Las hermanas que se hacen ricas vendiendo marihuana

Kate pasó de protestar contra el sistema financiero a ser una de las pioneras en la industria de la marihuana en California. Se espera que en 2019 las ventas del psicotrópico superen las de cerveza.

Mateo Guerrero Guerrero
27 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.
Las Hermanas del Valle fueron fundadas en 2014 y tienen su sede en Merced, California / Jamie Riley cortesía de Sisters of The Valley
Las Hermanas del Valle fueron fundadas en 2014 y tienen su sede en Merced, California / Jamie Riley cortesía de Sisters of The Valley
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Era septiembre de 2011. En medio de la crisis económica global, en Nueva York, un grupo de activistas instaló sus carpas en el corazón financiero del planeta. La idea de quienes decían representar el 99 % de la sociedad era exigirle al presidente Barack Obama que los bancos y las corporaciones, el 1 % restante, dejaran de mover los hilos de la política estadounidense. La última vez que alguien vio a Christine Meeusen, madre de tres, divorciada y con una carrera estelar a sus espaldas, fue entre los cambuches y las consignas del movimiento que se dio a conocer como Occupy Wall Street. Allí, como ella misma lo pone, “recibió el llamado”, tomó los hábitos por primera vez y se convirtió en la hermana Kate.

“Antes de eso era una madre arruinada, porque mi esposo acababa de robar todo mi dinero y no había una sola instituciónj en Estados Unidos a la que le importara”, dice la hermana Kate, quien antes de empezar a vestirse como monja acaba de llegar a Estados Unidos desde Holanda.

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Aunque su paso por Nueva York como “activista independiente y anarquista” atrajo muchas miradas, la fama llegó después, en Merced, California, cuando con la misión de ayudar a su sobrino a superar la adicción a la heroína y convencida de las propiedades medicinales del cannabis, terminó por fundar las Hermanas del Valle, una mezcla de empresa y comunidad religiosa que en 2014 empezó a comercializar productos a base de cannabis y que, desde mayo de 2017, con la legalización del uso recreativo de la marihuana en el estado, se subió sin pena en el boom de la naciente industria de la hierba en Estados Unidos.

Desde el comienzo, deja claro que lo suyo no es ninguna religión, “yo no podría hacer eso, la mayoría de religiones contemporáneas son corruptas, le sacan la plata de los bolsillos a la gente pobre”. Se trata más bien, dice la hermana Kate, de replicar el modelo de las beguinas, mujeres que durante la Edad Media vivían en comunidad, sin tomar votos y en medio de una tensa relación con las autoridades católicas: “Nosotras emulamos a nuestras madres ancestrales porque trabajaban para levantar la dignidad de las mujeres, para darles negocios, para que tuvieran el derecho a tener posesiones.”

En la comunidad no hay votos de castidad, aunque sí hay abstinencia cuando los ciclos lunares indican que es el momento de recoger la marihuana, y las hermanas pueden ir y volver a sus casas cuando quieran. La espiritualidad, como pasaba con las beguinas también tiene su papel y además de los rituales en los que agradecen por la cosecha, las Hermanas Del Valle rezan, sobre todo para “bloquear” a Donald Trump, a quien la hermana Kate considera “un hombre peligroso”, aunque le agradece que le haya mostrado al mundo “que Estados Unidos no es el número uno nada, esa es una mentira que ha estado rondando durante mucho tiempo y es algo por lo que me encantaría mandarle una carta para felicitarlo”.

A finales de abril de este año, el perfil de Facebook de la hermana Kate se actualizó con varias fotos en el sur de Francia. Mientras en las playas del Mediterráneo ella les contaba a los periodistas su historia de activismo y éxito empresarial, en el Festival de Cannes se proyectaba “Breaking the habits”, el documental sobre la expansión de las Hermanas del Valle, que hoy cuenta con adeptas en Suecia, Canadá, Inglaterra, Brasil y Nueva Zelanda. El paso por Canes de la hermana Kate es apenas el comienzo.

Hace dos años, cuando los medios y la fama empezaron a llegar a la comunidad, la hermana Kate recibió la visita de una de las colegas que había dejado atrás en Europa. “Nos conocimos en las lecciones de natación a las que llevábamos a nuestros hijos. Las dos trabajábamos en bancos muy grandes y hemos sido muy amigas desde entonces”. La fundadora de la congregación se refiere a la hermana Claire, quien decidió quedarse en la comuna en 2016. “Es mi socia en todos nuestros negocios internacionales”, dice la fundadora de la congregación, consciente de que las responsabilidades de su amiga van mucho más allá.

La hermana Claire fue la elegida para representar a la congregación en “The next marihuana millionaire” (El próximo millonario de la marihuana), un reality show que, al mejor estilo de los que presentaba el actual presidente de los Estados Unidos, pondrá a competir a varios emprendedores del mundo del cannabis por financiación y asesoría para llevar sus empresas al siguiente nivel.

En California, la marihuana dejó de ser un tabú con el voto de cerca de 5 millones de personas, en un referendo histórico que le abrió un mercado legal de 39 millones de personas, uno de cada cinco estadounidenses.

Si le preguntan cómo se llegó a esa determinación en el mismo país que durante años ha patrocinado la guerra contra las drogas, la hermana Kate responde que “el cambio de opinión” se dio “por la misma razón por la que la gente dejó de pensar que la Tierra era plana o que las mujeres tienen un cerebro más pequeño que el de los hombres. Con el tiempo es imposible dejar de ignorar los hechos”.

El cambio de opinión también fue satisfactorio para el bolsillo de personas como la herma Kate. Según las cuentas de la consultora BDS Analytics, para 2019 se espera que la industria de la marihuana alcance los US$5.100 millones, un poco más que los US$5.000 millones que se vendieron en cerveza durante 2017.

El negocio es tan bueno que la hermana Kate considera un crimen la guerra contra las drogas y cree que las personas que han perdido a sus seres queridos en ella deberían buscar la forma de demandar a sus gobiernos: “No me importa si la gente dice que soy una mafiosa o que estoy loca, sé que con el tiempo ellos también van a ver la luz”.

Sorprendentemente, Kate dice que el sueño de quienes impulsan la lucha contra el tráfico de narcóticos podría hacerse realidad, “pero un mundo sin drogas sería muy aburrido”, dice la mujer de 59 años para quien usar marihuana es “automedicarse” y luchar contra las farmacéuticas y los bancos, las dos instituciones que, para ella, están detrás de la epidemia de adicción a los opiáceos en Estados Unidos.

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“En lugar de criminalizar a la gente por automedicarse, deberíamos prestarle atención a la raíz de los problemas, como el hecho de que las mafias bancarias han dejado a generaciones enteras con la única esperanza de convertirse en esclavos del sistema financiero”, dice la hermana Kate, para quien su generación arruinó la economía, dejó en coma al planeta al agotar sus recursos naturales y le echa la culpa de todo lo que está mal a la gente joven: “Si estuviera creciendo en medio de esta realidad económica, probablemente me habría vuelto a adicta”, remata Kate quien a pesar de su genio como publicista, y a pesar de llenarse los bolsillos gracias a la boyante industria de la marihuana, dice ser fiel al espíritu de la “activista independiente y anarquista” que en 2011 se vistió de monja para exorcizar los demonios de Wall Street.

Por Mateo Guerrero Guerrero

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