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Las estrellas olímpicas multirraciales de Japón; algo está cambiando en el país

El hecho de que dos de las estrellas de la ceremonia de apertura fueran atletas multirraciales subraya el deseo de Japón de presentar una cara diversa al mundo.

Hannah Beech y Hikari Hida / The New York Times
28 de julio de 2021 - 11:49 p. m.
Rui Hachimura, de 23 años, es hijo de madre japonesa y padre beninés. Hace parte de la nueva generación de atletas en ese país.
Rui Hachimura, de 23 años, es hijo de madre japonesa y padre beninés. Hace parte de la nueva generación de atletas en ese país.
Foto: Agencia AFP
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Cuando el equipo olímpico japonés desfiló el viernes durante la ceremonia de apertura en Tokio, el abanderado Rui Hachimura, estrella emergente de la NBA, nacido y criado en Japón, sobresalía del resto de la delegación.

Su origen es evidente en la manera en que inclina su cabeza cuando saluda a la gente, su amor por el sukiyaki de ternera de su madre, incluso su aparición en un anuncio de fideos instantáneos con una sardina bebé que canta. Pero también está ayudando a redefinir lo que significa ser japonés.

En una nación insular conocida por su homogeneidad racial, Hachimura, de 23 años, es hijo de madre japonesa y padre beninés. Es alto, como corresponde a un ala-pívot de los Washington Wizards, y negro, como corresponde a la nueva generación de atletas mestizos del país.

Al menos 35 miembros del equipo olímpico japonés, formado por 583 personas, son multirraciales. Se les considera aspirantes a medallas en tenis y judo, y competirán en boxeo, vela, carrera de velocidad, rugby y esgrima, entre otros deportes.

En sus filas se encuentran dos de los atletas de mayor potencia del equipo japonés: Hachimura y Naomi Osaka, la campeona de tenis de padre haitiano-estadounidense y madre japonesa. El viernes, Osaka, de 23 años, subió una escalera tallada en una pirámide con forma de Monte Fuji y encendió el pebetero olímpico situado en la cima.

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El hecho de que dos de las estrellas de la ceremonia de apertura fueran atletas multirraciales subraya el deseo de Japón de presentar una cara diversa al mundo. La popularidad de Osaka y Hachimura en Japón ya se había confirmado cuando Nissin, el fabricante de fideos instantáneos, colocó sus rostros en los envases de los Cup Noodle, un honor publicitario similar al de aparecer en una caja de cereales.

Sin embargo, aunque Japón celebre los logros de sus atletas “hafu” —que significa “mitad”, es decir, mitad japonés y mitad algo más— debe seguir luchando contra la xenofobia en una sociedad cuyas ideas de nación están ligadas a la raza.

“Toda mi existencia ha sido un reto para los que me rodean sobre lo que significa ser japonés”, comentó Sewon Okazawa, un boxeador olímpico de peso welter que es hijo de madre japonesa y padre ghanés.

La creciente lista de deportistas olímpicos multirraciales de Japón refleja cómo el país, con una población que envejece rápidamente, ha tenido que abrir sus puertas a la inmigración, a pesar de una fuerte tradición de aislamiento. En la actualidad, aproximadamente uno de cada 50 niños nacidos en Japón tiene un progenitor nacido en el extranjero, según el Ministerio de Sanidad del país.

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“Son un nuevo espectro de japoneses”, afirma Edward Y. Sumoto, fundador japonés-venezolano de un grupo de Facebook llamado Mixed Roots Japan. “Ahora hay japoneses negros, morenos y rubios”.

Durante cientos de años, eso era inimaginable. Desde el siglo XVII y hasta el XIX, el país mantuvo a casi todos los extranjeros fuera y a casi todos los japoneses en casa, uno de los ejemplos más extremos de aislacionismo del mundo.

Una jerarquía tácita en Japón premia la piel más pálida sobre los tonos más oscuros. Los japoneses de piel más oscura son objeto de insultos racistas. (Los japoneses con progenitores de otros países de Asia Oriental también pueden sufrir acoso).

