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Además de su cercanía con el depuesto presidente tunecino, Zine El Abidine Ben Alí, y con el multimillonario estadounidense, Jeffrey Epstein, condenado por pedofilia.
La relación entre el príncipe Andrés de Inglaterra, duque de York, quinto en la línea de sucesión al trono británico, y la prensa, nunca ha sido fácil. Su cara se ha hecho habitual en la tapa de las revistas y periódicos más importantes de su país, debido a las constantes críticas sobre su extravagante estilo de vida al que muchos catalogan de “playboy”.
Pero no solo su vida privada ha sido víctima de los ataques. Su labor como embajador comercial del país, cargo que ostenta desde 2001, también ha sido fuertemente cuestionada por parte de diferentes figuras públicas, que en los últimos meses le han pedido al gobierno del primer ministro, David Cameron, que prescinda de los servicios del aristócrata.
Los motivos son principalmente dos. El primero, los altos costos de sus frecuentes viajes al exterior (en 2009 fueron 550 y el año pasado gastó US$1 millón), por cuenta de su papel comercial y por el que se ha ganado el apodo de "Air Miles Andy" (Andrés millas). Mientras que el segundo tiene que ver con Wikileaks. En diferentes cables diplomáticos estadounidenses enviados desde Kirguistán y revelados por The Guardian, la embajadora Tatiana Gfoeller, asegura que, durante un almuerzo de trabajo, el duque criticó de manera “grosera” a la Oficina Británica contra el Fraude y a Estados Unidos por investigar un acuerdo de compra de armamento con las autoridades de Arabia Saudita.
Amistades peligrosas
Ninguna de esas críticas había logrado afectar tanto la imagen del príncipe, de 50 años, como las últimas revelaciones de la prensa inglesa sobre sus polémicas amistades. A mediados de febrero los medios publicaron su cercanía con los regímenes de Libia y Túnez.
En ese sentido, de acuerdo al diario The Telegraph, desde 2007 el príncipe Andrés se habría reunido cuatro veces con Saif al-Islam Gadafi, hijo del líder libio a quien se le acusa de haber plagiado su tesis doctoral en London School of Economics, y habría aceptado una invitación de cuatro días de vacaciones en Libia pagadas por el vendedor de armas, Tarek Kaituni. De igual forma, se le señala de haberse reunido en octubre de 2010 en el Palacio de Buckingham con Sakher el-Materi, hijastro del depuesto presidente tunecino Zine El Abidine Ben Alí.
A pesar del firme apoyo de la administración Cameron, las voces en contra del segundo hijo de Isabel II se hacen cada vez más fuertes. El diputado laborista Chris Bryant, uno de los más críticos del comportamiento del príncipe, ha pedido en reiteradas ocasiones su renuncia: “¿No es cada vez más difícil de explicar el comportamiento del embajador especial de comercio, quien no sólo es un amigo cercano a Saif Gadafi, sino también un estrecho amigo del condenado traficante de armas libio Tarek Kaituni?”, se preguntó hace unos días durante una sesión en el Parlamento británico.
Por si fuera poco, la semana pasada se le sumó un nuevo actor al espiral de revelaciones. El diario Daily Telegraph publicó unas fotos en las que se ve al príncipe Andrés paseando por el Central Park de New York junto el controvertible multimillonario estadounidense, Jeffrey Epstein, (quien acaba de cumplir una pena de 18 meses por abuso sexual a niños). La relación entre ambos es de larga data y así consta en algunas de las imágenes que han circulado en los últimos días donde, por ejemplo, se puede ver, en 2001, al príncipe con sus manos en la cintura de la joven Ghislaine Maxwell de 17 años.
El último capítulo de esta novela tuvo lugar hoy luego de que la duquesa de York, Sarah Fergusson, confirmara los rumores de que, por la mediación de su exmarido, Epstein le había dado aproximadamente US$25.000 dólares para pagar unas deudas.
Hay quienes aseguran que la situación del príncipe es insostenible y auguran que su renuncia será cuestión de días, sino de horas. El ministro de Empresas, Vince Cable, admitió que el futuro del monarca se está discutiendo, aunque recordó que la dimisión depende de él mismo, ya que su cargo es voluntario y no puede ser cesado. Entre tanto, el Palacio de Buckingham se ha mantenido en que Andrés está totalmente comprometido con su papel y que continuaría desempeñándolo.