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Riki Tal, madre de cuatro hijos, mira pistolas en una armería de Jerusalén, donde está buscando “algo ligero” para defenderlos. “Cada vez que mis hijos juegan en el parque, me pregunto qué haría si alguien nos atacase”, explica a la AFP esta mujer de 31 años.
“Quiero algo que pueda manejar bien”, afirma la maestra, con el dedo en el gatillo.
Las solicitudes de permisos para portar armas en Israel aumentaron considerablemente desde el 7 de octubre, cuando milicianos de Hamás lograron entrar en Israel y sembrar la muerte. En el ataque murieron 1.200 personas, el peor balance de la historia del país, según las autoridades.
La sensación de seguridad de los israelíes se vio gravemente afectada y, acompañando la fiebre de las armerías, el gobierno, uno de los más derechistas desde la creación de Israel, ha flexibilizado la reglamentación.
Una tienda situada en un sótano prohíbe las fotos y rechaza las solicitudes de entrevista, pero la afluencia al mostrador atestigua una verdadera fiebre.
Una madre y su hija cuentan sus billetes con el fin de comprar un Glock, mientras que un hombre con kipá levanta su camisa para “probar” un Smith & Wesson deslizándolo en sus vaqueros.
El estante detrás de la vendedora está lleno de baratijas, entre ellas balas falsas, una granada, figuras que llevan las fotos de Osama Bin Laden, Sadam Husein y Muamar Gadafi. Riki Tal indica que dentro de los retratos falta el líder de Hamás, Ismael Haniyeh.
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Pocas restricciones para conseguir armas
Más de 236.000 israelíes solicitaron un permiso de armas desde el 7 de octubre, tantos como en los años 1920, según el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir.
De hecho, Ben Vir, personalidad de la extrema derecha, fue quien lideró la ampliación de la lista de personas que pueden aspirar al porte de armas y aceleró los trámites para obtener los permisos necesarios. Los solicitantes deben someterse ahora a una entrevista telefónica, en lugar de responder en persona a las preguntas de las autoridades de acreditación.
A pesar de los ataques con cuchillo o los tiroteos bastante comunes en la región desde hace décadas, un abogado de Modi’in (centro) afirma nunca haber pensado en ello. Pero “después del 7 de octubre”, él y su esposa se dijeron que “necesitaban un arma en casa”.
Su vecino no solo compró una, sino que también construyó un refugio antibombas cuya entrada está oculta detrás de un estante, “como en las películas”, relata.
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En las ciudades israelíes, las armas se transportan sin complejos en bandolera o en el cinturón, en el café o en las tiendas o hasta empujando un cochecito.
Se trata sobre todo de reservistas, pero también de civiles que forman parte de escuadrones de seguridad voluntarios, armados por el gobierno desde el comienzo de las hostilidades.
Campañas como Gun Free Kitchen Tables (GFKT) afirman que la proliferación de armas de fuego podría llevar a Israel por el camino de Estados Unidos, enfrentado a un brote de violencia armada y tiroteos masivos.
“Debemos presionar al Estado para que garantice la seguridad en lugar de delegarla a los ciudadanos”, subraya a la AFP un miembro de GFKT, añadiendo que las normas relajadas no eliminan a las personas con antecedentes de violencia doméstica o toxicomanía.
“Las armas no aumentan nuestra seguridad”, destaca, pidiendo que no se revele su nombre para evitar el acoso en línea.
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