La clase dirigente deportiva del país ha aclamado los éxitos de los atletas mestizos. No obstante, sus logros suelen caracterizarse con el desacreditado lenguaje de la eugenesia: músculos rápidos, reflejos explosivos, poder físico inherente.

“Si eres ‘hafu’, la gente siempre comparará el alto rendimiento con algún tipo de triunfo genético”, afirma Sumoto. En la cultura popular del país, los japoneses de raza negra suelen ser encasillados en categorías profesionales limitadas: atleta, rapero, reina de belleza.

En mayo, después de que su hermano sufriera un ataque racista en internet, Hachimura señaló en Twitter que él también era objeto de esos abusos “casi todos los días”.

Hachimura aprendió inglés cuando fue a la Universidad de Gonzaga en 2016, donde jugó baloncesto universitario. En Estados Unidos, como en Japón, pocos lo reconocieron como japonés, a pesar de que fue el primero de su país en ser elegido en primera ronda del reclutamiento de la NBA.

Los Juegos Olímpicos de Tokio debían representar un Japón más cosmopolita. En 2013, cuando el país presentó su candidatura para albergar los Juegos, se recurrió a Christel Takigawa, una presentadora de televisión japonesa de origen francés, para que expusiera sus argumentos ante el Comité Olímpico Internacional en un francés impecable. Tokio, dijo, era un lugar hospitalario. Más tarde expresó su esperanza de que los Juegos Olímpicos hicieran más internacional a la ciudad.

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Uno de los lemas de los Juegos de Tokio es “la unidad en la diversidad”, un punto que se hizo patente con una flota de drones que sobrevoló el Estadio Olímpico el viernes y formó un globo terráqueo, gigantesco y brillante, poco antes de que Osaka encendiera el pebetero.

Sin embargo, Tokio sigue siendo notablemente monocromático. Según el gobierno de la ciudad, solo el cuatro por ciento de los residentes ha nacido fuera de Japón, aproximadamente el doble de la cifra nacional. (En cambio, más del 35 por ciento de los residentes en Londres y Nueva York han nacido en el extranjero).

Marie Nakagawa, exmodelo japonesa de origen senegalés, dice que se sintió como “alienígena” al crecer en Japón. Incluso en la actualidad, con frecuencia tiene que soportar los gritos de los hombres que le dicen que es idéntica a Osaka, cuya defensa de la justicia racial ha obligado al país a enfrentarse a una cuestión que muchos piensan que no les afecta.

“Escucho a los expertos decir todo el tiempo que las cosas han cambiado desde la llegada de Naomi Osaka, pero los acosadores siguen siendo los mismos”, comentó Nakagawa. “No han sido reeducados”.

En 2019, cuando Osaka ganaba su segundo Grand Slam en el Abierto de Australia, Nissin la representó con piel pálida y pelo castaño en una caricatura de mercadotecnia, lo que provocó acusaciones de blanqueamiento.

“Es evidente que soy morena”, respondió Osaka. Nissin se disculpó.

Takeshi Fujiwara, un velocista especializado en los 400 metros, creció en El Salvador, donde su nombre japonés llamaba la atención. Su madre es salvadoreña y su padre japonés. Incluso después de que Fujiwara compitiera en los Juegos Olímpicos de Atenas con El Salvador, los rumores sobre su nacionalidad continuaron.

En 2013, cambió su lealtad a Japón y se trasladó a la patria de su padre. La acogida no fue inmediata, dijo, aunque la gente hiciera comentarios favorables de sus músculos de “macho”.

“Cuando llegué a Japón, pensé: ‘Estoy en mi país’. Me decían: ‘Oye, ¿de dónde eres?’”, comentó Fujiwara. “Ha mejorado, pero todavía estamos muy lejos de llegar a un lugar donde los japoneses multirraciales sean vistos como personas normales”.

Por Hannah Beech y Hikari Hida / The New York Times

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