Las otras “Ucranias” que estarían en la mira de Vladimir Putin
Tras la invasión rusa de Ucrania, analistas comentan que el escenario a largo plazo tampoco es prometedor: con Moscú posiblemente ejerciendo aun más influencia y queriendo reforzar esa idea de “grandeza imperial”, el panorama se puede complicar para algunos países del Cáucaso.
Varios analistas decían que lo que quería Vladimir Putin era obligar a Estados Unidos y Europa a negociar y reconocer que hay otros actores como Rusia, China o Turquía que también querían regular la arena internacional. Y aunque la administración de Joe Biden advirtió, un sinnúmero de veces, que en los planes del Kremlin sí estaba invadir Ucrania, nunca supimos con certeza cuál era la mayor ambición del presidente ruso.
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Varios analistas decían que lo que quería Vladimir Putin era obligar a Estados Unidos y Europa a negociar y reconocer que hay otros actores como Rusia, China o Turquía que también querían regular la arena internacional. Y aunque la administración de Joe Biden advirtió, un sinnúmero de veces, que en los planes del Kremlin sí estaba invadir Ucrania, nunca supimos con certeza cuál era la mayor ambición del presidente ruso.
“¿Está probando? ¿Está invadiendo? ¿Les está dando una lección a los ucranianos? No lo sabemos. Por eso es difícil hacer cualquier cosa, porque no conocemos hasta dónde está dispuesto a llegar”, dijo en diciembre Alexander Motyl, experto en política soviética y postsoviética de la Universidad Rutgers de Newark, a Vox.
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Las dudas parecieron despejarse rápidamente el miércoles de esta semana: Rusia entró a territorio ucraniano, lo que fue interpretado por medios occidentales como una declaración de guerra a Kiev. En cuestión de minutos, el panorama era serio y empeoró con los días: algunas ciudades en Ucrania comenzaron a reportar explosiones; el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, impuso ley marcial; las tropas rusas llegaron a las zonas urbanas de Kiev y otras ciudades; organizaciones de derechos humanos advirtieron de un éxodo masivo, con más 100.000 ucranianos que podrían huir (los refugiados que salieron del país superaron los 368.000 este domingo); y todavía está latente la amenaza de que Rusia tratará de derrocar al gobierno ucraniano. Sin mencionar que desde que comenzó la invasión, Ucrania reportó 198 muertes de civiles, incluyendo tres niños.
Sin embargo, y según varios análisis de medios especializados, hay un asunto con el que el mundo todavía debe lidiar: la idea de “imperialismo” que defiende el Kremlin. “Ese término, ‘imperialismo’ o ‘neoimperialismo’, es bastante acertado para entender lo que quiere Putin: un mundo que esté dividido en zonas de influencia donde Rusia pueda tener el control de Ucrania y otras exrepúblicas soviéticas”, le dijo a este diario el experto en relaciones internacionales Vladimir Rouvinski el 12 de febrero.
Por lo que, tras la invasión, es posible que Rusia siga ejerciendo aún más presión, explican expertos, queriendo reforzar esa idea de “grandeza imperial”, lo que complicaría el escenario para Europa del este. Y Putin ya nos había dado algunas pistas de sus intenciones: “Rusos, ucranianos y bielorrusos son todos descendientes de la antigua Rus, que era el estado más grande de Europa”, escribió en julio el presidente para reiterar su convicción de que los rusos y los ucranianos “son un solo pueblo”.
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Y es que Rouvinski explica que Putin no solo está influenciado por la Iglesia ortodoxa rusa, que tiene varias referencias a esta visión imperial, sino también por la idea de una Guerra Fría perdida, por esa necesidad de querer recuperar la grandeza. Algo similar escribió Taras Kuzio, profesor de la Universidad Nacional de Kiev-Academia Mohyla: “Si los políticos occidentales quieren entender las causas de la única guerra activa de Europa, deben empezar a tomarse en serio el imperialismo de Putin. Ha estado defendiendo las mismas opiniones chovinistas sobre Ucrania desde hace veinte años y ha cuestionado repetidamente la legitimidad histórica del país”, comentó el experto en una publicación de The Atlantic.
