han sentido en todo el mundo, sumado a los precios de la vivienda y la pobreza infantil, hundieron la popularidad del partido de Ardern para 2022. La presión que recaía sobre ella era evidente. El estrés hizo que en cierto punto perdiera el control de su narrativa: la compasiva y carismática Ardern llamó “imbécil arrogante” a un parlamentario opositor en diciembre. La política es una cuestión de controlar la narrativa. Y durante mucho tiempo, la primera ministra y su equipo fueron muy buenos en esto. Cuando empezó a notarse ese desgaste, la política repensó su papel y ahí fue cuando dio su última lección de liderazgo: saber cuándo retirarse.
“Ya no tengo suficiente en el tanque. Tenía la esperanza de encontrar lo que necesitaba para continuar durante ese período. Pero desafortunadamente, no lo he hecho y le estaría haciendo un flaco favor a Nueva Zelanda si continuara”, dijo Ardern.
“Por el lado positivo, quizás también haya cosas que aprender sobre el ejercicio del liderazgo político. Ardern ha elegido el momento y la forma de su partida: no ha perdido el puesto debido a problemas internos o por una derrota electoral”, dijo Richard Shaw, profesor de Política de la Universidad de Massey, en The Conversation.
La lideresa expuso sin vergüenza el agotamiento que sufrió por su cargo, mostrándoles a sus colegas que hay que aprender a dar un paso al costado para que otras ideas revitalicen la lucha por una sociedad más igual. Según Lara Greaves, politóloga de la Universidad de Auckland entrevistada por CNN, “ha habido varios grupos de trabajo de expertos en impuestos y bienestar que han hecho algunas recomendaciones audaces que el gobierno laborista no ha seguido. Y mucha gente señala errores en las políticas actuales. Gran parte de la atención del gobierno ha estado en la respuesta de Covid, no en tratar de hacer que las diversas plataformas de políticas sigan adelante”, dice.
Ardern parece consciente de la necesidad de nuevas ideas. En su renuncia, la política dijo que no se iba porque crea que su partid no podía ganar las elecciones, “sino porque creo que podemos y lo haremos y necesitamos un nuevo par de hombros para ese desafío”. Entre la baraja de opciones para su posible sucesor o sucesora, estela ministra de Justicia, Kiri Allan, quien se enfrentaría a los mismos desafíos que llevaron a Ardern al agotamiento, como la misoginia.
“Claramente, el tanque Ardern está vacío. Pero no se trata solo de la política. Junto con otras mujeres políticas, Ardern se enfrenta a un aluvión constante de abusos en línea y en persona, por parte de antivacunas, misóginos y otras personas a las que simplemente no les cae bien”, señaló Shaw.
Además de los ataques misóginos que sufrió a lo largo de su mandato, en el interior y el exterior de su país, estuvieron las amenazas. “Ha habido personas que han hecho algunas amenazas bastante viles contra ella”, dijo Neale Jones, comentarista político y ex jefe de personal de Ardern en CNN. “Creo que eso es algo que ejerce presión, pero creo que ella tenía bastante claro que simplemente se quedó sin aceite en el tanque”.
Para Shaw, este retiro puede tener un buen resultado en su reputación. “Se verá pulida y, en todo caso, generará aún más capital político para ella, aunque aún no está claro si elige o no distribuir esa moneda en el escenario internacional. Pero más bien hay sospechas que podría hacerlo en algún momento”, dice el profesor.
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