Pero ¿sus ambiciones pueden llegar a otros territorios? La advertencia la lanzó esta semana Antony Blinken, secretario de Estado de EE. UU., quien sostuvo que no hay que descartar que Moscú pueda tratar de ir más allá en su intento por recuperar influencia en los países vecinos. “¿Existe la posibilidad de que Putin vaya más allá de Ucrania? Claro, es una posibilidad, pero hay algo muy poderoso que se interpone en el camino: el Artículo 5 de la OTAN, que significa que un ataque a un miembro de la OTAN es un ataque a todos los miembros”, respondió Blinken al medio ABC.
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Algo que también nos explicó Rouvinski: “En Moldavia, por ejemplo, hay una población separatista con el apoyo de Rusia que genera mucha inestabilidad con Rumania. Sin mencionar que en el Cáucaso hay apoyo ruso a las dos repúblicas separatistas de Georgia, y también hay un conflicto entre Armenia y Azerbaiyán donde Rusia también está involucrado”, aseguró.
¿Cuál es el panorama en estos territorios?
En agosto de 2008, Georgia lanzó una sangrienta operación militar contra Osetia del Sur, territorio separatista prorruso que se escapa del control de Tiflis desde la caída de la Unión Soviética. Rusia respondió enviando tropas a territorio georgiano y en cuestión de cinco días derrotó a ese país. El Kremlin reconoció la independencia de Osetia del Sur y de Abjasia, otra provincia separatista, y mantiene desde entonces una fuerte presencia militar. Analistas advierten que la respuesta de Occidente fue lenta y débil.
“Moscú aplica esta lección en Georgia hoy, ya que regularmente mueve la línea de demarcación entre Osetia del Sur y el resto de Georgia unos metros más adentro del país. Rusia también aplicó las lecciones de 2008 en Crimea y Donbás”, escribió John Herbst, director del Eurasia Center, en Atlantic Council. Algo parecido dijo el experto Matthew Bryza a la misma organización: “La débil respuesta internacional a la invasión de Georgia por parte de Rusia dio luz verde al subsiguiente asalto militar de Rusia contra Ucrania”.
Pero este tema parece que no queda en el pasado: “A Rusia le gustaría aprovechar la inestabilidad política de Georgia como excusa para una mayor interferencia. Al controlar este país, Moscú tendría poca oposición en todo el sur hasta Turquía e Irán”, escribió el periodista británico Michael Day.
Por su parte, el director del Instituto del Cáucaso, Alexander Iskandaryan, comentó hace unos días que los países del sur del Cáucaso ahora sentirían las consecuencias de una mayor influencia rusa. “Sin embargo, el impacto será diferente, porque los tres Estados se encuentran en diferentes niveles de relaciones con Rusia y la OTAN, y tienen un potencial diferente para defender su soberanía. Armenia está en la órbita geopolítica de Rusia; Georgia sigue el cur so de la adhesión a la OTAN y Azerbaiyán es un aliado de Turquía, el país con el segundo ejército más poderoso de la OTAN”, sostuvo el experto.
Y es que la intervención de Moscú en el conflicto de Nagorno-Karabaj en 2020, explica Eugene Chausovsky, analista en cuestiones políticas y de seguridad, tenía como objetivo detener la ola de pérdidas territoriales de Armenia, aliado de Rusia y miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO), un proyecto militar regional liderado por Moscú. “Pero la forma y el momento de la intervención de Rusia también tenían elementos de interés propio, lo que permitió a Moscú mantener lazos con Bakú [capital de Azerbaiyán] y Ereván [capital de Armenia]”, escribió Chausovsky en Foreign Policy.
Por su parte, Armand Gosu, un experto rumano en el espacio exsoviético, comentó que Putin no se detendrá a las puertas de la OTAN si sale victorioso de la guerra contra Ucrania. “Me temo que el próximo objetivo de Putin pueda ser un país de la OTAN, uno de los países bálticos o Rumania”, dijo Gosu a EFE. Una hipótesis que tomó más fuerza luego de que esta semana las fuerzas rusas bombardearon la Isla de las Serpientes, situada cerca de las costas de Ucrania y Rumania a lo largo del mar Negro, y que fue objeto de una disputa territorial entre los dos países.
“Hace trece años, con lo que ocurrió en Georgia, comenzó una nueva era de agresión del Kremlin y no se controló. Hoy estamos pagando el precio”, dijo Brian Whitmore a Atlantic Council.